Estado

Un día más sin transporte

Salud Ochoa/
El Diario

2016-07-04

Chihuahua— Es lunes por la mañana, el sol único del verano chihuahuense brilla intensamente, calentando el asfalto de las calles de la capital y los ánimos de los transeúntes. Se cumplen tres días de “paro camionero”, 72 horas –y contando– en las que los usuarios han debido echar mano de su ingenio, paciencia, capacidad y resistencia física, para trasladarse de un lado a otro.
La vida tiene que seguir, dicen, quienes –con paso apurado para que el tiempo o el calor no se les venga encima– se dirigen hacia el supermercado, la oficina, la maquila o a la clínica de salud más cercana.
“La salud y el alimento no esperan, con o sin camiones, con acuerdos o sin ellos, con buen o mal gobierno uno tiene que trabajar porque sino no come”, dice Rebeca quien, a paso firme, cargada con seis bolsas de mandado, avanza sobre la avenida Las Industrias con rumbo al norte.
“Vengo del mercado, hice una hora caminando de mi casa para acá pero ahora creo que voy a tardarme un poco más porque llevo peso, mire”, dice mostrando las bolsas de plástico que amenazan con romperse mientras el sudor le escurre por el rostro, el cuello y los brazos. “Es como andar en el purgatorio con este sol, el calor está infernal y eso que es temprano”.
En sentido contrario, Pablo Hernández y su esposa caminan tomados de la mano, vienen desde El Porvenir II en busca de alimentos. “Se batalla mucho, nos dieron un raid pero de todas formas nos queda muy lejos. ¿Usted sabe cuándo se va a terminar esto? ¿De quién es la culpa?” preguntan sin obtener respuestas a sus dudas.
Las certezas se escabullen entre el sonido de los autos, los gritos del mecánico y el enojo de un hombre que en ese momento se dirige hacia un objetivo particular “¡Esto apesta! Son unos desgraciados por hacernos esto”.
Las manecillas del reloj siguen girando, el sol avanza en el cielo acompañando los pasos de Samuel Márquez quien empuja una carreola cubierta con una cobija. Adentro, su hijo duerme en espera de ser atendido por un médico. Padre e hijo tienen 45 minutos caminando “y todavía nos faltan, otros 20 minutos a lo mejor; vamos para que vea que se hace como una hora”.
Magdalena Ramírez no ha podido acudir a su segunda hija, que, por ser prematura y presentar otras complicaciones en su salud, ha debido permanecer en el área de Terapia Intensiva del Hospital  Morelos.
Y es que Magdalena y su familia, viven en la colonia El Porvenir –al norte de la ciudad– donde por el momento, la única manera de llegar es caminando porque los camioneros han decidido dejar de trabajar y los “emergentes” –taxis y otras unidades que entraron al quite– simplemente no circulan por aquel sector.
Ricardo Orozco y su esposa van hacia la colonia Riberas de Sacramento, desde donde el día anterior, Ricardo tuvo que caminar cinco horas para llegar a su trabajo en la maquila. Ahora lleva a su pequeño hijo en brazos, lo cubre, lo protege del sol, intenta hidratarlo y luego pregunta “¿Qué no hay manera de arreglar esto? ¿Por qué no piensan que nos están afectando a todos?
El segundero ha dado ya más de veinte vueltas, en la avenida Tecnológico, Sara Ortiz espera frente la parada del moribundo Vivebús; piensa en las flores que le llevaría a un cadáver de esas características mientras los vehículos pasan, algunos conductores la miran pero no se detienen.
“¿Para dónde va?” le grita de pronto el chofer de un taxi con dos pasajeros a bordo. “Al centro”. “Súbase”.
“Están cabrones, así no se puede” “Dicen que esto se va a arreglar hasta que les paguen a los choferes, pero cómo les van a pagar si no hay dinero, no tienen dinero”.
Sara escucha la plática entre el taxista y el pasajero que va en el asiento del copiloto, y se pregunta si las margaritas serían una opción para adornar la tumba de un sistema de transporte asfixiado desde el principio y que ahora solo lanza estertores.
“Venimos desde Chihuahua 2000 y usted” le pregunta el hombre que va junto a ella; “quisiera venir de otro mundo e irme a otro país pero solo vengo de aquí, de Paseos de Chihuahua y el dinero me alcanza menos que la imaginación, solo voy al centro”.
El humor negro dura menos que la molestia contra el causante del “paro camionero”. El viaje se termina sin haber llegado siquiera al centro, “son 80 pesos” dice el taxista.
¿Pues que no eran diez? “Sí pero usted no iba en la ruta”.
Definitivo, no habrá flores para el nuevo muerto, total, ni eso se merece.

sochoa@diarioch.com.mx

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