Opinion

Consulta sobre el nuevo aeropuerto

Sixto Duarte
Analista

2018-08-27

En mi participación del pasado 20 de junio de 2017 (“Voy derecho, no me quito”), mencionamos las responsabilidades de los gobiernos en democracias representativas como la nuestra. Referimos diversos ejemplos en que las decisiones populares y mayoritarias, han sido erróneas en otras latitudes: Brexit, NO en Colombia, la invitación de Peña Nieto a Trump cuando éste último era candidato, etcétera.
En su actuación, los gobiernos deben tomar decisiones complicadas todos los días. Algunas decisiones deben ponerse a consideración del pueblo. Otras, las impopulares pero necesarias o las que revistan algún carácter técnico, deben ponerse a consideración únicamente de especialistas y en virtud de ello, tomar decisiones. Aquellas que toma el “pueblo sabio”, como muchos populistas le llaman a sus electores, no son infalibles, y pueden resultar equivocadas la mayoría de las veces.
Menciono este antecedente por la postura populista en que en el Gobierno entrante de López Obrador pretende someter a consulta pública el destino de un proyecto de infraestructura tan importante como es la construcción del aeropuerto.
Desde que se encontraba en precampaña, López Obrador fijó su postura respecto a la construcción del nuevo aeropuerto. No sabemos a ciencia cierta si tomó en consideración algún aspecto técnico, pero el principal señalamiento para oponerse a dicho proyecto fueron acusaciones de corrupción, mismas que a la fecha no han sido debidamente documentadas. Lo que nunca puso en entredicho fue la imperiosa necesidad que existe de crear alternativas al actual aeropuerto, mismo que se encuentra operando al tope de su capacidad.
López Obrador encontró tierra fértil en un tema en que la mayoría de los mexicanos –en un país tan desigual como el nuestro– no tiene la posibilidad de viajar en avión. Sin embargo, la construcción del aeropuerto no atiende a un objetivo elitista, como él ha intentado hacer ver, sino a un plan de infraestructura necesario para una de las ciudades más grandes del mundo.
La alternativa que propone López Obrador es construir una terminal más chica en la Base Militar de Santa Lucía, misma que se encuentra a casi 50 kilómetros del centro de la ciudad, mientras se mantienen las operaciones en el aeropuerto actual. Diversos informes técnicos han resuelto que ese proyecto sería inviable, en virtud que no permitiría operaciones simultáneas entre ambas terminales. El premio a la declaración más torpe del mes, es para aquella que dio el próximo secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú. El académico dijo que sería viable construir la nueva terminal en Santa Lucía si se reducían las frecuencias de vuelos. ¿Qué no se trata de incrementar las frecuencias pues el actual está superado? Como diría el dicho popular, denle dos medallas, una por inepto, y otra por si se le pierde.
La viabilidad o no de la construcción del nuevo aeropuerto debe ser debatida entre especialistas en la materia. Menos del uno por ciento de la población entiende cuestiones relativas a patrones de espera, planes de aproximación, densidad del aire, topografía, compactación del suelo, altitud y otros parámetros que deben ser tomados en cuenta al momento de construir o no un aeropuerto. El pretender someter un proyecto de tal envergadura a la decisión de un pueblo que, no solamente no es experto en aeronáutica, sino que además lee menos de medio libro al año (estoy seguro que ese medio libro no corresponde a temas de infraestructura aeroportuaria) es una decisión profundamente irresponsable.
El tema del aeropuerto no es un tema que afecte exclusivamente al Valle de México, pues es un tema que atañe a todo el país. El nuevo aeropuerto no es únicamente la puerta de entrada de México, sino también puede ser la de América. El nuevo aeropuerto competirá con el Aeropuerto Intercontinental de Houston, el de Tocumen en Panamá o El Dorado en Bogotá como hub regional, conectando Europa o Asia con América.
Aquellos que dicen que la consulta es una nueva forma de hacer política, pues estábamos acostumbrados a que decidieran por nosotros, les pregunto lo mismo que se ha ventilado en otros medios: ¿Por qué no nos preguntan entonces si estamos de acuerdo en el nombramiento de Bartlett? ¿Por qué no consultan si queremos el tren maya? ¿Qué tal si nos consultan cuál debe ser el precio de la gasolina? ¿Por qué no nos preguntan si estamos de acuerdo en seguir pagando ISR e IVA?

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