Internacional

Cáncer y dolor: huyó tras enterarse del diagnóstico para no ser carga

The New York Times

2018-08-23

Tang Chunwu salió de su habitación en una precaria hospedería después del amanecer. Era el comienzo del día 92 en la búsqueda de su hijo.
Serpenteando por una ruta trazada con el fin de llevarlo por las partes más concurridas de la ciudad, Tang se detuvo para poner afiches y preguntar si alguien, quien fuera, había visto al joven de rostro redondo y anteojos. El póster describía a su hijo con frases breves: se llama Tang Gongwei, tiene 26 años, mide 1,73 metros.
También describía por qué está desaparecido. Descubrió que tenía cáncer de estómago. No quería ser una carga para sus padres. Sintió que su única opción era huir.

La búsqueda de Tang ha cautivado a China en parte debido a una ironía cruel: su hijo no era un trabajador común como él, sino un farmacéutico empleado en el extenso sistema de atención médica en China. Lo más lógico era que si alguien pudiera recibir tratamiento, sería alguien como él.
“El trabajo manual era difícil y agotador, pero nada se compara con lo que estoy lidiando ahora”, dijo Tang, un campesino de 55 años cuyo hijo heredó su barbilla y sus pómulos.
Casi una década después del despliegue de un ambicioso proyecto de reforma al sistema de salud, con un costo de 130.000 millones de dólares, millones de personas no pueden pagar los tratamientos necesarios para enfermedades graves. La cobertura de seguros para las enfermedades graves como el cáncer es baja y muchos medicamentos relacionados con el cáncer no cuentan con cobertura alguna. Los gobiernos locales, sin efectivo, a veces no pueden rembolsarles el dinero a los pacientes.

“El sistema chino de atención médica debe encontrar una manera de reducir sus costos”, dijo Li Ling, un profesor de Economía en la Universidad de Pekín que asesora al gabinete de China respecto a la reforma médica. “Es demasiado costoso ahora y ha superado lo que puede pagar la mayoría de la gente común y corriente”.
Los diagnósticos de cáncer en China están en aumento y la tasa de sobrevivencia es baja. En 2015 se diagnosticaron cerca de 4,3 millones de casos de cáncer: casi doce mil casos al día. Eso es casi el doble de la tasa de hace cinco años, de acuerdo con cifras oficiales.
En las zonas rurales de China, donde vive el 41 por ciento de la población, solo cerca de una quinta parte de los pacientes con cáncer sobrevive cinco años después de su diagnóstico. En las zonas urbanas, sobrevive cerca del 40 por ciento, de acuerdo con el Centro Nacional de Investigación y Prevención de Cáncer de China. En Estados Unidos, en contraste, más de dos tercios superan ese periodo.
La desaparición de Tang Gongwei tuvo gran cobertura en los medios chinos y en algunos se dijo erróneamente que era médico. El hecho de que era un profesional de la salud detonó el debate en internet y muchos usuarios dijeron que ellos también se irían porque no querrían ser una carga para sus padres.
Como muchos otros niños chinos, Tang Gongwei creció sin hermanos. Los funcionarios locales imponían con fervor las reglas de planeación familiar y destruían las casas de parejas que tenían más de un niño, de acuerdo con su madre, Liao Mandong.
“Por lo menos si tenías una niña, te permitían tener otro”, comentó. La política de un solo hijo en China permitía que los residentes rurales tuvieran otro bebé si la primera era niña, a diferencia de los padres que vivían en zonas urbanas.
Desde el principio, los Tang vieron que su hijo era introvertido y estudioso. Se inscribió en el prestigioso bachillerato Yali, uno de los mejores de China, en la ciudad de Changsha.
Después de la graduación, se unió al personal de un hospital público en la ciudad de Hengyang como farmacéutico. Tenía seguro médico por parte del hospital, pero ganaba poco más de 300 dólares al mes.
El 15 de febrero, Tang Gongwei le dijo a su padre que tenía cáncer de estómago. Se disculpó en repetidas ocasiones con sus padres por contribuir a sus preocupaciones. Tang, que ganaba poco más de 150 dólares al año cultivando arroz, le dijo que no se preocupara y que estaba dispuesto a pedir dinero prestado.
Sin embargo, Tang Gongwei no podía vivir así. El 21 de febrero, puso una carta encima de su almohada. En ella, les pidió a sus padres que lo perdonaran.
“Si dejo a mis padres no solo a que superen el duelo de haber perdido a su hijo, sino también sufriendo problemas financieros en sus últimos años, estaría cometiendo un pecado sin perdón”, escribió. “Aunque muriera más de diez mil veces”.
Posteriormente, Tang descubrió que su hijo había comprado un boleto a Zhangjiajie, un lugar turístico popular en China central con el etéreo paisaje montañoso que, según muchos en China, se parece al exitoso filme hollywoodense Avatar. Él y su esposa recorrieron partes de la ciudad sin resultado alguno.
La única pista de que su hijo aún estaba vivo llegó cuando su tío marcó el número del celular de Gongwei el 16 de mayo. Alguien contestó el teléfono, que antes había estado apagado. Se escuchó ruido y después, nada.
Cuando los Tang escucharon eso, de prisa fueron otra vez a Zhangjiajie. Era la sexta vez en tres meses que habían ido a la ciudad. Tang sentía que su hijo aún debía estar ahí.
En una televisora local, los padres llamaron a la policía para pedir ayuda con la búsqueda de su hijo. La policía se negó a buscar en los registros telefónicos de Tang Gongwe, al alegar privacidad. 
Se dio cuenta de que el icono de una flecha aparecía al lado de varios de los mensajes de texto que le había mandado a diario a su hijo. Cree que eso significa que los mensajes se han recibido.
“Eres hijo del cielo”, escribió Tang en uno de esos mensajes. “Hay gente buena que te ayudará en esta calamidad, pero debes tener seguridad y determinación para sobrevivir esta catástrofe”.
“Te destruí, hijo”, le escribió en otro. “No he cumplido con la responsabilidad de ser padre. Pasé todo este tiempo tratando de ganar dinero y no tuve tiempo para hablar contigo”.
En los tres meses después de la desaparición de su hijo, Tang ha pasado casi todos los días imprimiendo carteles, hablando con gente que cree haberlo visto y respondiendo las preguntas de los reporteros.
Todo este tiempo, Tang les había rogado a las autoridades que lo ayudaran. Ahora, decidió que su mejor opción era acudir a la emisora dirigida por el Estado en Zhangjiajie.
A Luo Heng, el gerente general de la sección de nuevos medios de la emisora, le sorprendió escuchar que la pareja aún no había encontrado a su hijo. ¿Qué no habían mandado algunas pistas varios lectores del sitio web de la emisora?
Tang dijo que en todas había resultado ser otra persona. Luo les prometió volver a transmitir la historia y animó a Tang a ir a la policía.
Los Tang después caminaron poco más de 3 kilómetros para llegar a una estación de policía. Un oficial le dijo a Tang que no podía rastrear los registros telefónicos de su hijo por motivos de privacidad.
La policía, dijo, no podía clasificarlo como persona extraviada porque Tang Gongwei “se fue voluntariamente de casa”.
Casi era de noche cuando los Tang regresaron a su habitación rentada en la hospedería, al lado de un mercado de pollo y pescado. Estaban exhaustos. Sus ahorros de unos 3000 dólares casi se habían agotado. Pero su búsqueda continuaría.
“Era un buen hijo”, dijo Tang sobre Tang Gongwei. “No le gustaba molestar a los demás”.

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