Opinion

Con cañonazos verbales no se puede abatir la inseguridad

Cruz Pérez Cuéllar
Político

2018-09-15

Es imposible que en Chihuahua podamos pensar en el crecimiento de la economía, que haya obra pública de buen calado, que mejore el sistema de salud y sus múltiples deficiencias, que se reduzcan los niveles de deserción escolar y mejore la infraestructura educativa; es imposible que se superen las carencias de nuestra entidad si no se atiende con decisión, con estrategia e inteligencia, el tema tan sentido e indignante que representa la inseguridad pública en la entidad. 
Si no hay certidumbre en esta área básica para cualquier sociedad en México y en el mundo, es imposible que pueda haber lo demás, cualquier asomo de progreso en otro rubro podrá sonar a burla, porque, ¿de qué le puede servir a un ciudadano elevar su estatus económico o alcanzar el éxito de su empresa, y confiarse en ello, si cualquiera, en cualquier momento, puede ser víctima de robo, extorsión, o peor aún, de secuestro u homicidio? ¿De qué nos serviría –que no es el caso– ser reconocidos como un estado puntero en vivienda o en desarrollo social, si la vida en Chihuahua no tiene garantía, porque las principales autoridades en el estado se definen más por sus frivolidades y por una política que privilegia más una carrera pedestre que asistir a un cambio de gobierno en las principales ciudades de la entidad. Que prefiere la grilla en la Ciudad de México que asistir a los funerales de agentes caídos en cumplimiento de su deber en esa lucha casi suicida a la que los obliga la irresponsable directriz del Gobierno estatal?
No puede haber paz donde prevalece el accionar de las armas de fuego, que igual suenan en el campo de batalla como a pleno día en calles principales de la ciudad de Chihuahua, o de Ciudad Juárez, o cualquier rincón de la Sierra Tarahumara; que lo mismo matan a iraníes o sirios en Medio Oriente como a inocentes civiles en nuestra humilde tierra. Al mes de julio de este 2018, la propia Fiscalía General del Estado reconoció que en la entidad se habían perpetrado al menos mil 332 homicidios, cifra que solamente se compara a la de países en guerra.
Todavía no nos recuperábamos de la facilidad con que fue asesinado por un grupo armado, el aspirante a seccional de Anáhuac, Juan Manuel Moncada, quien fuera coordinador de la campaña de un servidor para el Senado por Morena, en aquél lugar, y de la deficiente seguridad que hay en la región ante la reiterada amenaza de grupos criminales, cuando nos enterramos del atentado en contra del doctor Blas Godínez Ortega, alcalde electo de Gómez Farías, de Movimiento de Regeneración Nacional, quien con mucho valor decidió entrar en la contienda electoral a pesar de la inseguridad y las escasas garantías que ofrecían las autoridades estatales.
El doctor Blas Godínez no se arredró luego del secuestro de su padre, el también médico Blas Juan Godínez, quien fuera privado de la libertad en noviembre del año pasado. Sin conocer aún nada de su paradero su hijo decidió contender por la alianza Juntos Haremos Historia, con resultados muy positivos, como ya se sabe, porque él y su familia siempre han mostrado una calidad humana que transmiten a través de la clínica privada, en la cual ofrecían sus servicios médicos a todos por igual. Queridos por el pueblo, pero en medio de una guerra que afecta a todo mundo, y de la cual han sido víctimas.
No había perdido tampoco la esperanza de encontrar a su padre con vida, de impulsar el desarrollo del municipio y sobre todo, el de llevar la paz al pueblo, que tanto la necesita, y tanto se la pedían sus pobladores.
El pasado fin de semana debía tomar protesta como alcalde de Gómez Farías, pero no fue posible, se lo interrumpió una bala que atravesó su cráneo y puso en suspenso, otra vez, el desarrollo de la comunidad que había encontrado ya a su líder. Frenó, por el momento, el enorme potencial del docto Godínez, quien estaba dispuesto a darlo todo por la felicidad de su gente.
La historia reciente de Gómez Farías dio muchas alertas a la autoridad estatal, para que atendiera el problema, pero no lo hizo o no lo quiso hacer. Ya en elecciones anteriores varios partidos no habían podido presentar candidaturas por la falta de condiciones para entrar en la competencia. La participación del doctor Godínez en la pasada contienda no quiere decir que existieran, el secuestro de su padre, la desolación de la Policía Municipal, desierta por todos los atentados y amenazas en contra de los agentes, eran condiciones que hacían suponer lo contrario, pero el gallardo corazón del médico provocó que fallara la lógica y se registrara una candidatura fuerte y genuina.
