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Tiene Trump largo historial de comentarios racistas

Alexander Burns / New York Times News Service

2015-07-31

Nueva York— Bajo una fotografía sombría que muestra agujas hipodérmicas y artículos para consumir drogas, la publicidad del periódico advertía en un tono urgente que los criminales violentos regresarían a la ciudad. “¿Éstos son los vecinos que queremos?”, pregunta el mensaje pagado. El archivo de delincuencia de los mohicanos de St. Regis se encuentra muy bien documentado”.
El anuncio, como parte de una campaña que tenía la finalidad de impedir la construcción de un casino en la región de Catskill en Nueva York, generó una respuesta de indignación de la tribu, que lo calificó como una apelación desnuda al racismo. Los anuncios incendiarios, que se publicaron en un periódico regional del estado de Nueva York en febrero de 2000, fueron obra del Instituto de Derecho y Sociedad de Nueva York, un opaco grupo de interés que se autocalificaba opuesto a los casinos.
Sólo posteriormente el hombre que financió los anuncios se identificó: Donald Trump. 
Mucho antes de que Trump anunciara su intención de obtener la nominación presidencial republicana, agitando las elecciones de 2016 con su estilo y discursos pendencieros en los que ha retratado a muchos migrantes indocumentados como violadores y asesinos, se ha presentado en Nueva York como un experto provocador político con un instinto para una retórica cargada de racismo.
Para las comunidades que han chocado con Trump en el pasado, su actual estrategia es completamente familiar. La ofensiva desconsiderada contra los casinos de apuesta en Nueva York fue una reveladora incursión en la política local, pero sólo fue uno de varios episodios que parecen pronosticar el tono de su campaña presidencial.
En 1989, en medio de un pánico urbano en Nueva York generado por el ataque a una mujer que corría en Central Park, Trump pagó un anuncio para solicitar el regreso de la pena de muerte.
Después, en sus negociaciones con la ciudad de Palm Beach, Florida, sus asociados amenazaron a través de los medios para vender una propiedad de Trump con vista al mar a la Iglesia de la Unificación, una secta cristiana fundada en Corea del Sur y reconocida por sus bodas multitudinarias.
Trump reconoció que su estilo puede ser ofensivo para algunos, pero lo defiende como esencial para transmitir su mensaje.
“Sería bueno ser un poco más amable”, confesó en una entrevista esta semana, “pero al mismo tiempo, no creo que pudiera establecer tan bien mis puntos, ya sea sobre la pena de muerte o sobre otros temas, completamente sin relación.
Trump reconoció que “no es mi intención” hablar en términos racialmente provocadores, pero expresó poco interés en suavizar su lenguaje.
“Es muy cansado ser políticamente correcto”, señaló, “y no me gusta perder mi tiempo”.
Trump ha empleado una retórica divisiva para avanzar sus intereses comerciales. Su ataque contra los mohicanos de St. Regis tenía la intención de proteger sus inversiones en Atlantic City en aquel entonces, al bloquear el desarrollo de casinos en un mercado competitivo. Trump, que respaldó el contenido de los anuncios de prensa y televisión por los que pagó, refirió que hizo “una cantidad enorme de dinero en Atlantic City”, y no deseaba que los apostadores migraran a otros puntos.
“No le estaba pegando a los mohicanos; le pegaba a sus antecedentes”, mencionó Trump. “No porque fueran mohicanos sino porque sus antecedentes son malos y entonces demostré que eran malos”.

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