Internacional

La exoneración por dos asesinatos que impactó a Rusia

The New York Times

2018-09-12

Moscú- Cuando Yana Gurcheva y Galina Katorova fueron arrestadas por apuñalar a muerte a sus esposos con cuchillos de cocina, después de soportar años de violencia doméstica, los casos de homicidio apenas generaron olas en los medios rusos.
Pero este año detonaron una discusión a nivel nacional cuando tribunales de apelaciones en extremos opuestos del país hicieron lo que anteriormente era impensable: exoneraron a ambas mujeres.
Para un país que despenalizó algunas formas de violencia doméstica en 2017, las declaraciones de los distintos tribunales de que las mujeres habían actuado en legítima defensa por temor a perder la vida resultaron impactantes, por no decir sin precedentes.
“Aquí, siempre se acusa a la mujer; por alguna razón el agresor siempre recibe la empatía de las personas”, comentó Yelena Solovyova, abogada defensora de Katorova en Najodka, cerca de Vladivostok en el extremo este del país. “Para mí, fue una victoria ideológica, pues por primera vez el tribunal supo que no se puede culpar a la víctima, que no se le puede transferir toda la responsabilidad a la mujer”.
Los veredictos evidenciaron lo que ha sido un largo conflicto entre dos facciones respecto al tema de la violencia doméstica. Por un lado, están quienes creen que el Estado ignora el problema de una forma escandalosa al permitir que empeore al ofrecer poca o nula protección jurídica o física a las innumerables víctimas.
Por otro lado, los conservadores, en alianza con la Iglesia ortodoxa rusa, arguyen que, de acuerdo con los “valores familiares tradicionales” apoyados por el presidente Vladimir Putin, el Estado no debe interferir en los asuntos privados del hogar.
“El hecho de que un hombre golpee a su mujer resulta menos ofensivo que humillar a un hombre”, comentó a reporteros en 2016 Yelena Mizulina, la legisladora que dirigió el esfuerzo para despenalizar la violencia doméstica. Añadió que era “obligatorio” que una mujer respetara a su esposo por ser la “autoridad” dentro del matrimonio.
Mientras que antes los agresores debían cumplir una condena de dos años en prisión, con el nuevo estatuto ahora se enfrentan únicamente a quince días tras las rejas, a una multa máxima de 440 dólares o a entre 60 y 120 horas de servicio comunitario. Esa es la sentencia por cometer cualquier acto en contra de una esposa o un hijo que ocasione moretones o hemorragia, mas no fracturas, siempre y cuando no suceda más de una vez al año.
La ley no contemplaba situaciones graves comunes que enfrentan mujeres como Gurcheva y Katorova.
Gurcheva, una ingeniera de 37 años, realizaba cálculos de gastos para una empresa constructora. Su esposo, Vasily Yurchik, un ucraniano de 40 años, trabajaba en varios proyectos de construcción. En su juventud fue un hombre inteligente y atlético, pero con el tiempo se convirtió en un alcohólico amargado y comenzó a golpearla.
“Todo fue gradual”, dijo en una entrevista en la oficina de su abogado. “Una espera que las cosas mejoren, pero ahora ya sabemos cómo termina todo”.
La noche de los sucesos, al despertar del estupor de la embriaguez y descubrir que Gurcheva solo había preparado cena para ella, comenzó a golpearla y estrangularla. Agitando las manos en busca de algo con qué golpearlo, tomó un cuchillo y lo apuñaló en la parte superior del pecho.
“Temí por mí y por mis hijas”, contó. “Se me agotó la paciencia y quise golpearlo con algo, lo que fuera. Si hubiese encontrado un juguete sobre la mesa, lo habría golpeado con eso. Ni siquiera miré lo que había ahí. Resultó ser un cuchillo”.
Mientras él se apartaba estupefacto, ella limpió unas manchas de sangre en el piso para que sus dos hijas pequeñas no las vieran. Llamó a una ambulancia, pero para cuando llegó junto con la policía, aproximadamente veinte minutos después, Yurchik ya estaba muerto.
El cuchillo había penetrado más de 10 centímetros y había cortado una arteria.
En el juicio, el fiscal argumentó que Gurcheva era culpable de homicidio por no salir huyendo del departamento durante la pelea. En casos de este tipo, esa es una acusación habitual.
El tribunal ignoró el hecho de que su esposo se había interpuesto entre ella y la puerta del estudio y que ella no quiso abandonar a sus dos hijas pequeñas con un ebrio colérico. Su sentencia fue rápida y usual: seis años.
En la apelación de Gurcheva, su abogado, Aleksandr Fomin, superó el problema frecuente de la falta de testigos haciendo declarar a la mayor de las hijas, Daria, de 4 años.
La niña pronunció frases sencillas, dijo Fomin, parafraseándola. “Mamá y papá pelearon. Dijeron groserías. Peleaban muy seguido. Esta vez, papi agarró del cuello a mami y la estranguló. Mami le dio con un cuchillo”.

