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Mediante el terror, Estado Islámico se transforma en gobierno funcional

The New York Times

2015-07-21

Estambul— El Estado Islámico utiliza el terror para forzar la obediencia y aterrorizar a sus enemigos. Se ha apoderado de territorios, destruido antigüedades, asesinado a miembros de minorías, forzado a las mujeres a convertirse en esclavas sexuales y han convertido a los niños en asesinos.

Sin embargo, al parecer sus oficiales son resistentes a los sobornos, y de esa manera por lo menos, han superado a los corruptos gobiernos de Siria e Irak a los que han derrotado, según dicen los residentes y expertos.
“Uno  puede viajar de Raqqa a Mosul y nadie se atreve a detenerlo aun cuando lleve 1 millón de dólares”, comentó Bilal, quien vive en Raqqa, la capital de facto del Estado Islámico en Siria, quien además de tener temor insistió en ser identificado sólo por su primer nombre. “Nadie se atrevería a tomar ni un solo dólar”.
El Estado Islámico, también conocido como ISIS y Daesh, inicialmente funcionó únicamente como una organización terrorista, si acaso una con más sangre fría que al-Qaida.
Luego, se dedicó a apoderarse de los territorios. Sin embargo, a medida que va adueñándose de más lugares y está construyendo la capacidad para gobernar, el grupo está transformándose en un Estado funcional que utiliza la violencia extrema —el terror— como una herramienta.
Esa distinción está demostrando ser algo más que una cuestión de perspectiva para aquellos que viven bajo el dominio del Estado Islámico, que ha demostrado tener una relativa estabilidad en una región afectada por la guerra y el caos llenando el hueco que dejaron gobiernos corruptos y fallidos que también emplearon la violencia --- el arresto, tortura y las detenciones.
Aunque nadie está pronosticando que el Estado Islámico se convertirá a corto plazo en custodio de un Estado responsable y funcional, el grupo está aplicando el tipo de medidas asociadas con un gobierno: emitiendo tarjetas de identificación para sus residentes, promulgando lineamientos para la pesca para preservar las reservas, requiriendo que los automóviles lleven un kit de herramientas para las emergencias.
Esa transición podría exigir que el Occidente vuelva a reflexionar sobre su enfoque militar para combatir al grupo.
“Yo creo que no hay duda de que la manera de verlo es como una organización revolucionaria que está construyendo un Estado”, comentó Stephen M. Walt, profesor de Asuntos Internacionales de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy en Harvard.
Es uno de los pequeños pero crecientes grupos de expertos que están desafiando la sabiduría convencional acerca del Estado Islámico: que su maldad asegurará su eventual destrucción.
Walt no es el único experto que piensa algo parecido. Es un argumento apuntalado por una creencia generalizada de que tan sólo una estrategia militar, sin una reconciliación política para ofrecerle a los alineados sunnis una autoridad alterna, no es suficiente para derrotar al Estado Islámico.
Esto se debe mayormente a que muchos sunnis de ambos países que viven bajo el dominio del grupo no ven una alternativa viable, especialmente respecto al regreso del imperio de los gobiernos de Siria e Irak.
Los sunnis en Irak siguen siendo ampliamente hostiles al gobierno central controlado por los chiítas.  En cuanto a Siria, el presidente Bashar Assad ha presidido una guerra civil que ha matado a más de 200 mil personas y ha desplazado básicamente a la mitad de la población.
“Honestamente, los dos son algo sucio, el régimen y Daesh”, comentó Ahmed, propietario de una tienda de antigüedades que recientemente huyó a Raqqa para evitar los bombardeos aéreos en áreas periféricas.
Sin embargo, el Estado Islámico, dijo, “Es más aceptado aquí en Raqqa”.
Ahmed, quien sólo proporcionó su primer nombre por temor a represalias, también vivió bajo el dominio del Ejército Libre Sirio, o FSA por sus siglas en inglés, un grupo rebelde que surgió en el 2011 para luchar contra el gobierno sirio.
El FSA, dijo, es “como el régimen, son ladrones”.
En el Estado Islámico, agregó, la vida puede ser brutal, pero por lo menos parece más estable para aquellos que pueden evitar tener problemas con los líderes del grupo.
“Aquí están implementando las reglas de Dios”, señaló. “El asesino es eliminado. El adúltero es apedreado. Al ladrón le cortan las manos”.
Un sentimiento similar ayudó a los Talibanes a consolidar el poder en Afganistán hace dos décadas: Aunque los Talibanes eran temidos y su justicia usualmente era brutal, también eran respetados por muchos afganos por su postura en contra de la corrupción y el caos --- y mantuvieron un control firme hasta la invasión de Estados Unidos en el 2001.
John E. McLaughlin, quien fue subdirector de la CIA del 2000 al 2004, comentó que estuvo recientemente en una cena en Washington en la casa de un diplomático australiano en donde la plática se enfocó en la amenaza del Estado Islámico.
“Inesperadamente se me ocurrió que si uno suma todo, ellos podrían ganar”, dijo. Fue una idea controvertida, explicó, debido a la brutalidad gráfica del grupo, que muestra al mundo en sangrientos videos que son dados a conocer a través de las redes sociales, eso ha afianzado la sensación de que su desaparición es inevitable debido a su maldad.
“La maldad no siempre es derrotada”, dijo.
Trazando líneas paralelas de esta historia, dicen los expertos, la violencia del grupo puede ser vista a la luz de algo diferente. Walt mencionó la guillotina de la Revolución Francesa y las atrocidades de la Revolución Bolchevique en Rusia y la Comunista en China --- son analogías imperfectas por supuesto, pero dejan de manifiesto la violencia y la opresión que puede preceder  a la creación de un Estado revolucionario.
“Con el tiempo, esos movimientos son considerados completamente más allá de una amenaza al orden internacional”, agregó.
McLaughlin señaló a Hezbolá, la organización libanesa de militantes que son considerados como un grupo terrorista a los ojos del Occidente y actualmente es un actor político legítimo, y también se puede remontar a los siglos de la brutalidad de la realeza inglesa.
“Si uno observa lo que hicieron los reyes ingleses para consolidar sus territorios en los siglos 14 y 15”, dijo, “no sólo decapitaban a la gente sino que la destripaban”.
William McCants, director del Proyecto de las Relaciones de Estados Unidos con el Mundo Islámico en el Instituto Brookings en Washington, y un experto en la evolución del Estado Islámico, comentó que las analogías históricas son adecuadas.
“Nosotros, en el Occidente hemos comprado la idea de que la insurgencia y la contra-insurgencia es una batalla para los corazones y las mentes”, dijo. “Pero olvidamos que muchos Estados se han establecido a través de la brutalidad”.

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