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Por fin, estadounidenses empiezan a comer menos

The New York Times

2015-07-26

Nueva York— Tras décadas de dietas que empeoraban y drásticos aumentos de obesidad, los hábitos alimenticios de los estadounidenses están cambiando para bien.
El número de calorías que consume un adulto norteamericano típico a diario, el cual alcanzó su cifra máxima alrededor del 2003, se encuentra pasando por su primer descenso sostenido desde que hace más de 40 años empezó a llevarse cuenta del tema en las estadísticas federales. La cantidad de calorías que el menor estadounidense promedio ingiere cada día ha caído aun más —por lo menos nueve por ciento.
Las bajas abarcan la mayoría de los grupos demográficos —incluyendo familias de ingresos altos y bajos, así como negras y blancas— aunque varían hasta cierto punto por grupo.
En el cambio más sorprendente, la cantidad de refrescos de calorías completas que bebe el estadounidense promedio ha descendido 25 por ciento desde finales de los años 90.
Al bajar el consumo calórico, aparentemente han dejado de crecer los índices de obesidad de adultos y menores en edad escolar y han disminuido los de los niños pequeños, lo cual sugiere que las reducciones en las calorías están marcando la diferencia.
Al parecer el cambio de dirección se debe a que la gente cada vez está más consciente de haber estado perjudicando su salud al comer y beber demasiado. La concientización empezó a cobrar fuerza a finales de los años 90, gracias a una ola de investigaciones científicas en torno a los costos de la obesidad, así como a campañas de salud pública realizadas en años recientes.
Los alentadores datos no significan el fin de la epidemia de obesidad: sigue considerándose obesos a más del 33 por ciento de los adultos, lo cual les da un mayor riesgo de diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer. Los estadounidenses aún están comiendo muy pocas frutas y verduras y demasiada comida chatarra, incluso si están ingiriendo menos de ésta, señalan expertos.
Pero los cambios en los hábitos alimenticios sugieren que lo que alguna vez pareció un descenso inexorable en la salud por fin pudiera estar cambiando de dirección. A partir de mediados de los 70, cuando en Estados Unidos empezaron a cambiar rápidamente los hábitos de alimentación, el consumo calórico ha registrado un aumento casi sostenido.
“Creo que la gente está escuchando el mensaje, y la dieta está mejorando con lentitud”, dijo el doctor Dariush Mozaffarian, director de la Facultad Friedman de Ciencia Nutricional y Política en la Universidad Tufts.
Barry Popkin, profesor de la Universidad de Carolina del Norte que ha estudiado de manera extensa los datos sobre alimentos, describió el suceso como un momento crucial.
No existe ningún método perfecto para medir el consumo de calorías en Estados Unidos. Pero apuntan en la misma dirección tres fuentes importantes de datos relativos a la dieta. Los diarios pormenorizados de alimentos que llevan investigadores gubernamentales, los datos procedentes de los códigos de barras de la comida y los cálculos sobre la producción alimentaria muestran reducciones en las calorías que consume el estadounidense promedio desde principios de los 2000. Dichos indicios, junto con el estancamiento de la tasa nacional de obesidad, han convencido a numerosos investigadores de sanidad pública que los cambios resultan significativos.
Las modificaciones en la alimentación han sido más notorios en los hogares con niños. El hijo de cuatro años de Becky Lopes-Filho, Sebastian, siempre ha estado en la parte superior de la gráfica de crecimiento en lo relativo a peso. Lopes-Filoh, de 35 años, es gerente de operaciones de una pizzería en Cambridge, Massachusetts, y a su hijo, como a ella, le encanta comer. Conforme ha crecido el menor, a ella le ha ido inquietando más su consumo de dulces. En vez de una galleta al día, explicó, ahora ha estado tratando de limitarlo a una a la semana. “Si le dieran acceso, se volvería loco”, dijo. “Creo que él tendería a ser un niño súper obeso”.
No existe un momento único cuando hayan cambiado las actitudes estadounidenses hacia el comer, pero los investigadores señalan como gran avance un estudio de 1999. Ese año, científicos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades publicaron en El Boletín de la Asociación Médica Estadounidense un trabajo que se convirtió en una especie de éxito de taquilla.
Poco después, el cirujano general, el doctor David Satcher, emitió un informe —“Llamado a la Acción con el fin de Prevenir y Bajar el Sobrepeso y la Obesidad”— tomando como modelo el famoso reporte sobre el tabaco del cirujano general 1964. En el informe del 2001 se resumía la creciente evidencia indicando que la obesidad era factor de riesgo para varias enfermedades crónicas y se señalaba que controlar el peso de los niños debe ser prioritario a efecto de prevenir la llegada de enfermedades relacionadas con la obesidad.
Con lentitud, parece que el público ha asimilado los mensajes. Para el 2003, el 60 por ciento de los estadounidenses dijeron desear bajar de peso, según Gallup, respecto al 52 por ciento en 1990 y el 35 por ciento en los años 50.
La administración Obama ha intensificado la presión. El Decreto de Atención Asequible, promulgado en el 2010, exigía que las cadenas de restaurantes publicaran el contenido calórico de sus comidas. También el gobierno federal ha cambiado los requisitos, haciendo más saludables los alimentos escolares, aunque dicho intento ha generado ciertas respuestas reaccionarias.
Los mensajes contra los refrescos carbonatados dieron en el blanco. En promedio, los estadounidenses adquirieron en 1998 alrededor de 152 litros (40 galones) de refrescos de calorías completas al año, según datos sobre ventas de la publicación Compendio de Bebidas que analizó el Centro para la Ciencia de Interés Público. Dicha cifra bajó a 114 litros (30 galones) en el 2014, aproximadamente el nivel que los estadounidenses compraban en 1980 antes de que se dispararan los índices de obesidad.
“Creo que en este país cada vez prevalece más la actitud de que consumir muchos refrescos no es buena idea”, dijo Satcher, hoy profesor en la Facultad Morehouse de Medicina en Atlanta.   
Las embotelladoras han reaccionado promocionando bebidas dietéticas e invirtiendo fuertemente en productos nuevos, incluyendo tés helados y agua de sabor.
“Muchos de los cambios que estamos viendo los motiva el consumidor”, dijo John Sicher, editor del Compendio de Bebidas.
Quizá la primera advertencia respecto a la tendencia es que al parecer no abarca a los estadounidenses más gordos. Entre las personas con mayor sobrepeso, el peso y la cintura han continuado aumentando en los últimos años.
Aparentemente las recientes reducciones calóricas son buena noticia, pero, por sí mismas, no bastarán para revertir la epidemia de obesidad. En un estudio de Kevin Hall, investigador de los Institutos Nacionales de Salud, se calculó que el adulto promedio necesitaría reducir 220 calorías diarias su consumo de calorías a fin de que los estadounidenses regresaran para el 2020 a los pesos corporales de 1978. Las recientes disminuciones tan sólo representan una fracción de dicho cambio.

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