La duma estatal votó en 2017 para eliminar la responsabilidad penal por agresión hacia familiares cuando no hubiera daño físico. Credit Alexander Zemlianichenko/Associated Press
Katorova, de 40 años, también tuvo suerte de tener un testigo.
Un vecino que estaba presente cuando comenzó la pelea trató de separar a la pareja antes de que el esposo de Katorova, Maxim Katorov, lo alejara bruscamente. El vecino se fue hacia un balcón. Desde ahí pudo ver a Katorov golpear a Katorova antes de intentar asfixiarla con una soga, hasta que ella logró responder al ataque con un cuchillo que poco antes se había usado para cortar queso.
En un inicio la sentenciaron a tres años, una condena bastante reducida en comparación con los estándares rusos.
Ante estos dos casos sumamente publicitados en los medios, algunos funcionarios de alto rango de la policía y el poder judicial se han unido a los clamores de los defensores de los derechos de las mujeres en un llamado para volver a penalizar la violencia doméstica, con el argumento de que la modificación había fomentado más abusos y confianza para delinquir por parte los agresores.
“Los hombres han comenzado a creer que pueden golpear a una mujer y lanzar unos cuantos billetes sobre la mesa”, afirmó Solovyova, quien se especializa en casos de violencia doméstica.
Las estadísticas de la violencia doméstica son infamemente inexactas. En 2016, el último año previo a la ley de despenalización, el gobierno registró más de 65.500 delitos de violencia doméstica, casi 50.000 de ellos en contra de mujeres.
Los defensores de los derechos de las mujeres creen que la violencia doméstica afecta a casi el 30 por ciento de los hogares en Rusia, al igual que en muchos otros países, dijeron, solo que Rusia no atiende el problema.
“Es muy difícil explicar en Rusia que la violencia doméstica no es un conflicto familiar sino violencia”, explicó Marina Pisklakova-Parker, fundadora del Centro Nacional para la Prevención de la Violencia, también conocido como ANNA (por su sigla en ruso). “Nuestro problema principal es la falta de un sistema de respuesta”.
Algunas figuras liberales de la Iglesia han contribuido a abrir refugios, pero la cantidad es insuficiente. No existen instrumentos jurídicos, como órdenes de alejamiento, para las mujeres que buscan protección por parte de las agencias policiales y hay muy pocas probabilidades de que se creen en un futuro inmediato.
Los opositores afirman que dichos instrumentos jurídicos socavarían el rol del esposo y, por tanto, a “las familias tradicionales”. Arguyen que cualquier ley similar es un intento de imponer los valores liberales occidentales y así destruir las costumbres rusas, uno de los temas predilectos entre los simpatizantes de Putin.
“Para nosotros el problema de la desigualdad de derechos no existe”, dijo Anna Kislichenko, una bloguera conservadora, en una entrevista. “Las mujeres rusas creen que aquí cuentan con igualdad ante la ley”.
Las víctimas de violencia doméstica y los activistas desestiman ese discurso y aseguran que la despenalización ha provocado que la policía y las agencias de servicios sociales se muestren aún más reticentes a intervenir.
Por ejemplo, en su juicio, Gurcheva afirmó que llamó a la policía varias veces, pero que nunca acudieron a su llamado. Katorova dijo que completó reportes policiales en dos ocasiones, pero que los oficiales locales la persuadieron de retirar los cargos, en lugar de enviar a su marido a la cárcel.
Los activistas aseguran que la idea de que en Rusia las mujeres cuentan con igualdad ante la ley es un cliché heredado de la extinta Unión Soviética, en especial en el tema de la violencia doméstica. Varias organizaciones que se han centrado en este tema, incluyendo al Centro Nacional para la Prevención de la Violencia, han sido etiquetadas como “agentes extranjeros” y han obligado a algunas a cerrar.
Los tribunales reflejan la postura dominante. En el juicio de Katorova, el testimonio de confirmación provino, de manera inesperada, de su suegra, quien buscaba obtener una compensación financiera por la muerte de su hijo. Por supuesto que él la golpeaba, testificó, pero Katorova se lo merecía porque estaba demasiado celosa de su trato con otra mujer, luego de que él le había sido infiel en al menos una ocasión.
Pisklakova-Parker, de ANNA, dijo que “desde hace mucho tiempo los rusos esperan que las mujeres no se quejen ante estas situaciones para que la familia no se desintegre. Si una familia está enferma emocionalmente, es culpa de la mujer”.
Sin embargo, hay señales de que algunas conductas están cambiando.
En una encuesta dada a conocer en agosto, casi el 55 por ciento de los participantes opinó que la violencia doméstica debería ser un delito penal en Rusia, más del 24 por ciento estuvo a favor de la despenalización y casi el 21 por ciento no estaba seguro.
En la encuesta, llevada a cabo por Public Opinion Foundation, el 79 por ciento de los encuestados describió como “injustificable” la violencia en cualquier discusión doméstica. La encuesta, en la que participaron 1500 personas, tuvo un margen de error de 3,6 puntos.
Finalmente, Katorova pasó un año en la cárcel, separada de su hija mientras su caso se analizaba en los juzgados. Durante nueve meses, Gurcheva vivió con otras cincuenta mujeres en una celda en el Centro de Detención Número Seis de Moscú.
“Espero no ser la única en estas circunstancias”, dijo Gurcheva. “Hay muchas mujeres que terminan en la misma situación y que, por desgracia, son acusadas de homicidio y reciben sentencias de muchos años de cárcel”.
“Si esto logra algún cambio”, dijo, “será algo muy bueno”.

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