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Nacen tras las rejas

Maricela Morones/
El Diario

2016-06-25

Lentamente Lucía Jazmín Martínez Esparza mece a su hija Ivana, una bebé de dos meses, sobre su cama de cemento, en una de las celdas del Centro de Reinserción Social (Cereso) Femenil Dos.
Ahí le preparó un biberón y la puso a dormir.
“Mi niña vive aquí conmigo, es una alegría en medio de tanto dolor y desesperanza, gracias a ella tengo ganas de vivir, sé que pasaré muchos años por el secuestro en el que participé, también sé que mi hija se va de aquí a los cuatro años y está bien, ella no debe de estar encerrada, porque fui yo quien cometió el delito”, afirma la mujer de 23 años que aún espera su sentencia.
Ahí, desde su celda de nueve metros cuadrados, que comparte con otras dos reclusas y sus hijos, Lucía narra que lleva tres años en espera de que le dicten condena.
Mientras mece a Ivana habla de sus otras dos hijas, unas gemelas de 7 años, que están con sus abuelos maternos.
“Tengo dos niñas hermosas que están con mis papás, mi familia sabe que estoy arrepentida de lo que hice y ahorita me apoyan mucho”, dice con un tono de alegría y cerrando los ojos para recordar la imagen de sus pequeñas.
Datos proporcionados por Gonzalo Díaz Rojero, director de Reinserción Social y Cultura en el Cereso, revelan que en ese penal hay 7 mujeres que viven en prisión con sus hijos, que van desde los tres hasta los doce meses de edad.
La población de internas en total es de 204, de las cuales casi el 90 por ciento son madres de familia, pero sus hijos son atendidos afuera del Cereso por los padres y abuelos. Algunos viven en algún albergue infantil.
Lucía Jazmín comparte la celda con Adriana Alejandra Coss López y Gesell Hernández. Ellas viven en la número 19, en donde solamente tienen un ventilador que deben de turnarse entre los hijos de las tres.
Cuentan además con un pequeño baño y duermen en literas de cemento con pequeños colchones, la parte superior de la cama doble está acondicionado como guardarropa de los bebés.
Adriana Alejandra tiene 19 años y conserva a su hija llamada Aytana, de 8 meses; con las lágrimas a punto de rodar afirma que se arrepiente de todo lo que hizo, también tienen una niña de 3 años de edad, que es cuidada por su suegra.
“Me siento muy triste, porque no puedo estar con mis dos hijas, siento muy feo porque a veces me traen a la de tres años en la visita y ya no me reconoce, no me dice mamá y eso me parte el alma, pero no puedo decir nada porque tiene mucho sin verme”, platica la interna, mientras acomoda alguna ropa.
Ellas saben que cuando sus hijos cumplan cuatro años, deberán abandonar la prisión, para empezar preescolar.
“Yo sé que ella cuando sea un poco más grandecita se la van a llevar y está bien, esta no es vida para mi princesa, pero cuando se la lleven me voy a quedar sola y más vacía”, comenta la reclusa.
Relata que el delito por el cual fue encarcelada fue por delitos contra la salud e ingresó al penal a los siete meses de gestación, lleva más de un año en prisión y no ha sido sentenciada.
“Yo quiero pensar que me van a dar menos de cuatro años, para que no haya necesidad de separarme de mi Aytana”, explica la madre de la menor.
De acuerdo con Díaz Rojero, la mayoría de las reclusas que tienen a sus hijos en el penal son de bajos recursos y sus familiares las han olvidado.
“Es muy triste ver como la misma familia las olvida, se van sumiendo en la tristeza, se apagan totalmente”, comenta el encargado.
Debido a esta situación, un grupo de personas impulsaron la creación de la asociación Pequeños Inocentes, Grandes Corazones, que da apoyo a estas mujeres que viven con sus hijos tras las rejas.
Nadia González Orozco, una de las integrantes de ese grupo, dice que la principal necesidad de las reclusas para sus bebés es de leche en formula, pañales, toallitas húmedas, talco, champú, papillas y todo lo relacionado con la higiene y alimento de los pequeños.
“Hay madres que son abandonadas por sus familiares y no les apoyan con una bolsa de pañales y los que padecen son los pequeños.  Ante esta problemática nosotras decidimos organizarnos y empezar este proyecto”, informó la integrante de la asociación.
Las beneficiadas reciben de la agrupación un paquete cada 15 días, con todo lo necesario para sus hijos.
Además comentaron que realizarán en próximos días un curso de estimulación temprana para los bebés y para las madres, un taller de planificación familiar.
Se informó que la mayoría de los padres de los menores que viven en el penal, también están recluidos.
“Las mujeres a veces son abandonadas por los hombres que las involucraron en los delitos o son juzgadas como cómplices”, afirma.
González Orozco invitó a la comunidad para que apadrinen a un menor en estas condiciones y dio a conocer la página: www.pequenosinocentes.org para que se enteren de sus actividades.
Otro de los proyectos de la agrupación es apoyar y canalizar a los hijos de las reclusas que son menores de cuatro años, como en el caso de Jennifer González de 32 años, que tiene tres hijos en un albergue.
“Mis hijos están en un albergue, porque no tengo familia aquí en Juárez y mi esposo trabaja todo el día, yo sé que un día saldré para poder darles lo mejor de mí”, afirmó la madre con un sentimiento de esperanza.
Ella ya fue sentenciada a siete años y medio por el robo de vehículo con violencia, actualmente sus hijos tienen 13,12 y cuatro años de edad.
“Yo tengo fe en que saldré antes de que el mayor cumpla 18 años y cuando yo cruce ese portón lo primero que haré es ir a buscarlos y nunca más cometer el mismo error, yo no pensé en ellos la primera vez, pero no los vuelvo a dejar, nunca más”, afirma la mujer con la voz entre cortada y con la mirada fija en la reja de su celda. (Maricela Morones / El Diario)

mmorones@redaccion.diario.com.mx

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