Internacional

Amenaza Bolsonaro sacudida geopolítica

Agencias

2018-11-19

Río de Janeiro— Una montaña rusa de emociones fuertes. Eso es lo que promete el presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, para la política externa cuando ni siquiera empezó a gobernar.

Antes de tomar posesión el próximo 1 de enero, el ultraderechista perfiló ya algunas de sus futuras políticas como su idilio con Estados Unidos e Israel, el disgusto en el mundo árabe, la desconfianza hacia China y la ruptura total con Cuba y Venezuela.

La sintonía con Donald Trump, con quien tantas veces se ha comparado al brasileño, es total: Bolsonaro seguirá los pasos de Estados Unidos y trasladará la Embajada de Brasil en Israel de Tel Aviv a Jerusalén.

También prometió revisar la situación de la Embajada de Palestina en Brasilia, dado que considera que está demasiado cerca del Palacio del Planalto, sede del Gobierno.

Poco después de anunciar el traslado de la sede diplomática, el ultraderechista añadió que no quería causar ninguna polvareda, pero casualidad o no, días después el Gobierno de Egipto canceló a última hora una visita que el actual Canciller iba a realizar al país.

Históricamente, Brasil siempre había optado por la neutralidad en el conflicto de Medio Oriente y había emplazado a Israel y Palestina a negociar en el marco de las Naciones Unidas.

El futuro presidente ha demostrado que, además, no le tiene mucha simpatía a ideas como el multilateralismo, un punto de vista que comparte el próximo Canciller, el joven diplomático Ernesto Araújo.

"Quiero ayudar a Brasil y al mundo a liberarse de la ideología globalista. El globalismo es la globalización económica que pasó a ser pilotada por el marxismo cultural. Es un sistema inhumano y anticristiano", escribió en uno de sus recientes textos.

En tanto, para el diputado Luiz Philippe de Orleans, del Partido Social Liberal, al que pertenece Bolsonaro, Brasil debe dar un giro radical.

"Queremos asociarnos con países que abracen nuestros mismos valores, no con dictaduras y países donde no haya libertad de prensa (...) salir del modelo autoritario de países pobres y en vías de desarrollo y mirar a estados más abiertos", aseguró el congresista a REFORMA.

Varios analistas coincidieron en que la marcada línea ideológica del futuro Gobierno puede volverse en contra de Brasil.

"Puede que algunas relaciones bilaterales se vean más privilegiadas, pero Bolsonaro no podrá dejar de lado a países como China. Sería tirar piedras contra su propio tejado (...) creo que será difícil que su entorno de economistas neoliberales no se posicione; habrá una disputa interna entre ciertos discursos para agradar a su electorado y los intereses económicos", explicó Cristina Martins dos Santos, profesora de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC).

China, principal socio comercial de Brasil y comprador de sus materias primas, manifestó su preocupación cuando Bolsonaro criticó la voracidad del gigante asiático por sus inversiones en Brasil, asegurando que la compra masiva de terrenos, por ejemplo, ponía en riesgo la soberanía nacional.

Éstas y otras declaraciones generaron cierto malestar, y Bolsonaro tuvo que recibir al embajador chino en su casa de Río de Janeiro para limar asperezas.

Las tensiones con China no son nada comparadas con el conflicto desatado con Cuba, enemigo declarado desde el inicio al considerarlo como la amenaza comunista, pieza central en el discurso del nuevo Presidente.

La semana pasada, la isla caribeña anunció el fin de su participación en el programa social Más Médicos, creado por la ex Presidenta Dilma Rousseff para llevar asistencia sanitaria a las regiones más pobres y aisladas de Brasil.

Ante el déficit de médicos brasileños se recurrió a 16 mil médicos latinoamericanos, más de la mitad de ellos cubanos.

El Gobierno de la isla anunció la salida de sus profesionales de Brasil por las declaraciones que consideró denigrantes y amenazantes por parte de Bolsonaro.

Debido al enfrentamiento con Cuba, 28 millones de brasileños, en su mayoría de las clases más bajas y castigadas, se quedarán sin acceso a la sanidad pública, según un recuento de la Confederación Nacional de Municipios de Brasil.

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