Fernando Aguilar/
El Diario
Aunque no llevaba una guitarra, Mario Ismael podía simular que tocaba una gracias a los movimientos de sus brazos. Tampoco cargaba un micrófono, pero era capaz de hacer oír su voz alrededor porque, para él, lo importante sólo era que Juan Gabriel ‘escuchara’ el pequeño tributo que le había preparado.
Sin el bullicio del homenaje realizado por la noche, el hombre, un guardia de seguridad que trabaja en el tercer turno, tomó por la mañana su teléfono y llegó a la casa del cantautor en la avenida 16 de Septiembre.
Luego enchufó sus auriculares, se plantó frente a la reja de la morada y, a todo volumen, reprodujo para sí mismo un ‘playlist’ de las melodías de su ídolo.
Frente a la mirada confundida de los observantes que se tomaban fotos, el admirador le cantaba a Juanga todas las canciones que llevaba en su celular mientras, ensimismado, en el puente musical del tema en turno le gritaba que siempre llevaría su recuerdo en el corazón.
Su esposa, Irma Leticia, grababa con un celular cada segundo que Mario Ismael le dedicaba al que llama “el rey de la música romántica en todo el mundo”, a quien también le cantó frente al otrora Noa Noa, donde ahora, de ese cabaret, no queda más que un estacionamiento.
A una semana de su muerte, los admiradores seguían dejando ofrendas florales y uno de los oficiales de Seguridad Pública que resguardaba la residencia afirmaba que la avenida permanecería cerrada hasta que cesara todo movimiento de personas.
faguilar@redaccion.diario.com.mx
Entre cada pieza, el hombre les explicaba a sus espectadores que la grandeza del michoacano convertido en juarense radicaba en que pudo mover a miles de personas sin importar sus edades, estudios, estilos de vida o condiciones socioeconómicas.
“Él le dio muchas canciones a muchos y para mí es el ‘number one’ de la música romántica”, dijo. “Nunca va a pasar de moda. Ya se inmortalizó totalmente y va a romper barreras donde sea.
Antes de que el guardia de seguridad acaparara la atención de los presentes con su improvisado primer ‘showcase’, algunos admiradores como Francisco Espinoza, músico desde hace más de 30 años, contemplaban la casa de Juan Gabriel pese a que el homenaje había terminado hacía unas ocho horas.
Los que como él no pudieron asistir contaban que habían decidido ir al sitio por la mañana a darle un segundo adiós al Divo de Juárez.
“Desafortunadamente ayer no tuvimos oportunidad de venir, pero mi esposa y yo venimos motivados por la paz que se siente ahora para despedirnos de un representante de la música para todos nosotros que nos dedicamos a esta profesión”, explicó el originario de Nayarit.
El mismo sentimiento movió a José Miguel Regalado a salir de Albuquerque, Nuevo México, a esta ciudad la madrugada del día en que sería el homenaje, que finalmente no apreciaron como hubieran querido porque había mucha gente.
“Quisimos regresar a la casa porque estábamos muy retirados, queríamos arrimarnos más”, dijo el operador de maquinaria pesada de 54 años. “Estábamos por el escenario y no habíamos podido acercarnos tanto. Venir es una cosa muy suave, porque ya nos quedamos más tranquilos. Nos pudimos despedir de esa persona tan buena que fue”.
Mientras el oriundo de Madera, Chihuahua, explicaba sus motivos, desde el poniente y el norte seguían llegando fans que deseaban guardar un recuerdo terrenal de Juan Gabriel.
A una semana de su muerte, los admiradores seguían dejando ofrendas florales y uno de los oficiales de Seguridad Pública que resguardaba la residencia afirmaba que la avenida permanecería cerrada hasta que cesara todo movimiento de personas.
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