Rukmini Callimachi / New York Times News Service
2015-08-13
Qadiya, Irak— Momentos antes de violar a la niña de 12 años, el combatiente del Estado Islámico se tomó el tiempo para explicar que lo que iba a hacer no era un pecado. Como la preadolescente practicaba una religión distinta del Islam, el Corán no sólo el daba el derecho a violarla, sino que lo aprobaba y lo alentaba, insistió.
La ató de manos y la amordazó. Luego se arrodilló junto a la cama y empezó a orar antes de subirse sobre ella.
Al final, volvió a arrodillarse para orar, equiparando la violación con actos de devoción religiosa.
“No dejé de decirle que me dolía, que por favor se detuviera”, dijo la menor. “Me dijo que de acuerdo al Islam él podía violar a no creyentes. Dijo que al violarme se acercaba más a Dios”, comentó la preadolescente en entrevista junto a su familia en un campo para refugiados aquí, a donde escapó tras estar cautiva por 11 meses.
La violación sistemática de mujeres y niñas de la minoría religiosa yazidí se ha enraizado con profundidad en la organización y la teología radical del Estado Islámico en el año que ha pasado desde que el grupo anunció que reviviría la esclavitud como institución. Entrevistas con 21 mujeres y menores que recientemente escaparon del Estado Islámico, así como una revisión de las comunicaciones oficiales del grupo, iluminan la forma en que la práctica se ha consagrado en los principios fundamentales del grupo.
El tráfico de mujeres y niñas yazidíes ha creado una infraestructura permanente, con una red de almacenes en los que las víctimas son dejadas, salas de exhibición donde son inspeccionadas y vendidas, y una flotilla especial de camiones utilizados para transportarlas
Un total de 5,270 yazidíes fueron raptadas el año pasado, y al menos 3,144 siguen privadas de su libertad, de acuerdo con líderes comunitarios. Para manejarlas, el Estado Islámico desarrolló una detallada burocracia de esclavitud sexual, incluyendo contratos de ventas notariados por tribunales islámicos dirigidos por el grupo. Y la práctica se ha convertido en una herramienta de reclutamiento para atraer a hombres de sociedades musulmanas profundamente conservadoras, en las que el sexo casual es un tabú y las citas están prohibidas.
Un creciente número de memorandos de políticas internas y discusiones teológicas han dado pie a una serie de pautas para la esclavitud, incluyendo un extenso manual publicado por el Departamento de Investigación y Fatwa del Estado Islámico el mes pasado. En varias ocasiones, los dirigentes del Estado Islámico han hecho énfasis en una lectura limitada y selectiva del Corán y otras normas religiosas no sólo para justificar la violencia, sino también para ensalzar y celebrar cada ataque sexual como un beneficio espiritual, incluso como una virtud.
“Cada vez que venía a violarme se ponía a rezar”, comentó F., muchacha de 15 años que hace un año fue capturada en el monte Sinjar y vendida a un combatiente iraquí de veintitantos años. Al igual que otras entrevistadas por The New York Times, quiso ser identificada únicamente con su primera inicial debido a la vergüenza que le provoca el hecho de haber sido violada.
“No dejaba de decirme que eso era ibadah”, dijo, utilizando un término de las escrituras islámicas que significa adoración.
“Me dijo que al violarme estaba orando con Dios. Yo le dije que lo que estaba haciendo estaba mal, y que no lo acercaría más a Dios. Y él me dijo que estaba permitido, que era halal”, dijo la adolescente, quien escapó en abril con ayuda de contrabandistas tras haber pasado casi nueve meses como esclava.