Steven Lee Myers / New York Times News Service
2015-08-29
A bordo del cúter Alex Haley de la Guardia Costera, en el mar Chukchi— Ahora que el aumento en la temperatura de los mares está creando nuevas oportunidades en la parte superior del mundo, varios países están esforzándose por cubrir el Ártico –sus aguas territoriales, sus rutas de tránsito y, especialmente, sus recursos naturales– en una rivalidad que algunos ya describen como una nueva Guerra Fría.
Cuando este lunes el presidente Barack Obama viaje a Alaska, convirtiéndose en el primer mandatario en aventurarse más allá del Círculo Ártico durante su gestión, el mandatario espera centrar su atención en los efectos del cambio climático sobre el Ártico. Algunos legisladores del Congreso, analistas, e inclusive varios funcionarios gubernamentales sostienen que Estados Unidos va rezagado con respecto a otros países, sobre todo Rusia, en la preparación para las nuevas realidades ambientales, económicas y geopolíticas que la región afronta.
“Llevamos algún tiempo protestando ante la falta de capacidad de nuestro país para mantener una presencia significativa en el Ártico”, dijo el almirante Paul F. Zukunft, comandante de la Guardia Costera.
A bordo del Alex Haley, en las aguas profundamente azules del mar Chukchi resultaba obvia la mayor actividad. Mientras el cúter patrullaba cierto día del presente mes, en el radar empezó a aparecer una tras otra nave cuando este buque se abría paso en la orilla poniente de Alaska y se dirigía tranquilamente al Círculo Ártico.
Había tres remolcadores que trasladaban enormes barcazas hasta el proyecto de gas natural que Exxon Mobile tiene en tierra al oriente de la Bahía Prudhoe. Hacia el oriente, una flotilla de barcos y torres de perforación permanecían en el sitio donde este mes la Real Shell Holandesa empezó a perforar en busca de petróleo. No muy lejos, al otro lado de la frontera marítima estadounidense, convoyes de contenedores y embarcaciones militares atravesaban la ruta que Rusia sueña con convertir en un nuevo Canal de Suez.
El cúter, un ex navío de la Marina alguna vez averiado que fue construido hace casi cinco decenios, ha representado el único activo gubernamental que se encontraba cerca como para responder a algún accidente, derrame petrolero o incursión en territorio o zona económica exclusiva estadounidense en el Ártico.
A fin de responder al creciente número de embarcaciones que transitan al Norte a través del Estrecho de Bering, la Guardia Costera ha tenido que desviar buques como el Alex Haley de otras misiones, como vigilar las zonas pesqueras estadounidenses e interceptar drogas. La flotilla de la corporación está entrada en años, especialmente los únicos dos rompehielos nacionales. (La Marina de Estados Unidos rara vez trabaja en el Ártico). El mapeo subacuático es mínimo, mientras que por encima de las latitudes más altas las telecomunicaciones se mantienen dispersas. El extremo norte de Alaska carece de instalaciones portuarias para aguas profundas que apoyen la actividad marítima al alza.
Todas estas limitantes requieren inversiones que los estancamientos políticos, las restricciones presupuestales y la burocracia han mantenido por años.
En cambio, Rusia está construyendo 10 estaciones nuevas de búsqueda y rescate, unidas como un collar de perlas en puertos a lo largo de la mitad de la costa del Ártico. En forma más provocadora, también ha elevado considerablemente su presencia militar, volviendo a abrir bases abandonadas tras la caída de la Unión Soviética.
Rusia dista de ser el único rival –o rival potencial– en el Ártico. China, Corea del Sur y Singapur han explorado cada vez más la posibilidad de que la carga comercial pueda enviarse a los mercados europeos por mar –fuera del control ruso– que los científicos pronostican para 2030 podría permanecer sin hielo durante gran parte del verano.
Con gran fanfarria, en 2012 China envió un rompehielos reequipado, el Xuelong, o Dragón de la Nieve, por una ruta así. Dando indicios de su ambición de ser una “potencia en la expedición polar”, hoy China está construyendo un segundo rompehielos, lo cual le brinda una flotilla para romper hielo igual a la de Estados Unidos. Rusia, con mucho el país con mayor presencia en el Ártico, posee un total de 41.