Opinion

Futurología chihuahuense

Jaime García Chávez
Escritor

2018-10-20

Cada día son menos los que sostienen como un objeto de la ciencia el futuro. Cierto que no son pocos los informes y análisis, nacionales y globales, que nos hablan de las perspectivas, realizando balances y proponiendo soluciones anticipadas a  grandes problemas prevenibles. Esto es un aspecto. Pero hay uno que es absolutamente despreciable y alimenta el quehacer político en el país: el mundo de las ambiciones por el poder en todos los niveles. Lejos de una práctica de la política que se necesita para resolver los grandes problemas nacionales, lo que vemos son los reacomodos de la alta burocracia y de la clase política para construir lo que viene, particularmente lo que tiene que ver con negocios de todo tipo, especialmente la política como negocio.
Aún no se instala el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador cuando ya vemos que afloran los proyectos sucesorios, que van desde los municipios, los estados, hasta la poderosa burocracia federal. A esto ha contribuido de manera particular el largo interregno que vivimos en el país, cosa que ha sucedido recurrentemente, pero que ahora tiene características especiales en las que incide el largo tiempo que transcurre entre la elección y la asunción del poder, y en el caso que me ocupa, el hecho notorio de que quien tiene formalmente el poder lo ha abandonado, y el que llega ya lo ejerce ante el vacío que ha dejado un Gobierno que, aparte de todos los reproches que se le puedan hacer, ha desertado; y en esa deserción ha pretendido blindar sus propios negocios, especialmente distribuir impunidades, como la que recién otorgó el secretario de Gobernación, Navarrete Prida, a César Duarte.
La política en México se ha convertido en una compra de esperanza, de los que están porque quieren subir otro peldaño en la escalera, de los que han llegado porque en lugar de demostrar con hechos su calidad y eficiencia, ya se apuntan en la búsqueda de nuevos cargos que ni siquiera se visten de profesionalismo político. Hablo de la ambición desbordada que tanto daño le está causando a la nación. Hace aportes a esto un ejercicio del periodismo que se engancha con políticos de circunstancia para darles lustre hacia el futuro, en ocasiones hasta de manera inconsciente.
Me parece que, siguiendo una tradición de pensamiento, es más confiable el político que directamente expresa sus ambiciones a aquel que dice no tener ninguna, a los ojos de una sociedad que lo mira en una búsqueda incesante de sus propias pretensiones en la escalera que lleva al poder. Algunos han llamado a esta futurología el predilecto deporte de los políticos mexicanos, no se diga a los de los viejos tiempos con el “tapadismo” y el “dedazo” para designar los altos cargos de la jerarquía estatal. Tan grotesco resultó esto que hasta el futuro de un político de algún municipio de ínfima importancia se ataba al destino azaroso de una especie de padrino que le iba a servir para escalar cimas más altas. Esto se ha descrito en el cine y la novelística, y hay conciencia del fenómeno. A estas alturas, se puede pensar que ya es tiempo de que forme parte de un pasado autoritario y gris.
Sin embargo, no es así. Hoy existen quienes piensan en el futuro sucesor de López Obrador, cuando ni siquiera ha iniciado su gobierno, y son inimaginables las vicisitudes que tendrá que sortear, que no serán pocas ni faltas de grandes riesgos y acechanzas. Aquí en Chihuahua hay quienes ven en Javier Corral a un futuro candidato al cargo, y es tan desproporcionado esta visión, que no se percatan de la trayectoria desastrosa a su paso por el gobierno, que en menos de dos años está carente de legitimidad y simpatías. No obstante, de manera ciega se le ven ancas de jinete para el cargo.
Los interesados, en un ejercicio de hechicería, de videntes y profetas, no falta quién nos diga que la señorita María Eugenia Campos Galván se apoltronará en el poder a partir de su reelección en 2021; nadie dice que en efecto ese es un proyecto que le da cuerpo primordial a su gobierno municipal, pero sobre todo que oculta su carácter ultraderechista, fundamentalista y soportado financieramente en la corrupción en la que ya hizo escuela durante el duartismo. Sí, que se suba a la arena, que se especule sobre su futuro, pero que también se hable de quién es y cómo se define en esencia su carácter político, a mi juicio objeto de una observación minuciosa para dirimir lo que no conviene a los intereses generales de Chihuahua, que en todo caso es lo importante.
