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Eterno subcampeón, su legado con la albiceleste

Associated Press

2016-06-27

Nueva York.- Cabizbajo y encorvado, Lionel Messi lloraba desconsolado al costado de una tarima en la misma cancha donde, minutos antes, su selección de Argentina había perdido otra final de una Copa América. Su compañero y amigo del alma, Sergio Agüero, le hacía guardia, abrazándolo por los hombros, mientras otros jugadores se acercaban para ofrecerle palabras de ánimo.
Poco después, el inigualable genio del Barcelona subiría los escalones para recibir la medalla del segundo puesto de manos del presidente de la FIFA, Gianni Infantino. Como hizo otras tres veces en su carrera con la Albiceleste, Messi se sacó de inmediato la presea del cuello y enfiló al camerino, fastidiado por un trámite que raya en la humillación para un jugador acostumbrado a ganarlo todo con el Barcelona.
Quizás esa sea la última imagen que el mundo tenga del mejor futbolista de esta generación con una camiseta albiceleste.
Tocado hasta la médula tras perder su cuarta final con la selección, y tercera en dos años, Messi anunció poco después que el revés del domingo ante Chile en una definición por penales en la Copa América Centenario sería su último partido con Argentina. Tal vez habló prematuramente y, ya con la cabeza fría, cambie de parecer. No sería ni el primer ni el último futbolista que lo hace. Pero, si se mantiene firme, su legado con la Albiceleste quedará definido por una palabra, que, como para subrayar la crueldad del momento, aparecía escrita en letras gigantes al pie de la tarima: SUBCAMPEÓN.
“Ya está”, repitió una y otra vez ante las cámaras un abatido Messi en las entrañas del estadio MetLife en Nueva Jersey. “Son cuatro finales, no es para mí...”, insistió con tono fatalista, como si su historia con la selección estuviese escrita de antemano y no pudiese hacer nada para cambiarla.
Messi tuvo en sus manos –o, más bien, su mágico botín izquierdo– una oportunidad para reescribir el libreto. Sin embargo, mandó a las nubes el primer disparo en una definición desde el punto de penal que, por segundo año al hilo, otorgó por esa vía el título de la Copa América a Chile, de nuevo luego de 120 minutos sin goles.
Hace 12 meses, Messi fue el único argentino que atinó su penal en la final en el Estadio Nacional de Santiago. En 2014, el verdugo fue Alemania por 1-0 en la Copa del Mundo. En 2007, cuando Messi apenas empezaba a despuntar como el devorador de récords de hoy en día, fue un revés 3-0 ante el archirrival Brasil en la Copa América de Venezuela.
Cuatro finales, cuatro decepciones. Ni un solo gol. Una amarga cosecha para el que en esta Copa Centenario superó a Gabriel Batistuta para alzarse como máximo artillero en la historia de la selección, con 55 dianas en 113 partidos. Para el que conquistó todo lo imaginable con el Barcelona, incluyendo cinco Balones de Oro y cuatro Ligas de Campeones.
“Lamentablemente el que más jodido se va es Leo, por el penal”, reveló el ‘Kun’ Agüero, compañero de cuarto de Messi en las concentraciones de la selección desde que se conocieron antes del Mundial Sub-20 de 2005. “Es la vez que peor lo vi en el vestuario”.
Messi ganó aquel mundial juvenil y fue elegido como el mejor jugador del torneo con apenas 18 años. Ya era toda una leyenda en las divisiones inferiores del Barcelona, había debutado en la Primera División, y se hablaba de él como la estrella argentina del futuro. Tres años después, conquistó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Beijing, esta vez a la cabeza de un plantel Sub-23.
Todo pintaba como que sería uno de los encargados de frenar una sequía de títulos de la selección mayor que, para entonces, ya alcanzaba los tres lustros, desde la Copa América de 1993 que ganaron Batistuta, Diego Simeone y otros.

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