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Descenso en población de buitres se refleja en ecosistemas

Marc Santora / New York Times News Service

2015-08-29

Reserva Nacional de Masai Mara, Kenia— La muerte se alimenta de la vida en el Mara.
Cada verano, mueren 500,000 ñúes a lo largo la traicionera migración del Parque Nacional del Serengueti, en Tanzania, a la Reserva del Nacional de Masai Mara, en Kenia. Y con la muerte llegan los carroñeros, ninguno de mayor importancia que el buitre.
Sin embargo, las aves que solían alimentarse del infortunio, los conserjes que limpian las verdes planicies, están colapsando… parte de un deterioro más extenso en poblaciones de buitres que desequilibra ecosistemas e ilustra cuán extensos pueden ser los efectos de la caza furtiva, envenenamiento y otras intervenciones humanas.
"La imagen global en general para buitres es pésima", dijo Darcy Ogada, la subdirectora de programas de África por el Fondo Peregrine, organización dedicada a salvar aves de presa. "¿Hace eco esta historia a la del canario en la mina de carbón? Seguro que sí".
En el primer gran estudio del descenso de 30 años de los buitres panafricanos, Ogada y otros científicos descubrieron que las poblaciones de ocho especies de buitre habían declinado 62 por ciento en promedio.
Siete de esas especies habían caído a una tasa de 80 por ciento o más a lo largo de tres generaciones, con base en datos del estudio, publicado este verano en la publicación Conservation Letters.
En algunas partes de África, los buitres son atacados por cazadores furtivos que envenenan las carcasas con la esperanza de matar a las aves, para que no sobrevuelen el área y avisen así a guardias del parque. Un buitre puede detectar un elefante muerto en menos de 30 minutos, pero a un cazador furtivo le puede tomar más de una hora cortar los colmillos de marfil. Sin buitre, no hay advertencia.
Aquí en el Mara, uno de los bastiones de la naturaleza más grandes que quedan en el planeta, los buitres no son atacados directamente pero son víctimas accidentales del envenenamiento de carcasas que va enfocado a matar grandes carnívoros, como hienas, en un esfuerzo por proteger al ganado.
A lo largo de África, abundan las amenazas a la vida silvestre, y las autoridades locales ya están muy presionadas intentando proteger a los animales que los turistas vienen a ver.
"Todos olvidan a las Betty La Fea de este mundo", dijo Munir Z. Virani, quien dirige los programas de África y el sur de Asia por el Fondo Peregrine. "Las autoridades nos informan todo el tiempo que ellos también están tan ocupados trabajando para proteger elefantes y rinocerontes y otros animales que cuando se trata de los buitres, ellos están exhaustos".
Anthony Ole Tira, quien es masái y fue criado en estas tierras y ahora es el copropietario del Campo Matira Bush en el corazón de la reserva, estaba parado junto a un cruce en el río y apuntó a veintenas de carcasas pudriéndose.
Una semana antes, 900,000 ñúes, de cara larga y con frecuencia suerte escasa, se habían lanzado de cabeza al río en una ola de pánico. Miles fueron muertos por la estampida.
Eso era normal. No así los restos en putrefacción.
"Hace 10 años, esto ya estaría limpio para ahora", dijo. "Hay muchos lugares por el río Mara que no están tan limpios como estuvieron alguna vez, pues no hay suficientes buitres".
Los investigadores dicen que han visto lo que le ocurre a un ecosistema cuando desaparecen los buitres.
En 2000, Virani fue enviado a India, donde los buitres estaban muriendo en grandes números pero nadie sabía por qué.
"A dondequiera que fuera, había buitres muertos", dijo. "Pero, por doquier, sus restos estaban en buenas condiciones".
La primera hipótesis fue que algún tipo de enfermedad infecciosa estaba detrás de las muertes. Al poco tiempo quedó en claro que el asesino había sido hecho por el hombre.
Un analgésico de amplio uso para atender al ganado estaba envenenando a las aves que se alimentaban de sus carcasas.
Una carcasa con dicho analgésico en su sistema podía envenenar a cientos de aves, destacó Virani, y para 2006, cuando el analgésico fue prohibido oficialmente, la población de buitres ya había registrado una caída de 97 por ciento.
A lo largo del mismo periodo, hubo un drástico aumento en casos de rabia en India, con perros ferales aprovechando la reducción de buitres, a menudo propagando la enfermedad a humanos.
Virani describió lo que llamó escenas apocalípticas, con enormes grupos de perros ferales con miles de animales, en busca de carroña en los restos del ganado. Los estimados varían, pero algunos estiman que la población de perros ferales en India asciende incluso a 25 millones.
Casi 36 por ciento de las muertes por rabia en el mundo - en su mayoría de niños - ocurre en India, con base en la Organización Mundial de Salud. La batalla en contra del virus le está costando al gobierno miles de millones de dólares.
A lo largo de decenas de millones de años, los buitres han evolucionado hasta ser los limpiadores más eficientes del mundo natural. Debido a la acidez extrema de sus jugos gástricos, pueden comer carne infectada con una diversidad de enfermedades sin enfermar.
Cuando los buitres se dan un festín de carne enferma, dejando limpia la carcasa, termina la amenaza de más infección.
Pero, una vez que los buitres son sacados de los cielos, es muy difícil traerlos de vuelta.
Virani explicó que los buitres, a pesar de sus poderosos sistemas digestivos, son frágiles.
A las primeras cuatro semanas de sus vidas, 50 por ciento de los buitres que dejan el nido termina muerto.
"Son ingenuos", dijo Virani. Muchos caen de sus nidos, en tanto otros sucumben a causas naturales.
En su primer año de vida, los buitres tienen una tasa de mortandad extraordinaria: 90 por ciento.
Si sobreviven, no maduran sexualmente sino hasta su quinto año. Incluso en ese momento, su índice reproductivo es bajo.
En Arizona, California y Utah, el Fondo Peregrine y sus socios han estado trabajando durante años para traer de vuelta al cóndor de California, en peligro crítico de extinción, que para 1987 casi había desaparecido por envenenamiento con plomo, con menos de dos docenas de aves restantes. Casi tres décadas más tarde, hay cerca de 400, de las cuales menos de la mitad está en cautiverio.
En África, Virani espera que el descenso poblacional pueda ser detenido y revertido antes de que llegue al tipo de situación crítica hallada en India y otras partes del mundo.
"No es demasiado tarde", dijo.

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