Reforma
2018-08-19Buenos Aires— Durante 10 años, Oscar Centeno, chófer de un alto cargo de los Gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, apuntó en ocho cuadernos escolares cientos de viajes con bolsos cargados de dinero, producto de presuntos sobornos que empresas constructoras pagaban a cambio de contratos con el Estado.
Los cuadernos de la corrupción, como los llama la prensa argentina, han destapado una red que involucra a exfuncionarios, empresarios poderosos y hasta jueces, un escándalo sin precedentes que, como el Lava Jato brasileño, amenaza con arrastrarlo todo.
Las notas realizadas por Centeno llegaron en enero a la redacción del diario La Nación y en abril a manos del juez Claudio Bonadio. Tras cuatro meses de análisis, el magistrado ordenó la detención de una veintena de personas, entre ex cargos kirchneristas y empresarios.
El nombre que destacó en las primeras redadas fue el de Roberto Baratta, el número dos del ministro Julio De Vido en el ministerio de Planificación.
Por las manos de De Vido pasaron todas las obras públicas realizadas durante los 12 años de kirchnerismo. Baratta, según se desprende de los escritos de Centeno, era el recaudador del dinero negro, aportado por empresarios dispuestos a pagar para hacerse de contratos millonarios.
En el listado de los pagadores figuran nombres conocidos en Argentina, como Roggio, una de las constructoras más grandes del país, la acería Techint, la española Isolux y la empresa Iecsa, del grupo Macri.
Hasta 2016, Iecsa fue propiedad de Angelo Calcaterra, primo del Presidente Mauricio Macri y actualmente colaborador arrepentido.
En los cuadernos hay detalles obsesivos de los viajes con dinero: horarios, rutas, nombres y hasta el peso de los bolsos cuando le fue imposible calcular cuántos millones de dólares había en su interior.
Pero todo el monumental cúmulo de pruebas pronto quedó pequeño ante la avalancha de delaciones. Los empresarios involucrados cayeron uno a uno, y como en un club cuyo lema era "sálvese quien pueda", buscaron beneficios judiciales. Todos se declararon víctimas de extorsión para justificar los aportes bajo la mesa.
El contenido de cada declaración judicial llegó y llega aún casi de inmediato a todos los medios, los cuales se han cansado de desplegar titulares.
El primer arrepentido de peso fue Carlos Wagner, ex presidente de la Cámara de la Construcción durante el kirchnerismo.
Wagner no dudó en involucrar a decenas de colegas, y el desfile por los tribunales se hizo interminable. Del lado de los cobradores la figura es Claudio Uberti, un hombre clave en la red de sobornos, sobre todo porque en 2007 cayó en desgracia y hoy tiene motivos para vengarse.
Uberti habló de habitaciones repletas de dinero en la casa de Néstor Kirchner, vuelos a la Patagonia con bolsos rebosantes de dólares y hasta bóvedas ocultas.
En todos los casos, las revelaciones transitan por una cuesta ascendente que lleva hasta Cristina Fernández de Kirchner, considera por el juez Bonadio como la jefa de una asociación ilícita para recaudar fondos públicos.
Uberti apuntó directamente contra ella en su declaración y dijo que estaba al tanto de todo. En una carta abierta publicada el viernes, la ex Presidenta acusó al Gobierno de Macri de hacer un evidente manejo extorsivo de la figura del arrepentido con el único objetivo de perjudicarla.
"Los problemas judiciales que tengo (...) son por haber afectado intereses económicos muy poderosos que siempre trataron de obstruir las medidas que llevé adelante en beneficio de las grandes mayorías populares", escribió la ex Mandataria.
En dos semanas, la causa de los cuadernos acumuló 14 detenidos, 13 testigos arrepentidos y 43 imputados.
Pero habrá más, y las consecuencias políticas son aún materia de especulación. La red puso en evidencia un sistema que está podrido, con políticos enriquecidos con dinero público, empresarios que sacan ventaja a fuerza de sobornos, jueces protectores y un eficiente sistema de blanqueo de dinero negro.
Hay, además, otra mala noticia. El escándalo coincide con una grave crisis económica y el desánimo de una sociedad que vive agobiada por las malas noticias.
"La dupla corrupción e inflación es fatal, la opinión pública no la tolera y se genera malhumor y desánimo", advierte Mariel Fornoni, director de Managment&Fit.
"El tema de los cuadernos y la economía que no despega forman un coctel explosivo que complica el escenario de recesión", agrega Juan Germano, de la consultora Isonomía.
El Presidente Macri se halla ante un escenario que lo obliga a reescribir el relato que en la campaña de 2015 lo erigió como un líder anticorrupción y exitoso estratega económico.
"El desafío del Gobierno es vincular aquella corrupción con estos problemas económicos. La causa de los cuadernos lo puede ayudar, pero sólo si logra mostrar a la corrupción como algo del pasado", señala Germano.
Macri tiene a su favor que, según las encuestas, no hay político opositor que en este momento capitalice el desánimo popular. Tiene en contra que el Lava Jato argentino tiene principio, pero no avizora fin.