Deportes

Un proyecto de vida

Jesús Ángel Rodríguez/El Diario

2018-09-16

El basquetbol solamente fue el pretexto para el desarrollo de un proyecto integral, que va más allá de unos pies descalzos, y que con el paso de los años se ha desmitificado y ha colocado como protagonistas a niños y niñas triquis que no aspiran a ser jugadores profesionales, sino profesionistas fuera de la duela.
“Este no es un proyecto de basquetbol, es de educación integral. La intención de origen era que los niños indígenas tuvieran el derecho de ingresar a una escuela, y a partir de este proyecto evitamos la deserción escolar en algunas etnias que están en la mixteca, en la sierra, en la región triqui y en la costa”, comentó Sergio Ramírez Zúñiga, fundador de este proyecto desde hace más de ocho años.
“Los niños saben que si quieren jugar basquetbol tienen que ir a la escuela, su promedio escolar no debe ser menor a 8.5 y deben de leer un libro cada 15 días, eso les da derecho de entrenar otros 15 días”, agregó el entrenador y maestro.
La meta a la que apunta el proyecto es que los niños y niñas triquis sean médicos, ingenieros, arquitectos y para eso se han dado los primeros pasos, ya que algunos de estos estudiantes son, dentro de sus familias y por muchas generaciones, los primeros en llegar a un nivel escolar de preparatoria.
La siguiente etapa de este proyecto contempla la residencia de medio año, de varios de estos estudiantes, aquí en Ciudad Juárez.
“De enero a julio del próximo año Juárez va a ser nuestra casa; los muchachos llevarán cursos de inglés y algunas materias en El Paso, Texas, y estamos muy contentos por ello”, dijo Ramírez Zúñiga.
Actualmente en el proyecto se encuentran 50 alumnos de la primera generación, de los cuales 19 son mujeres. En enero próximo, 20 de estos estudiantes ingresarán a la universidad.
“Desde el inicio mi intención era otra, dio un giro que no esperaba, ya que no queríamos que el proyecto se diera a conocer porque los niños jugaban descalzos, hoy creo que poco a poco hemos cambiado esa percepción”, señaló el profesor.
Para Dylan Ramírez Sánchez, estudiante y jugador triqui, el proyecto ha sido un generador de sueños.
“Yo llegué hace seis años al proyecto. Soy un indígena y me siento muy orgulloso de ello, ya que un niño indígena carece de sueños, a lo único que aspira es emigrar a Estados Unidos, para luego regresar, hacer una casa y casarse a temprana edad, un ciclo de vida muy recurrente en nuestras etnias, pero el profesor nos dio una nueva esperanza”, mencionó Dylan, jovencito de 16 años que quiere estudiar la licenciatura en derecho.
La pelota naranja no fue la llave que abrió la puerta a un mundo distinto a estos niños y niñas triquis, eso fue solo el pretexto, ya que el deporte no hubiera logrado por sí solo, lo que en estos años este grupo de indígenas ha alcanzado al poner también un libro delante de ellos.
Tampoco fueron unos pies descubiertos la clave de esta transformación, ya que los ‘Campeones Descalzos de la Montaña’, como se les conoce, encierran sus aspiraciones en el pecho.
Actualmente FIBA (Federación Internacional de Baloncesto) ya no les permite jugar descalzos, por su propia seguridad; solo las categorías pequeñas lo hacen.
“No podemos quedarnos estancados o ser conformistas. Ningún sueño es tan grande y ningún soñador es tan pequeño”, finalizó Dylan.

 





 

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