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Velan familiares a Noemi en El Rosario, Ecuador

Andrés Carpio De El Telégrafo para El Diario

2014-04-13

El Rosario, Ecuador— Noemi llegó a su casa. Tardó un mes en cruzar más de 6 mil kilómetros desde su natal Ecuador a Ciudad Juárez; casi el mismo tiempo que transcurrió para que su cuerpo llegara en un ataúd de madera a la casa del mismo material que abandonó con la intención de llegar a Estados Unidos.
Los restos mortales de Noemi Álvarez Quillay, de 12 años y quien falleció en el albergue La Esperanza en esta ciudad, llegaron en un féretro hasta el hogar de sus abuelos maternos, Cipriana Quillay y Jesús Guamán, donde ya son velados.
El cuerpo llegó de Guayaquil cerca de las 22:00 horas del sábado pasado y fue recibido por sus familiares.
Amigos y vecinos de la menor con muestras de  tristeza realizaron una caminata hasta el sector de El Rosario, en el cantón Tambo de la provincia del Cañar, para acompañar a los deudos al funeral de la niña.
Como se acostumbra a recibir a los migrantes muertos en su intento por alcanzar el llamado “sueño americano”, el ataúd fue colocado en medio de una habitación con techo y piso de madera y paredes blancas, sobre uno de los muros están colgados los diplomas, reconocimientos y una medalla, que Noemi ganó en la escuela.
Era buena estudiante, a decir de sus compañeros de clase.
En la habitación contrasta el color rojo de las rosas que rodean el féretro de madera.
Ayer, eran pocos los familiares que acompañaban a la niña, aunque se esperaba que en la noche llegarán más amigos y vecinos para la velación.
Afuera, en el patio de la propiedad  unos allegados preparaban una vaca para dar de comer a los que iban llegando al servicio funerario. Ahí todos saben que  Noemi fue encontrada muerta en un albergue de esta frontera.
Llegó a ese lugar después de que agentes de la Policía Estatal Única frustraran su intención de ingresar en forma indocumentada a los Estados Unidos,en donde radican sus padres.
“Es una pena lo que le ha pasado a la niña”, mencionó Luis Zaruma, un vecino de Noemí, mientras colaboraba en la preparación de la carne del ternero que los abuelos de la niña sacrificaron para alimentar a los solidarios visitantes, acto  característico en la zona cuando se alguien fallece.
Los abuelos de la menor mantuvieron hermetismo total con la prensa, pues se conoció que la Fiscalía local les habría recomendado mantenerse  en silencio sobre el viaje de la niña, debido a que podrían entorpecer las investigaciones.
Incluso ayer no permitieron el ingreso de cámaras a la sala en la que se velan los restos de Noemí.
En esta comunidad los funerales de migrantes ya no causan sorpresa.
“Hace años también murió una vecina que se estaba yendo a Estados Unidos, dicen que fue porque estaba gordita y no pudo correr para avanzar (por la frontera)”, mencionó Félix Delgado, morador del sector.
Según el jefe político de El Tambo, Cristobal Chogllo, desde hace 30 años la gente de las distintas comunidades del cantón han sido creyentes de la migración. Actualmente en el cantón habitan unas 10 mil personas, de las cuales un 60 por ciento es de comunidades indígenas. “La mayoría de ellas son víctimas del coyoterismo”, acotó.
Noemi, según sus amigos, se caracterizó por ser una excelente estudiante en la escuela 20 de Agosto, en la que llevó el pabellón nacional.
La bandera de su país la acompañó durante su viaje de regresó a casa. En un gesto nacionalista, la Cancillería de Ecuador colocó el estandarte sobre el cajón de madera.
Alrededor de la escuela a la que asistió la niña hay decenas de casas; unas antiguas, elaboradas de adobe, y la mayoría de ladrillo y con terminados de lujo.
Los nuevos inmuebles pertenecen a personas que han migrado hacia Estados Unidos, dejando atrás a sus familias.
“Pero esto es un círculo: se van los papás y ellos luego se los llevan a los hijos”, comentó Chogllo.
“Esa casa abandonada cerca a la escuela pertenecía a Rosa Pichisaca, pero la dejó porque se fue a vivir en la casa de la hija que está allá (EU)”, dijo  A. Z, de 12 años, amiga de Noemi.
“La gente viaja a Estados Unidos porque no se gana nada en la venta de los productos que tenemos de las tierras. Uno tiene que cargar 30 libras de papas para ir al mercado y allá pagan solo 4 dólares por todo y eso no avanza para los hijos”, dijo resignado Zaruma, un hombre de 50 años, quien a pesar de los riesgos ha pensado migrar.  (Con información de Luz del Carmen Sosa/El Diario)                                        

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