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Ha estado en el Vaticano más que cualquier Papa

Martín Orquiz/
El Diario

2015-08-27

Valentina Alazraki Crastich era sólo una joven pelirroja con un sombrero de charro en las manos, un micrófono y la compañía de un camarógrafo cuando un día de enero de 1979 se armó de valor, tomó un gran respiro y le saltó enfrente al Papa Juan Pablo II para entrevistarlo, en la víspera del primer viaje que haría a México el líder mundial de los católicos.
“Hasta dónde hemos llegado”, exclamó el jefe de protocolo del Vaticano, un monseñor al que describe como “muy estirado”, al verla abalanzarse hacia el pontífice.
La periodista mexicana de 24 años había roto con los esquemas establecidos entonces, que marcaban que las corresponsalías en el Vaticano eran sólo para hombres en edad madura. Además, ninguno hablaba de forma directa con el Sumo Pontífice.
"Para el jefe de protocolo yo era de ciencia ficción… Pensé: me van a correr, me van a quitar la acreditación a mí y al camarógrafo, pero decidí voltear a ver a Juan Pablo y estaba sonriendo, como muy divertido por esta escena… eso me dio valor. Fue cuando le entregué el sombrero y le pedí que me dijera cómo se sentía en la víspera de su primer viaje a México”, menciona.
Ahora, a los 60 años de edad y a 41 de que comenzó su labor profesional, Alazraki Crastich visitó Ciudad Juárez para compartir las experiencias vividas al documentar las actividades pontificias de Paulo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y, en la actualidad, Francisco.
“Cuando yo llegué (en 1974) no había mujeres corresponsales ni jóvenes, realmente fue difícil abrirme paso dentro del Vaticano, era un mundo totalmente masculino y de los vaticanistas, que son los corresponsales que cubren el Vaticano, eran todos hombres mayores. Yo tenía 20 años y era mujer”, recuerda, sentada detrás de un escritorio que facilitó uno de sus compañeros de Televisa Juárez, donde se acomodó para desarrollar la entrevista con El Diario.
Al principio, expresa, trabajar en la cobertura noticiosa del Vaticano le parecía algo imposible de lograr, pero para penetrar el inescrutable mundo interior del Papado contó con un gran e inesperado aliado: el mismo Juan Pablo II, quien decidió viajar a México casi inmediatamente después de ser ungido como el máximo líder católico.
La periodista recuerda que el polaco era un Papa tan sencillo, humano y abierto que fue quien abrió el Vaticano a los medios de comunicación, porque hasta entonces ningún periodista se acercaba a la cabeza de la Iglesia católica, no había ruedas de prensa ni declaraciones.
“Yo le salté detrás de unas matas con un sombrero de charro, se le quedó grabado y eso me abrió paso, pero él era así, yo nunca habría hecho eso con un Papa diferente. Ni con Benedicto ni con Paulo VI jamás se me hubiera ocurrido esconderme detrás de matas con un sombrero, micrófono y camarógrafo”, declara mientras recibe los flashazos de las cámaras fotográficas.
Considera que Juan Pablo II era como es ahora Francisco: muy sencillo, cálido y bromista, lo que todos pueden percibir.
“Claro, es un ser humano y a nosotros (los periodistas) nos toca adivinar su personalidad y hasta dónde puedes llegar”, dice la mujer que profesa la religión católica porque su madre lo era, mientras que su padre practicaba el judaísmo. Debido a su apellido, de forma constante le preguntan si se convirtió por Juan Pablo, ya que cubrió su Papado desde el inicio hasta el momento de su muerte. Ella siempre les aclara: “Nací católica”.
Pero, en verdad, Juan Pablo II sí marcó su vida debido a la obra que desplegó a lo largo de 27 años como Papa y que ella atestiguó desde el 16 de octubre de 1978 hasta el 2 de abril de 2005, cuando el jerarca falleció.
“Con Juan Pablo II vimos todo, derrumbó muchos muros dentro del Vaticano; por ejemplo, la misma comunicación con los medios. Viajar con él era como estar con un líder carismático, político y diplomático, porque a él le tocó la Guerra Fría, le tocan dos bloques, su experiencia en la guerra, el comunismo, el nazismo, trae este bagaje y piensa que a él –de alguna manera– le toca por vía religiosa, no política –aunque a veces las dos se mezclan–, llegar a acabar con el Muro de Berlín”, expresa.
Esa primera fase de su carrera fue, desde el punto de vista profesional, impactante porque presenció cómo iba haciendo historia y realmente experimentó junto a él eventos extraordinarios, por ejemplo, su primer viaje a Polonia como Papa.
“Te das cuenta, ahora viéndolo, que ahí comienza a desmoronarse el Muro de Berlín, era 1979 y se tardó 10 años, sin tirar ni una sola gota de sangre lo logró. Mijail Gorvachov reconoció que sin la intervención del Papa no se hubiera dado así, probablemente más tarde y a lo mejor con sangre”, dice convencida.
Esos hechos fueron de los más impactantes desde el punto de vista histórico, pero hubo muchos otros momentos similares, como la primera visita de Juan Pablo II a Fidel Castro, algo que jamás alguien podría haberse imaginado.
Cuba era el único país latinoamericano que el Papa no había visitado porque su presidente no se atrevía a invitarlo, tenía miedo de que lo ocurrido en Polonia se repitiera en Cuba.
La periodista, que hizo una carrera y una vida “cubriendo” al Vaticano cuando pensó que no duraría mucho ahí, menciona que seguirá documentando la trayectoria de Francisco siguiendo las reglas periodísticas que ha ejercido a través de los años.
“A mí me enviaron allá para informar, no para opinar, yo no soy editorialista, yo soy reportera. Como me pidió don Jacobo Zabludovsky: ‘Tú ve ahí y me cuentas lo que ves y lo que oyes’; no me dijo: ‘Ve y opina’. Esa fue la primera lección de periodismo que me dio él”, cuenta mientras sus anfitriones apuran a que termine la entrevista porque Valentina tiene que seguir con el itinerario que desarrolló ayer en esta frontera. (Martín Orquiz / El Diario)

morquiz@redaccion.diario.com.mx

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