Nacional

Conciliar razón con la pasión

Reforma

2018-12-01

Hijo de comerciantes, Andrés Manuel López Obrador nació en Macuspana el 13 de noviembre de 1953 y creció de niño en Tepetitán, Tabasco, donde había un río del mismo nombre.
Quizás ahí, cuando era un adolescente y nadaba, una corriente lo arrastró como si le aprisionara los brazos e hiciera inútiles sus pataleos. Alguna vez contó que ahí fue la primera vez que invocó a Dios para que le salvara la vida.
"Y el agua crece y habla y participa", suele recitar AMLO de memoria ésa como otras líneas de El Canto al Usumacinta de su mentor Carlos Pellicer; estribillo que tomó a pie juntillas para definir su biografía. El agua, su desborde, su cauce, han marcado la vida de López Obrador.
"En Tabasco, la naturaleza tiene un papel relevante en el ejercicio del poder público. En consonancia con nuestro medio, los tabasqueños no sabemos simular. Aquí todo aflora y se sale de cauce. En esta porción del territorio nacional, la más tropical de México, los ríos se desbordan, el cielo es proclive a la tempestad, los verdes se amotinan y el calor de la primavera o la ardiente canícula encienden las pasiones y brota con facilidad la ruda franqueza", escribió López Obrador a propósito de un paisano suyo, Carlos A. Madrazo, temperamental político que quiso cambiar al PRI y murió en un accidente de aviación.
Impetuoso, siempre en el límite, en la amenaza de salir de cauce o de plano desbordado, AMLO ha marcado su accionar político en el extremo para confrontar y polarizar. Pocos sus momentos de remanso.
La pasión que le ha llevado en su historia a romper lanzas con una sola frase: "Cállate chachalaca", aquella que le provocó el tropezón en su primera campaña presidencial en 2006. O cuando espetó a la marcha ciudadana contra la inseguridad el epíteto de "pirrurris" para descalificar el descontento. O su investidura de Presidente legítimo en diciembre de 2006 para simbolizar su resistencia al Gobierno de Felipe Calderón.
"Ésta es la peculiaridad del poder en el trópico. Es nuestro distintivo, pero también nuestro talón de Aquiles. El desafío desde siempre ha sido conciliar la razón con la pasión. Y, hasta ahora, no conozco a nadie que haya podido lograrlo. Por eso siempre el político tabasqueño ha tropezado cuando da el salto de lo regional a lo nacional", escribió en el libro "El poder en el trópico".
En sus inicios, López Obrador como burócrata gubernamental quiso redimir a los indios chontales echados a los pantanos por la depredación de Pemex en Tabasco. Venía de estudiar en la UNAM, Ciencias Políticas, en una época en que el País entraba a una tímida etapa de institucionalización política. Era priista, allegado a Carlos Pellicer con quien hizo campaña para la senaduría por Tabasco. El poeta, ya legislador, lo recomendó ante Leandro Rovirosa, Gobernador de Tabasco, para encabezar la Coordinadora Regional del Instituto Nacional Indigenista en la región maya chontal de la entidad.
Inventó ahí el crédito a la palabra, dándoles dinero a los chontales con su solo compromiso verbal de pagar; promovió viviendas e instaló clínicas de salud en la región. Se convirtió en un referente dentro del priismo y llegó a la dirigencia estatal del tricolor. Quiso cambiar los comités seccionales con votaciones directas, consultas a la base. Al nuevo Gobernador Enrique González Pedrero le llegó la queja y entonces le propuso a AMLO hacerlo Oficial Mayor del Gobierno para bajarlo de su liderazgo social.
López Obrador viaja a México para buscar trabajo y gracias a su antiguo jefe en el INI, Ignacio Ovalle, consigue el puesto de director de Promoción en la Procuraduría Federal del Consumidor.
Dura unos años y en 1988 se suma al movimiento cardenista. Tras entablar confianza con los líderes de aquel movimiento llega a ser propuesto por Cuauhtémoc Cárdenas para ser candidato del Frente Democrático Nacional a Gobernador en Tabasco. AMLO rechaza el ofrecimiento a Cárdenas y luego se arrepiente y le pide que lo deje contender.
Pierde la elección y acusa fraude. Pero, se instala como líder social en Tabasco y en 1994 vuelve a contender y pierde ahora con Roberto Madrazo, hijo del político que AMLO admiró. Acusa elección de Estado y promueve un éxodo a la Ciudad de México.
Después de Cuauhtémoc Cárdenas, el tabasqueño se convierte en el líder social más fuerte del PRD. En 1996, logra la presidencia del partido y lo ubica como un contendiente electoral fuerte. Gana la elección de la Ciudad de México con Cárdenas como candidato. En el 2000 contiende para sucederlo.
De 2000 a 2006, López Obrador encabeza el Gobierno de la Ciudad de México e incrementa su popularidad. Instaura la pensión para la tercera edad, para madres solteras y también becas para jóvenes preparatorianos y universitarios.
