Espectaculos

Dejó atrás al charro cantor

Luis de Llano
Agencia Reforma

2016-09-02

Ciudad de México— ¿Juan Gabriel debe ser considerado precursor, piedra angular, como el primer gran compositor que inundó la memoria masiva del público hispanoparlante con frases y sonidos que en algún momento, y en algún lugar de nuestra propia vida, podrían ser nuestro propio referente emotivo. Y es que, cuando el bolero  romántico dejo de cumplir con esta expectativa, surgió Juan Gabriel y su forma sencilla y directa de parafrasear nuestros sentimientos. 

A partir de Juanga, muchos estereotipos, como el del charro cantor que interpretaba temas de “amor y contra ellas”, evolucionaron hacia una era en donde tanto hombres como mujeres podían ahora cantarle al amor y desamor sin restricciones de género: un fenómeno que define la inmensa capacidad de Juan Gabriel para superar tabúes y atavismos. 

Tuve la dicha de conocer a Juan Gabriel, y a Alberto Aguilera, en diversas ocasiones y en muy distintas épocas de su trayectoria. En los 60, cuando ambos comenzábamos nuestras carreras. La primera vez que lo vi era un chavo delgadito, muy sencillo y amable que se presentaba en ‘Siempre en Domingo’.

En aquel entonces, yo andaba en ‘otro rocanrol’, pero algunas veces coincidíamos y pude conocer al siempre humilde Alberto que despuntaba ya hacia la fama. Años después, cuando su trayectoria había ya crecido y su carrera se había cimentado, en 1987, tuve el gusto de invitarlo como protagonista central del espectáculo que engalanó la edición 12 de la Reseña Cinematográfica de Acapulco.

Al paso de los años, coincidimos en escenarios majestuosos, en los que realizamos la producción, y Juanga fue la estrella del evento. Recuerdo aquella vez, en el Festival Acapulco Milenio, en la que Juanga causó estupor al cantar con el mayor desparpajo ante millares de espectadores reunidos en el Salón Teotihuacán del Centro de Convenciones aquello de ‘Ni Temo, ni Chente, Francisco va a ser presidente’, y, años después, en la última edición de Festival Acapulco, en el Forum Imperial, cantó, bailó y causó éxtasis, sin ningún asomo de pena, vestido con un traje azul rey al estilo  marinerito. Otra más de la facetas que definen a Juan Gabriel como el promotor, voluntario o no, de la aceptación de la diversidad. 

Así era ‘Juanga’ y así será recordado siempre: como un ser de luces, canciones, lentejuelas y estrafalarias personificaciones.

A Alberto lo conocí como el ser iluminado que fue y con el que departí en diversas  ocasiones. Alguna vez me invito a visitarlo en su casa de Playa del Carmen y durante toda un día fue el más delicado anfitrión.

No me cabe la menor duda que la huella y el legado de Juan Gabriel, aun después de haber llegado al puerto de su último destino terrenal, dejara réplica.

Sólo me resta decir, evocando la poesía de Lopez Velarde: Gracias, Juan Gabriel, “ultimo héroe a la altura del arte”, por ser parte de nuestra ‘Suave Patria’ y “cortarle a la epopeya un gajo”. Gracias por el sol y las canciones.

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