Espectaculos

Es de armas tomar

Agencias

2018-09-09


Italia— Dice Irina Shayk que cuando se pone rusa, es la más rusa de todas. Y entonces el mundo puede ponerse a temblar. El jueves todo indicaba que iba a ser uno de esos días, publicó El País.
En la romántica Verona, minutos antes de volver a desfilar para Intimissimi, la firma de lencería que la descubrió en 2007 y de la que es imagen global, le toca lidiar con la prensa. Al equipo de televisión de una cadena italiana acaba de despacharlo sin ceremonias. “Nada de preguntas personales”, se advierte.
Shayk taladra con esa mirada verde. De repente, se muestra de buen humor. Hasta que en la sala privada del complejo del grupo Calzedonia, donde tienen lugar el encuentro, irrumpe un nutrido y ruidoso grupo.
Son unos amigos de la estrella, a los que hace tiempo que no ve. Besos. Abrazos. Selfies. Dos de ellos se apoltronan en los sillones. Hay que recordarle que debe hacer una entrevista.
La expresión de su cara es de “si no queda más remedio, acabemos con esto cuanto antes”. Así que la charla tiene como espectadores al multimillonario estadounidense Ron Burkle, socio mayoritario del grupo hostelero Soho House, y a Ali Kavoosi, su representante por largo tiempo.
“Siempre he estado arropada por la gente precisa, que me ha guiado y apoyado durante toda mi carrera”, declara la maniquí.
Ha pasado ya una década desde su irrupción en la moda, años convulsos que han visto cambiar drásticamente el negocio. No para ella, al parecer.
“¡No me puedo creer que haya transcurrido tanto tiempo, siento como si aún tuviera 20 años! (risas). Para mí ha sido un proceso de aprendizaje, como una escuela”.
“Puedo decir que la industria me lo ha enseñado todo: no sólo he aprendido inglés, sino también a conocer quién soy y a ganar autoestima y confianza. Como experiencia vital, sí, es una locura”.
No son pocos los méritos profesionales de Irina Valerievna Shaykhlislamova, de 32 años.
La mayoría en ropa íntima o de baño: desde las colaboraciones con Intimissimi a la campaña de Armani Exchange (primavera/verano 2010), pasando por la portada de bikinis de Sports Illustrated de 2011 y una fila de catálogos, desfiles y anuncios de firmas tipo Triumph, La Perla, Ory o Victoria’s Secret.
Es una larga exhibición corporal. Hasta en la campaña de Givenchy Jeans, en 2015, aparecía a pecho descubierto.
“No me arrepiento de nada de lo que hecho, porque todo acaba sirviendo para algo, incluso los errores. Lo único que lamento es, quizá, no haber pasado más tiempo con mi abuela, que falleció hace cinco años”.
“Era una de las mujeres más fuertes que he conocido (Galina Shaykhlislamova, agente del Ejército Rojo de Stalin durante la II Guerra Mundial)”.
Hay algo de tópico en su discurso, plagado de eslóganes en favor de la mujer. Cuando se le pregunta por cuestiones como la edad apropiada para empezar a trabajar como modelo (en tiempos de campañas como #MeToo, los agentes de la moda quieren establecer el límite legal en 18 años), no contesta.
“No tengo una opinión al respecto. Yo empecé tarde, había cumplido los 20, así que he tenido mi infancia, mi formación académica... Pero creo que si quieres dedicarte a algo, tengas la edad que tengas, ¿por qué no?. Que cada cual actúe como considere”.
La pregunta del millón es si Irina Shayk ha llegado adonde quería.
“Cada una elige su camino, y este es el mío. Yo no hago todos los desfiles porque no soy una showgirl. Trabajo para quienes me apoyan y son mis amigos”, zanja a la defensiva.

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