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Gana devotos culto a la Santa Muerte

Fernando Aguilar/
El Diario

2016-02-11

A la Santa Muerte, que tiene tres santuarios en la ciudad, la han ido a visitar jovencitas que quieren dedicarle sus quince años, novios que desean consagrar su matrimonio a ella y parejas infértiles que van a implorarle les dé el hijo que tanto anhelan.
En cinco años han acudido a ella tantos fronterizos como las 500 estatuillas de esta figura que dirigen sus miradas hacia quien entra en el santuario del bulevar Óscar Flores, donde cada una es de un devoto que la custodia y se la ha puesto ahí para agradecerle por una o más peticiones que, considera, le cumplió.
Repartidas a lo largo del pequeño santuario, estas numerosas efigies que llegan todos los días muestran cómo crece la fe que algunos tienen en la Santa Muerte, como también lo demuestra la inauguración que harán el sábado de un nuevo templo en el Centro, con el que los responsables del lugar buscan desahogar esta creciente demanda espiritual.
Josefina Ramírez, quien ahí oficia una misa los domingos al mediodía, sostiene que aun cuando no es propiamente una religión, este culto gana cada día de uno a dos seguidores, quienes, asegura, se presentan con la esperanza de solucionar un problema al sentirse desesperados.
De acuerdo con la mujer, muchos de los nuevos fieles llegan porque familiares se lo recomendaron, en tanto que otros se acercan porque, desde su convicción personal, desean conocer a la Santa Muerte.
“La gente que ha venido aquí nos ha dicho que es católica o cristiana, pero que se quiere acercar a la Santísima Muerte. La gente después se queda aquí con nosotros”, comenta.
Julio César Díaz tiene 28 años y dice profesar el culto desde hace diez, cuando por casualidad encontró una estampa con la imagen, se dirigió a ella y le pidió que su niña recién nacida librara una serie de complicaciones de salud.
Conforme vio satisfecho ese y otros deseos, el hombre le imploró a la que dice es su “flaquita” otras peticiones, entre ellas que protegiera a su hijo Julio César, quien, afirma Díaz, salió sin un solo rasguño de un atropello que sufrió hace tiempo.
Benito, de 42 años, entrega su tiempo libre a su “niña blanca”. Dice que siente la necesidad de servirle asistiendo a las misas dominicales –a las que según la sacerdotisa acuden entre 100 y 150 personas por semana– hablando con otros devotos y compartiendo experiencias sobre los favores que, asegura, le ha concedido.

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