A pesar de que se reducen índices de violencia, crece un entorno de inseguridad y secuestros que provocan un amplio descontento ciudadano.
En 2005, el Gobierno del Presidente Vicente Fox promueve el desafuero de López Obrador por un desacato judicial. El acto es considerado como una maniobra política para encarcelar al tabasqueño y sacarlo de la contienda electoral de 2006, donde luce como indiscutible favorito.
En la Cámara de Diputados proceden a desaforarlo.
"Como deben suponer estoy acostumbrado a luchar. No soy de los que aceptan dócilmente condenas injustas. Me voy a defender y espero contar con el apoyo de hombres y mujeres de buena voluntad que creen en la libertad, en la justicia y en la democracia Nada, ni siquiera la aspiración al cargo más elevado de la República, podría justificar el hacer a un lado la dignidad y los principios", dijo en su defensa del juicio de desafuero en el pleno de la Cámara de Diputados, en abril de 2005.
Acusó a la mayoría de diputados que lo desaforó como obediente de una consigna política.
López Obrador salió de San Lázaro desaforado, castigado, despojado de su cargo público. Entonces, alegó que lo hacían para cerrarle el paso a la Presidencia. Trece años después regresa al mismo Congreso, electo como Presidente, con una mayoría de legisladores que ya no lo abuchearán sino lo ovacionarán en el momento mismo que le impongan la banda presidencial.
La campaña de 2006 marca a AMLO haciéndolo pasar de un gobernante exitoso, defensor de los pobres y moderado a llanamente el "peligro para México". Pierde a elección por unos cuantos votos y emprende la mayor desacreditación al sistema electoral.
Con una fuerza popular extraordinaria coloca las situaciones al límite; con amagos de desborde. López Obrador se radicaliza y emprende una campaña frontal contra el Gobierno de Felipe Calderón. Vuelve a postularse a la Presidencia en 2012 y pierde la elección con Enrique Peña. Su protesta, empero, no tiene las dimensiones que las ocurridas en 2006 y da la impresión de que sus mejores momentos políticos han terminado.
Sin embargo, convoca a la creación de un nuevo partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), desfonda al partido que dirigió, el PRD, y emprende una nueva batalla por la Presidencia en 2018.
En el intermedio de esa ruta, un súbito aviso altera su paso. A las dos horas del lunes 4 diciembre de 2014, llega al hospital Médica Sur, a la zona de urgencias, afectado por un infarto. Había tenido un domingo relativamente tranquilo aunque cruzado con una fuerte y agria discusión sostenida con un consejero suyo. Eso podría haber incidido en su malestar.
El infarto ocurrió en tiempos en que Morena desplegaba manifestaciones contra la aprobación de la reforma energética promovida por el Gobierno de Peña.
El mal cardíaco no supuso el fin de las actividades políticas de AMLO, pero si su moderación. Redujo mítines y traslados; cambió dieta e incrementó su ejercitación física.
Pero, sobre todo, influyó en un acendramiento de su espiritualidad, la modificación de su discurso con moderaciones y aperturas políticas, y su convicción de que la de 2018 sería su última campaña presidencial. Como aquella vez que se salvó en el arrastre del río, supo que tenía una nueva oportunidad en la vida. El impetuoso entró en remanso.
La persistencia política de AMLO, los errores del Gobierno de Enrique Peña, las decepciones populares por las transiciones políticas, cultivaron las condiciones para su triunfo.
En 2017, López Obrador sube a la cresta de una ola de descontento popular por el aumento al precio de la gasolina. Encadena con la elección gubernamental en el Estado de México, donde Morena postula a la maestra Delfina Gómez, quien alcanza gran popularidad.
AMLO parece estar seguro de triunfar, tanto que tiene ya delineado un discurso para decirlo en un video de YouTube un día después de la elección mexiquense. Ahí le propondría al Presidente Peña un acuerdo para una transición pacífica en el País. Pero, su corazonada no resulta. Aunque, sí provoca que imprima acelerador para su candidatura de 2018.
Contiende por tercera vez, integra un gabinete con un semestre de anticipación a los comicios, negocia con políticos que antes detestaba y gana la elección punteando en encuestas y popularidad desde el inicio hasta el final de la campaña.
Fueron tiempos de rápidos, de esas corrientes de agua que surcan velozmente por los ríos en tonalidad blanca y burbujeante. Una creciente que crece y arrastra.
López Obrador será Presidente doce años después de habérselo propuesto. A pesar de la calma que puede darle el triunfo y la conquista de la Presidencia, no deja de mostrar que la pasión sigue en tensión constante con la razón. H

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