Todos los focos ámbar, rojo, rojo intenso que se encendieron en diferentes puntos del pasado proceso electoral fueron insuficientes para motivar al gobernador Javier Corral, para que interviniera decididamente. Se habrán ordenado algunos rondines, para guardar las apariencias, pero no más.
Es indignante que una historia de tanto valor y congruencia, no fuera respaldada por el Gobierno estatal con la firmeza y eficacia que el asunto requería. Se dejó la bola correr cuesta abajo, permitiendo que creciera hasta que concluyó en el conocido final.       
Si así están los casos de extrema gravedad, que son ignorados por la autoridad estatal, ¿cómo estarán aquellos que por sus indicios denotan por el momento menos preocupación, pero que por su gravedad se sabe que tarde o temprano terminarán en donde mismo? No se necesita ser muy diestro para responder eso, por las vísperas se conocen los días, y por lo tanto se sabe que son y serán totalmente ignorados.
Hay otro caso no menos indignante, el de Juan Manuel Moncada, un hombre muy apreciado por un servidor. Era representante de Morena en Anáhuac, y fue mi coordinador de campaña allá. El domingo 2 de septiembre fue asesinado cuando llegaba a su casa en aquella localidad perteneciente al municipio de Cuauhtémoc. Los mismos indicios que el caso anterior: sin seguridad preventiva, sin investigación oportuna, con decenas o cientos de indicios que alertaban frecuentemente a la autoridad, que conoce la situación en la región noroeste de la entidad.
Otra coincidencia: hay indolencia, negligencia y escaso oficio político para gestionar con otras instancias un bloque efectivo de seguridad, que pueda hacer frente a los grupos que dominan la zona. Los cañonazos verbales del gobernador Corral, aunque estén muy adornados, no son efectivos.
Además, los asuntos de inseguridad y otros que no son del agrado del Ejecutivo estatal, cuando son abordados por los medios, con frecuencia reciben como respuesta el silencio cruel, prefiere rehuirles que atenderlos; pero llama la atención que aquellos otros temas de su afición no esperan a otro día para ser abordados por el mandatario, con presteza los atiende en persona o en redes sociales, así es él.  
Me puede muchísimo la muerte de Juan Manuel Moncada, y me duele profundamente que las autoridades no sean capaces de hacer nada, que éste como muchos otros casos queden impunes, en el olvido. Me exaspera que estos lamentables hechos sean confundidos con situaciones políticas o de otra índole; que la autoridad no sea capaz de superar sus fobias políticas o personales, y por el bien del estado tienda los puentes de comunicación necesarios para poder abordarlos.
Gómez Farías y Anáhuac son sólo dos botones de todo lo que ocurre en la entidad, por ejemplo Morena y otros partidos no pudimos registrar candidatos en varios municipios de la entidad en la pasada contienda por la inseguridad apremiante. En nuestro caso, no había ningún tipo de garantía para nuestros candidatos en los municipios de Batopilas, Carichí e Ignacio Zaragoza, por lo tanto, no tuvimos representantes para las alcaldías de dichas localidades. En este último municipio, las alertas habían sido suficientes, en marzo pasado fue asesinado por un grupo armado el tesorero, luego de haber sido plagiado de las oficinas del propio Ayuntamiento. Ya estaba la alerta, pero igualmente el gobierno de Corral no pudo o no quiso reaccionar a tiempo.  
Pero el mismo tema se extiende a través de varios sucesos a lo largo y ancho del territorio estatal. No nos alcanzaría este espacio para enumerarlos todos en esta ocasión, tal vez en otra entrega se pudiera hacer síntesis de ello, con el permiso y la gentileza de quién nos concede este espacio. Los casos abundan y no se ve estrategia clara con la cual se pueda abatir el lamentable estado en que nos encontramos. 
El Gobierno del Estado tiene la clara oportunidad de cambiar la ruta y comenzar a hacer las cosas diferentes, o seguir igual, con los mismos resultados o quizá peores, porque la inmovilidad permite que se arraiguen los vicios y prosperen las deficiencias. Es preciso avanzar en materia de seguridad pública.
O también tiene una salida menos complicada: la renuncia, que igual permitiría que el mandatario estatal atienda sus prioridades, que hoy por hoy no evidencian por ningún lado que sean Chihuahua.  

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