Hay otros, para cerrar este ramillete de ejemplos, que nos hablan del senador morenista Cruz Pérez Cuéllar, desentendiéndose de la corrupción que lo caracterizó durante el duartismo, de las pruebas sustentadas que están en poder de Javier Corral y que de hecho le permitió no ejercitar acción penal en su contra, para darle una sobrevida que de ninguna manera se merecía. Pero los futurólogos sólo ven su cargo senatorial, como si se tratara de una escalera metafísica al poder.
Tratamiento aparte merecen los escenarios de los alcaldes que han llegado por la vía independiente, concretamente en Parral y Ciudad Juárez, que tienen un trecho por delante y serán medibles por cinco años de gobierno. Están en la vitrina, y en todo caso hay que atenerse a ella, respetando el tiempo de debatir los proyectos de poder.
Por encima de lo que hemos dicho, que podría ser desvirtuado a partir de considerar la política como un núcleo duro anclado en las ambiciones, hay un hecho ineludible de todo análisis: lo que la sociedad quiere, y los ciudadanos en creciente número reclaman, es que los que se formen en la fila entiendan el desperdicio de tiempo y recursos en las largas búsquedas del poder, en las que se supedita el interés público sobre el interés personal de los gobernantes. Que el tiempo de gobierno sea para la sociedad y no para el personalismo y que por ello se rinda cuentas. Vienen tiempos difíciles, de desafíos y confrontaciones que pondrán a prueba la fortaleza de las instituciones, que cuando existe sirve de paliativo a las deficiencias del hombre político. Sabemos del resquebrajamiento institucional, connatural a un proceso transicional como el que vivimos, de tal manera que es previsible el desbordamiento de apasionadas ambiciones que pueden debilitar a los menos hábiles, aunque esas habilidades poco representen para la sociedad y sus reclamos.
Chihuahua tiene algunas características particulares en esto; hablo del presente no del futuro. El Gobierno estatal actual está contenido en un quinquenio, por única vez, lo que ocasionará una disputa fuerte en un poco más de un año. En otras palabras, lo que antes se hacía holgadamente ahora está apretado; pero no sólo eso, los factores reales hablan de un quinquenio carente de legitimidad. El partido de Corral perdió las elecciones de hace unos meses; el excoordinador del gabinete local, Gustavo Madero, entró, en términos beisbolísticos, de caballito al Senado, y no será ese escenario el que dé dividendos “cabroneando” a López Obrador. En la arena municipal carece de pistas, en Chihuahua, Ciudad Juárez, Cuauhtémoc y Parral, lo que equivale decir aproximadamente el 80 por ciento de la población. Carece de liderazgo eficiente en el partido. Rocío Reza por su parte no es pieza para tiempos difíciles y de crisis, menos viniendo de una oficialidad en decadencia. En el ámbito empresarial y de los factores reales de poder no ha logrado construir una hegemonía que le permita capacidades de maniobra. En esencia, no hay equipo gobernante: cuando a Corral se le pregunta sobre esto, prácticamente contesta: “Sabio trabajando; soy yo”.
Esto puede ser una ventana de oportunidad para los ciudadanos, a condición de construir nuevos consensos, vertebrar nuevas alianzas, hacer política desde la perspectiva de la amplia base social, harta de proyectos fallidos de la autoridad y deseosa de que su agenda sea la primordial de una sociedad que quiere liquidar un régimen y un estilo de gobernar que hace tiempo ya dio de sí, a grado tal de que en muchas partes ya se le grita a Corral que le falló a Chihuahua, que no cubrió sus expectativas ciudadanas de 2016. Si alguna futurología es factible de un esbozo, es esta: pensemos en los grandes problemas y en las soluciones necesarias, que los proyectos de poder personales sólo reproducen ambiciones divorciadas del interés social. Abordar este tema en este momento de la república y del estado implica nuevos encuentros y despojarse de prejuicios.

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