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¿Su hijo ronca? Podría tener apnea del sueño

Jane E. Brody / New York Times News Service

2015-07-27

Nueva York— Barrett Treadway, de 3 años y medio, nunca ha sido la mejor para dormir, pero su sueño empeoró cada vez más en el último año y medio. Se despierta varias veces por la noche y a menudo se pasa a la cama de sus padres, sembrando el caos en el sueño de ellos.
“Por mucho tiempo hemos sabido que ronca, pero no fue sino hasta un viaje que hice con ella en mayo en el que compartimos la cama, que me di cuenta de que no solamente roncaba”, dijo su madre, Laura. “En varias ocasiones dejaba de respirar, y luego empezaba otra vez con un fuerte ronquido que a menudo la despertaba y no me dejaba dormir en toda la noche”.
Barrett tiene apnea del sueño, padecimiento que suele ser diagnosticado en adultos y estar asociado a la obesidad. La enfermedad también suele ser un tanto más común en niños con sobrepeso, pero Barrett es joven y delgada.
En la mayoría de los casos, el problema se produce cuando, durante el sueño, la vía aérea de los pequeños se ve temporalmente obstruida por unas anginas de gran tamaño o por adenoides –tejido de defensa en la parte posterior de la garganta–, o por las dos cosas, de ahí el nombre de apnea obstructiva del sueño. Cuando la respiración se interrumpe por 10 segundos o más, los niveles en aumento de bióxido de carbono en la sangre hacen que el cerebro se haga cargo de reanudar la respiración, típicamente acompañada de un ronquido o resoplido.
Rara vez, los niños presentan la llamada apnea central del sueño, en la que el cerebro deja de enviar señales momentáneamente a los músculos que controlan la respiración.
Expertos dicen que entre el uno y el tres por ciento de los niños tienen apnea del sueño que, de no ser tratada, puede afectar más que las noches de sueño de la familia. Los niños que la padecen no obtienen los niveles de sueño reparador suficientes para garantizar su desarrollo normal.
De no corregirse, la enfermedad puede producir problemas de hiperactividad y atención en la escuela que a menudo se pueden confundir con desorden de déficit de atención e hiperactividad, por lo que podrían recibir un estimulante que sólo empeoraría las cosas.
Los niños afectados pueden mostrarse sumamente somnolientos durante el día. Los maestros de preescolar de Barrett han señalado tener problemas para despertarla de su siesta. Otros aspectos que pueden verse afectados son la memoria, el desarrollo cognitivo, la capacidad de aprendizaje y el coeficiente intelectual. La irritabilidad durante el día suele ser común. Los padres de Barrett informan que la poca tolerancia de la niña a la frustración cuando no las cosas no se hacen como ella quiere ha empeorado en los últimos meses.
Una vez que el padecimiento es adecuadamente tratado, el comportamiento de los niños puede mejorar de manera drástica, y los más pequeños pueden alcanzar los hitos del desarrollo que pudieron haberse retrasado.
Aun así, puede haber efectos sutiles de largo plazo, según reportó el doctor David Gozal, especialista del sueño infantil, en 2008 en la revista Seminars in Pediatric Neurology. Las primeras investigaciones habían revelado que “los niños que roncaban con frecuencia y fuerza durante la infancia temprana presentaban un mayor riesgo de tener un desempeño académico más bajo posteriormente en la vida, mucho después de que los ronquidos hubieran desaparecido”.
Gozal, actualmente en el Centro Médico de la Universidad de Chicago, advirtió que “la presencia de ronquidos no debe ser vista como un rasgo normal de los niños al dormir, puesto que indica la presencia de una mayor resistencia en las vías aéreas superiores”.
En 2008, reportó que de uno al nueve por ciento de los recién nacidos y niños pequeños, y del tres al cinco por ciento de los niños de 9 a 14 años suelen roncar. Incluso si el sueño del niño que ronca no se ve interrumpido, explicó, “los ronquidos, de hecho, se asocian con un mayor riesgo de problemas neurológicos relacionados con el comportamiento”.
Por ejemplo, varios estudios han arrojado que la hiperactividad y la distracción severa suelen afectar a niños que roncan de manera habitual, además de a quienes presentan apnea obstructiva del sueño, pero que los problemas de comportamiento mejoran tras la cirugía para retirar el tejido que estaba obstruyendo.
En casos más severos de apnea obstructiva del sueño, con sus pausas en la respiración y sueño interrumpido, escribió Gozal, la combinación del sueño fragmentado y un menor aporte de oxígeno pueden producir lesiones difíciles de revertir a “varios órganos y sistemas diana” si el problema no es tratado o si el tratamiento se pospone demasiado.
Las adenoides y las anginas suelen crecer durante la niñez, y encogerse durante la adolescencia y la adultez. Si durante la niñez tales tejidos crecen más rápido que los huesos de la nariz y la garganta, pueden reducir el tamaño de la vía aérea superior de los niños, dificultándoles la respiración durante el sueño.
Tanto la genética como cuestiones étnicas desempeñan un papel en el riesgo que tienen los niños de desarrollar apnea obstructiva del sueño. La combinación de genes que determinan la estructura facial y el espesor de los tejidos orales desempeñan un papel, y la condición es más común entre afroamericanos que entre blancos, pese a que el peso corporal sea tomado en cuenta.
En entrevista, Gozal comentó que un diagnóstico adecuado siempre debe preceder a la cirugía. Sugirió que los pediatras deberían hacer seis preguntas de manera rutinaria a los padres que llevan a sus hijos a revisión:
- ¿Su hijo deja de respirar durante el sueño?
- ¿Su hijo tiene problemas para respirar durante el sueño?
- ¿Alguna vez ha tenido que agitar a su hijo para que vuelva a respirar durante el sueño?
- ¿Cada cuándo ronca su hijo?
- ¿Tiene alguna inquietud sobre la respiración de su hijo durante el sueño?
- ¿Qué tan fuerte ronca su hijo?
De acuerdo con Gozal, si se sospecha de apnea del sueño el siguiente paso será realizar un estudio del sueño para confirmar o descargar el diagnóstico antes de considerar la cirugía. “Una valoración clínica y un examen físico del pediatra o del otorrinolaringólogo es insuficiente para hacer un diagnóstico”, comentó.
Pese a que la cirugía para corregir las anginas aumentadas de tamaño o las adenoides suele ser más utilizada para corregir la apnea en los niños, casos más leves pueden responder al uso de un espray nasal de esteroides o de medicamentos antiinflamatorios orales, según han reportado Gozal y colaboradores.
Pese a contar con un tratamiento adecuado, los niños obesos podrían seguir presentando el problema y, sin una pérdida de peso significativa, podrían tener que utilizar una mascarilla conectada a una máquina de presión positiva continua de aire para ayudar a que mantengan las vías aéreas abiertas durante el sueño.
Pese a que los niños podrían tener problemas para adaptarse a la mascarilla, puede mejorar de manera considerable su comportamiento y calidad de vida, incluso si únicamente la utilizan tres horas por noche, según reportaron Carole L. Marcus del Hospital Infantil de Filadelfia y sus colegas en The American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine. 

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