Miguel Chavarría
El Diario
Chihuahua– El peso que cargan los policías de Chihuahua, ya sean estatales o municipales, es importante. El 78.3 por ciento de los elementos encargados de la seguridad pública tiene algún grado de sobrepeso y obesidad.
Esta situación se agrava debido a la carga de más de 20 kilos de equipo táctico que deben llevar consigo. Este peso adicional les impide estar al cien por ciento de sus capacidades físicas.
Además, estos padecimientos catapultan enfermedades crónicas como la hipertensión, estrés, diabetes. También acarrea otras afectaciones como irritabilidad, nerviosismo y, en algunos casos, mayor aumento de peso, reveló la Encuesta Nacional de Estándares y Capacitación Profesional Policial 2017 (ENECAP), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
De la corporación de la Fiscalía General del Estado (FGE), el 41.3 por ciento tiene sobrepeso, mientras que el 32.1 por ciento padece de obesidad. Los números son más elevados dentro de las filas de las direcciones de Seguridad Pública en los 67 municipios de Chihuahua, con un 48 por ciento de elementos que tienen sobrepeso.
Los niveles de obesidad de los elementos de policía municipales también superaron a los de la FGE. Aunque no por mucho, ya que el 34.5 por ciento de los uniformados posee obesidad.
De acuerdo con estimaciones del propio Inegi, alrededor de 11 mil 500 policías prestaron sus servicios a la población en 2017. Bajo los porcentajes de los policías con altos índices de masa corporal mencionados anteriormente, significa que poco más de 9 mil agentes poseen una condición física inadecuada, sin que existan programas obligatorios para aliviar el peso.
Para Gabriel Cano Olivas, entrenador profesional de ciclismo de alto rendimiento, la mala condición física de los policías dificulta su labor. “Ellos tienen que hacer mucha actividad física, tienen que caminar, correr, moverse rápido. Sin llegar a ser atletas, deben tener un desempeño físico más allá del que tiene un ciudadano normal”, explicó a El Diario.
El equipamiento táctico que debe tener un elemento de seguridad pública encima le añade varios kilos a la carga. El casco de un policía estatal puede pesar hasta dos kilos, el fusil abastecido puede llegar a pesar siete kilos y el chaleco antibalas hasta 15 kilos, aproximadamente.
Este peso añadido limita a quienes tienen altos índices de masa corporal. “Si ya hay sobrepeso, entonces ya se presenta una incapacidad de moverse con rendimiento medio-alto. Aunado a lo que deben de cargar en equipamiento extra, se estarían mermando más las condiciones de movilidad del elemento”, explicó Cano Olivas.
No sólo se trata de efectividad en el campo. De todos los elementos de policía encuestados, un 19.7 por ciento afirmó tener padecimiento de al menos una enfermedad crónica durante 2017.
La principal enfermedad crónica que enfrentaron los policías fue la de hipertensión arterial, padecida por el 9.8 por ciento de los afectados, mayor a la media nacional de 9.3 por ciento.
Otros también padecieron estrés crónico (4.2%), diabetes (3.8%), así como enfermedades pulmonares y cardíacas (2.5 y 2.1 por ciento, respectivamente.)
Las educación física para los integrantes de las corporaciones estatales y municipales es pobre. Actualmente no existen programas que ataquen el problema de sobrepeso y obesidad, y cuando los ha habido, no han sido lo suficientemente estrictos, consideró Cano Olivas.
“Cuando trabajé en administraciones públicas antes había un programa para los policías, aunque no era muy estricto ni muy exigente. Pero considerando todo el problema de la condición física de los policías, debería haber un programa mucho más estricto para ofrecer al elemento una salud mejor que la ordinaria”, consideró el entrenador profesional.
Además de afectaciones por el peso de los policías, éstos también enfrentan afecciones derivadas de sus actividades laborales. En Chihuahua, más de la mitad de todos los elementos de seguridad pública sufrió algún problema en su salud.
La principal afectación a causa de las actividades policiales fue la del aumento o disminución de peso, irritabilidad, problemas de sueño, ansiedad, nerviosismo, fatiga, problemas estomacales y falta de apetito.
Esto, considera Cano Olivas no sólo los afecta a ellos, sino a la comunidad a la que protegen.
“Ellos están exponiendo su vida al no estar al cien por ciento de su capacidad física. Esto aumenta el riesgo. Entre menos capacidad física y mental tengan, mayor exposición a riesgos tendrán, como a las amenazas que sufren cada día. Pero ellos no sólo están ahí por su integridad, sino por la de la comunidad a la que sirven. Un policía que no tiene la capacidad suficiente para defendernos nos afecta a todos”, señaló el especialista.
Radiografía
La mayor fuerza policial en Chihuahua la conforma la de los municipios, que engloba a más de la mitad del total de elementos de seguridad pública que labora en el estado.
Las fuerzas municipales contienen el 53.9 por ciento, mientras que la Policía Preventiva y de Investigación del estado conforman el 21 y el 25.2 por ciento.
De todos ellos, casi tres cuartas partes de los elementos son hombres. La corporación con menos mujeres al frente es la Policía Preventiva Estatal. Por otro lado, la Policía de Investigación Estatal cuenta con un 47.1 por ciento de fuerza femenina.
El rango de edad de la mayoría de los elementos de policía ronda entre los 30 y 39 años (41.8%); seguido por el de los 40 a 49 años (24.5%); 18 y 29 años (24.4%), y el de 50 años en adelante (9.3).
La policía con el menor nivel de escolaridad superior es el de las direcciones de Seguridad Pública municipales, donde sólo el 20.3 por ciento cuenta con ese rango de estudios.
La corporación chihuahuense con el mayor número de elementos con alguna escolaridad universitaria o técnica es la de la Policía de Investigación Estatal, donde el 85.4 por ciento de su población empleada cuenta con estudios superiores.
El motivo menos señalado por el que los policías ingresaron a su corporación fue el de “combatir la inseguridad”. Sólo el 5.1 por ciento de los uniformados precisó esa razón, cifra que es mayor que la media nacional de 3.3 por ciento.
Por otra parte, el motivo más señalado fue el de “siempre le llamó la atención”, con un 38.5 por ciento de policías decididos a experimentar las labores de seguridad pública.
Otro de los puntos importantes de la ENECAP 2017 fue que Chihuahua es el segundo lugar, después de la Ciudad de México, con la mayor tasa de policías víctimas de la corrupción.
Mientras que la capital del país obtuvo una tasa de 179 policías víctimas de corrupción por cada mil elementos de policía, Chihuahua obtuvo 133, superando a Michoacán, con 130; Coahuila, con 127, y a Sonora, con 112 casos.
Los actos de corrupción tomados en cuenta por el INEGI fueron: soborno por ciudadanos, extorsión por compañeros o superiores y soborno por personal de la corporación.
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