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Bajo el mismo techo con ¡42 mascotas!

Fernando Aguilar/
El Diario

2016-05-01

La clase de vida que hoy lleva la familia de Iliana Salcido, no ha sido la misma desde que, en vez de dormir seis en la casa, ahora lo hacen cuarenta y dos miembros con iguales derechos, idénticas comodidades y lejos de cualquier discordia entre sí.
La situación ha cambiado: antes solían tener más amigos, pero muchos dejaron de visitarlos al causarles molestia convivir con los 40 perros y dos gatos que habitan en el mismo domicilio de Quintas del Real, y no en calidad de mascotas, sino de integrantes de la familia.
Los animales son algunos de los más de 400 que Iliana, de 40 años y su esposo e hijos han rescatado de las calles en los últimos cinco años como parte de una terapia ocupacional que ella comenzó y que la ayudó a superar la crisis que le produjo la muerte de su hijo mayor, ocurrida en la dura etapa de violencia que se vivió en la ciudad.
“En mis momentos de tristeza, lo único que veía al voltear para todos lados eran perros”, recuerda la mujer. “Pensé que a lo mejor era una señal: ayudarme a mí y a la vez ayudarles a ellos. Y eso me devolvió la vida”, dijo.
Tras su decisión de rescatar a los canes principalmente, la familia entera se ha involucrado en esta tarea, que por lo general culmina cuando los entregan en adopción a personas que cumplen con una serie de estrictos requisitos que garantizan que los animales vivirán en buenas condiciones, indica Iliana.
Cuenta que gran parte la encontraron en la escuela de los niños, algunos infestados de garrapatas, debilitados por heridas que la vida callejera les dejó o casi moribundos debido a enfermedades como el cáncer que padecían, además del abandono de sus dueños.
“Son perros abusados. No hay criterios. El que sea. Si salimos y vemos un perrito solito, no nos podemos voltear a otro lado. Todos son iguales para nosotros. No hay tamaños, no hay razas, no hay nada”, explica tajantemente la mujer.
Los Camarillo Salcido confiesan que mantener a tantos en la casa de dos pisos donde viven en el sur de la ciudad no ha sido fácil, especialmente porque han tenido que construir unos largos resumideros en la cochera, reemplazar el adoquín que adornaba el suelo exterior por loseta de cerámica y dejar sólo los muebles básicos dentro.
Unos duermen afuera, otros en la casa y el resto en la terraza del segundo piso. Desde ahí saludan al visitante a través de los barrotes de concreto, otros pueden pasearse por los cuartos con libertad si lo desean.
Todos estos lugares, comenta Iliana, los tienen que limpiar diariamente sus hijos Jackeline, Evelyn, Melissa y Ángel a las 6:30 de la mañana. Ella lo hace por la tarde y su esposo en la noche, aunque todos procuran que el interior siempre esté desinfectado y libre de contaminantes que puedan afectar su salud y la de sus inquilinos.
La experiencia de convivir con ellos, aseguran que les ha dejado grandes momentos, pero también les ha resultado bastante cara. De hecho, la familia calcula que ha llegado a gastar hasta 8 mil pesos a la semana en veterinarios y unos 100 dólares en costales de comida.
Como no son una asociación civil, no reciben recursos de ninguna institución pública ni tampoco privada, de modo que ellos absorben todos los gastos sin importar los costos colaterales que supongan: zapatos y sillones dañados, rasgados por los colmillos de los canes, por ejemplo.
“Pero son cosas y nada más”, comenta despreocupada Iliana. “Yo estoy muy feliz con lo que hago y no me interesa. Las personas que me aprecian saben del amor”. (Fernando Aguilar / El Diario)

faguilar@redaccion.diario.com.mx

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