Leticia Solares | El Diario
2016-09-04
Ciudad Juárez- Después de cuatro décadas lejos, Juan Gabriel, el máximo embajador de la música mexicana, el hijo pródigo de Ciudad Juárez, volvió a casa.
Esta fue la última gira por su tierra, el rincón del desierto que lo vio florecer como artista y convertirse en estrella, sólo que esta vez no hubo bailes efusivos ni lentejuelas.
Fronterizos de todas las edades, colonias, filias, credos y condiciones vinieron a su encuentro. Dispuestos a soportar sofocos, hambre, sed y calor, pacientes y “sin chistar” tomaron sus lugares para presenciar este capítulo histórico.
Llegaron desde las primeras horas del sábado para darle el adiós a Juan Gabriel, llorar su muerte y celebrar su vida. Otros, nunca se fueron del todo, y la peregrinación fue constante desde que el mundo se conmovió con su partida.
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Todos querían despedirlo. Políticos, figuras de la farándula, los vecinos del sector, aquellos que fueron sus amigos, ésos, los que alguna noche lo escucharon cantar en el Malibú o en el Noa Noa Bar y lo vieron partir para triunfar en los grandes escenarios del mundo.
El 28 de agosto la muerte encontró a Alberto Aguilera Valadez en Santa Mónica, California, pero a Juan Gabriel no. “El Divo de Juárez está vivo”, gritaban en coro los juarenses que no paraban de cantar y bailar con sus canciones, mientras aguardaban el arribo del cortejo fúnebre con sus restos.
Horas antes de la puesta del sol, a las 6 de la tarde, sobre las calles de su querida Ciudad Juárez ya lo esperaba su gente.
La Lerdo, la Mejía y la 16, las mismas calles que siendo un adolescente lo vieron soñar con ser inmortal fueron las primeras del recorrido, hasta llegar a la calles Ignacio Zaragoza y Colombia para entrar a su casa, que a partir del martes será su última morada.
En marzo de 2015 Alberto Aguilera Valadez recorrió con vida la Lerdo. Aquel día pidió a la escolta que lo acompañaba que bajara y lo dejaran solo durante unos minutos para evocar sus días de la infancia.
Desde cuadras antes de llegar al cruce fronterizo de la calle Stanton cientos salieron de sus casas para darle la bienvenida y tocar la carroza, como una forma de atesorar otro recuerdo de su ídolo.
Al otro lado del puente, el rugido de las motos que escoltaron el cortejo anunciaban la llegada del astro, que fue aclamado en una sola voz por los presentes.
Con su repentino final, el cantante de 66 años causó tal conmoción mediática, que también cientos de periodistas peregrinaron por Ciudad Juárez en busca de la anécdota y de los detalles de la historia del compositor.
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Al arribo del cortejo fúnebre, las emociones se desbordaron y la alegría contagiosa del himno juangabrielísimo, “El Noa Noa”, contrastaba con las lágrimas de miles de sus devotos fans.
“Conocí su música en los 80. Él era mi ídolo desde niña. Vine con mis hermanas, tenía una entrada para ir a verlo al Don Haskins en El Paso, y ya no se me hizo verlo, nunca llegó. No me importan los pistones ni el sofoco. El único propósito de estar aquí es rendirle homenaje a nuestro ídolo”, dijo Angélica Rodríguez, quien arribó a la 16 y Perú a primera hora en camión desde la colonia Satélite.
Para la ceremonia eucarística, el cantautor del pueblo también convocó a la grey católica. A las 8 de la noche el obispo de la ciudad, José Guadalupe Torres Campos, acompañado por varios integrantes del Episcopado Mexicano, celebraró la homilía.
Al finalizar la misa y antes de dar paso al momento culminante –la música de Juanga–, empleados de Funeraria Perches, encargada de los traslados de las cenizas, distribuyeron 150 mil esquelas entre la gente:
“Los juarenses lamentamos profundamente la muerte de uno de los hijos más brillantes de la Heroica Ciudad Juárez y el más grandioso compositor mexicano que ha dado el país en las últimas décadas”. Que en paz descanse el Divo de Juárez”.
Y después de días y largas horas de espera, llegó el anhelado momento por los juarenses, recordar con música, luces y alegría a su ídolo.
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El batallón de mariachis, coros y bailarines que acompañaban al divo en su gira MéXXICO Tour, ocupó su sitio sobre el escenario en el que tantas veces compartieron con el juarense más famoso del mundo esos mismos aplausos que durante 44 años alimentaron el hambre de éxito del joven Alberto Aguilera Valadez y ahora inmortalizan al gran Juan Gabriel. Hasta siempre Juan Gabriel. (Leticia Solares/El Diario)
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