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Del asesinato de su hija saca coraje para auxiliar a madres en juicio histórico

Blanca Elizabeth Carmona/
El Diario

2015-07-05

De ama de casa y empleada de maquiladora, Norma Ledezma Ortega se transformó en una activista social que en Ciudad Juárez es una de las primeras personas que se constituye –sin ser abogada– como coadyuvante o colaboradora del Ministerio Público en un juicio oral de feminicidio.
El 29 de marzo del 2002, Norma recibió el cuerpo de su hija Paloma en un ataúd blanco… tenía 16 años, había salido de su casa para ir al Centro de la ciudad de Chihuahua a estudiar un diplomado en computación, pero ya no regresó. Fue violada y su cuerpo se encontró tirado como basura cerca del C-4 de la capital del estado, cuenta Norma al recordar que apenas hace tres años pudo ver las fotografías tomadas al cadáver.
Este hecho cambió la vida de Norma.
“Frente a su ataúd yo hice una promesa: no parar, no descansar de día o de noche hasta encontrar justicia, se lo juré. Le juré que si no pude cerrar sus ojos, ni tomar sus manos entre las mías para encaminarla a ese viaje sin regreso, mi vida no sería igual. Ella era mi hija mayor, ella me enseñó a ser madre y alguien le había quitado la vida. Pero no solamente ese alguien era culpable sino también el sistema de justicia, hoy le doy nombre: las procuradurías pero en ese tiempo no sabía”, expresa Norma.
En esos 27 días que Norma estuvo buscando a su hija, seis familias se acercaron a ella porque estaban en la misma situación y el 18 de marzo de ese año juntas realizaron la primera de un sinfín de manifestaciones, y fueron recibidas por el entonces gobernador Patricio Martínez García.
Después de que localizó a Paloma Escobar Ledezma, Norma decidió ayudar a las otras familias y buscar a los responsables del crimen de su hija aunque sólo contaba con educación primaria y no sabía ni qué era un agente del Ministerio Público, una carpeta de investigación, un peritaje o un rastreo.
“La muerte de Paloma me dio a luz lo que hoy soy, me parió. Yo ya la había encontrado, la tenía ahí en una caja, yo sabía que era ella. Seis mamás estaban conmigo porque sus hijas no habían aparecido todavía, cuatro tenían un año buscándolas y dos madres dos años y ahí dejé de llorar y me hice un corazón de hierro para enfrentar al enemigo más grande que es el monstruo de la injusticia. Ese es el enemigo más grande, más que los malandros, ellos son esos malandros, malditos, pero el sistema era incapaz de hacer la función que le correspondía”, afirmó con una profunda convicción.
A la par de su trabajo como líder de grupo en una maquiladora, Ledezma habilitó la recamara de su hija como oficina y comenzó a atender otros casos de feminicidio; comenzaron las reuniones periódicas de los familiares de víctimas y de forma empírica llevaron a cabo rastreos y se presentaban en las oficinas de la Fiscalía General del Estado, entonces Procuraduría, para exigir acceso a los expedientes.
“Yo empecé de arriba para abajo. En marzo del 2003 fui a la ONU, a Suiza, a llevar más casos no sólo el de Paloma, tocando puertas, batallando, se pudo. En diciembre de ese año el caso de Paloma fue presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por ser emblemático, con evidencias de corrupción, negligencia y violación de derechos humanos”, contó.
A la par de su trabajo como activista, Norma comenzó a cursar la educación secundaria en el sistema abierto. En 2005 se constituyó como asociación civil Justicia para Nuestras Hijas de la que actualmente Ledezma es coordinadora general y en 2007 la Comisión Interamericana determinó que efectivamente hubo violaciones en el caso Paloma y emitió una serie de recomendaciones al Estado Mexicano y por ello contrataron a unos peritos colombianos, con quienes Norma aprendió a analizar una carpeta de investigación.
“En 2008 empiezo a constituirme como coadyuvante de todas las carpetas que tenía Justicia para Nuestras Hijas, porque aunque sabía que profesionistas lo hacían, no eran de tiempo completo. El Código Penal del Estado nos limita, pero nos fuimos a los tratados internacionales, y los familiares me dan el nombramiento de coadyuvante y la Fiscalía lo acepta”.
“Empezamos a revisar carpeta tras carpeta y a hacer una dinámica: preguntar quién era responsable de cada investigación, qué actividad iba a hacer, quién la iba a realizar y cuándo nos íbamos a reunir para ver resultados. Esta mecánica es idónea para dar continuidad, porque las familias iban a levantar el reporte pero el agente del Ministerio Público que tiene por decir algo 50 carpetas más, les dice ‘yo le hablo si hay alguna novedad’ y esa carpeta se queda inactiva, no se le da seguimiento y con nuestra presencia se garantizaba la continuidad y es lo que hacemos hasta ahorita”, explicó.
En 2009 Norma cursó la preparatoria abierta y luego inició la licenciatura en Derecho, porque aunque ya participaba como coadyuvante en la etapa de investigación no podía intervenir ante un Tribunal.
“Ahora tenemos las objeciones naturales, la defensa argumenta que yo no soy abogada y mi respuesta es que el Código Penal del Estado es menor a la Constitución Mexicana y a los tratados internacionales que el Estado Mexicano ha signado además mi prueba se desarrolla por medio del Ministerio Público para que no sea motivo de objeción y se le da el valor probatorio necesario por parte del Tribunal”, refiere.
Luego explica que sus argumentos los funda en la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra La Mujer conocida como Convención de Belém do Pará y de la Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (Cedaw).
Aunque no ha encontrado a los responsables del homicidio de su hija, Ledezma Ortega ha participado en más de 100 carpetas como coadyuvante en la etapa de investigación y en 72 en la fase de judicialización o ante un Tribunal. Uno de estos procesos es el “megajuicio” que se sigue contra seis hombres sospechosos de haber secuestrado al menos a 11 mujeres para prostituirlas y después privarlas de la vida y cuyos cuerpos se localizaron a principios del año 2012 en el Arroyo El Navajo.
“Es cierto no he encontrado a quién mató a Paloma y tal vez nunca lo pueda encontrar y por eso no me pueda alejar de esto. Pero he encontrado a otras jóvenes, a unas vivas y de otras sus cuerpos, y tenemos un lema, nos pregunta hacía dónde vamos y la respuesta es hacía que todas las palomas vuelvan a su nido”, concluyó. (Blanca Elizabeth Carmona/ El Diario)

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