Opinion

El poder de participar

Cecilia Ester Castañeda
Escritora

2018-08-29

Evidentemente las condiciones actuales han rebasado al tejido social e institucional. Necesitamos replantear nuestros esquemas y mecanismos comunes a fin de poder seguir adelante a pesar de los desafíos cambiantes. Para ello hace falta recurrir al mayor número de herramientas posibles.
Una de las de mayor potencial es la participación ciudadana.
Sin embargo, también es una de las más desaprovechadas. Dice el excanciller Jorge Castañeda que México es uno de los países con sociedad civil menos activa en Latinoamérica. En Ciudad Juárez eso se nota. A pesar de la asistencia récord a las urnas en las elecciones de julio pasado de 60.41 por ciento informada por El Diario, en el sondeo realizado a finales del 2017 por Así Estamos Juárez consideró poco o nada importante votar el 44.1 por ciento de los adultos. En la misma encuesta de percepción ciudadana efectuada por la asociación Plan Estratégico de Juárez se determinó que la gran mayoría —el 80.8 por ciento— no participa de manera activa en las organizaciones a las cuales pertenece.
Y ¿cuántos participan? De acuerdo con los datos de Así Estamos Juárez, el rubro más numeroso, con 46.3 por ciento de la población, son las iglesias. Pero incluso aquí podrían ser engañosos los números. Porque si ir a misa se considera participar activamente —esto es una conjetura mía, puesto que en la encuesta no se especifica—, vuelve a reducirse en forma drástica el número de participantes en el resto de las actividades de las congregaciones, las cuales inciden de manera más directa en la comunidad general. De nuevo, a falta de estadísticas al respecto, estoy suponiendo basándome en cálculos informales.
De estar yo en lo cierto se trata de cifras muy bajas.
Y si la función de la sociedad civil resulta indispensable en cualquier democracia, en momentos de prueba, como los presentes, puede ser la diferencia entre resolver los problemas sociales o recaer en sistemas totalitarios que restrinjan libertades ganadas a lo largo de mucho tiempo.
Además la naturaleza del Gobierno —cualquier gobierno— le impide adaptarse con presteza a circunstancias nuevas. Bueno, en ocasiones ni siquiera las percibe. Esa sensibilidad y visión cercana sólo la podemos ofrecer los ciudadanos. Somos nosotros quienes estamos en mejor posición para informar lo que está ocurriendo, presionando a fin de que se mantengan los contrapesos políticos y las vías de rendición de cuentas.
¿Y en un entorno de inseguridad? Más allá de evaluar las políticas públicas o de denunciarlas, entonces la ciudadanía forma parte obligada en el desarrollo de las estrategias locales, dice Ingrid Spiller en “Picar piedra: iniciativas ciudadanas frente a la violencia”.
No, no basta con haber ido a votar.
Para lo que sí sirvió el voto es para demostrar un nivel de interés al alza en la vida colectiva en nuestra ciudad. Eso, como dicen analistas sobre la participación ciudadana tras las contingencias naturales registradas en México, debe aprovecharse para fomentar el voluntariado y las organizaciones civiles. 
Participar en asociaciones no sólo constituye un deber ciudadano. Así como ir a la iglesia permite sentirse miembro de un grupo con lazos estrechos, ingresar a alguna organización representa un apoyo social para el integrante. Acudir a juntas con otras personas con quienes se tenga algo en común genera sensación de pertenencia y solidaridad, capacidad de adaptación. Dígame si dichos beneficios no resultan especialmente útiles en momentos como éstos.
Conozco una reportera juarense de notas policiacas que colabora con regularidad con asociaciones civiles. Ella lo hace por mantener la perspectiva. Y ¿sabe qué? ¡Le funciona! Es otra de las ganancias de estar en contacto con organizaciones que trabajan a favor de la ciudad. Se tiene conocimiento de las acciones prosociales realizadas en la comunidad, a veces tan opacadas por los delitos de alto impacto. Eso facilita la esperanza y el optimismo.
Además, cuando es tan fácil sentirse presa de la incertidumbre, participar activamente en organizaciones brinda sensación de control y logro personal. Previene la ansiedad. 
Es mejor que limitarse a despotricar contra la corrupción, ¿no cree? Lo mejor es que, participando, como ciudadanos tenemos el poder de mantenerla a raya. 

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