Opinion

Bazán, la peor versión del PRI

Carlos Murillo
Abogado

2018-08-25

No es el mismo el PRI de Colosio que el PRI de Salinas. La peor versión en la historia del PRI en Chihuahua es la de Omar Bazán como dirigente, sin visión, sin estrategia, sin ética, sin quehacer político, sin resultados electorales, la administración sectaria de Bazán es un fracaso de cabo a rabo.
Hagamos un poco de historia sobre el PRI de Chihuahua. Después de mantener la hegemonía por varias décadas, es en la década de los ochenta que el PRI pierde por primera vez ante el PAN, los municipios más importantes del estado como la capital, Juárez y otros seis ayuntamientos. Esta derrota anunciaba el nuevo fenómeno que los politólogos llamaron alternancia en el poder.
El primer priista del estado, Óscar Ornelas Küchle, fue el encargado de entregarle a Luis H. Álvarez y Pancho Barrio las alcaldías de Chihuahua y Juárez. A partir de ese momento comenzaba la decadencia electoral del PRI en Chihuahua, que fue confirmada en 1985 en la elección federal intermedia, cuando el fracaso se agudizó pintando el estado de azul por primera vez.
Tras una polémica renuncia, Óscar Ornelas deja la gubernatura y, en su lugar, el presidente de la República ordena que sea Saúl González Herrera ungido como gobernador quien, como responsable político del estado, se encargaría de una operación electoral de contención que a la postre se convertiría en leyenda a nivel nacional.
Todavía no era el momento de entregarle el estado al PAN, así que el equipo de González Herrera tendría que encargarse de hacer ganar a Fernando Baeza Meléndez usando el aparato del Estado como palanca. El costo político para el PRI de esa operación fue altísimo; no solamente a nivel local, a nivel nacional se convirtió en un proceso de culto que la oposición la bautizó como el “verano caliente” y los priistas le llamaron “el fraude patriótico”.
En 1986 parecía que terminaba la historia, pero exactamente ahí acababa de comenzar. Dos grandes grupos políticos se consolidaron en la intensa lucha; por un lado “La Mafia” de don Saúl González Herrera en el PRI, hermanados por todas las batallas libradas en el campo electoral que los convirtió en legión que destacó por el heroísmo nacionalista con el que emularon la Revolución Mexicana en las urnas; y, en el PAN, el grupo llamado “Familia Feliz”, de Pancho Barrio, quienes se convirtieron en mártires de la democracia. Los dos grandes grupos políticos de Chihuahua, que han sobrevivido hasta nuestros días.
Para 1992, con el triunfo democrático de Barrio –que los priistas llamaron concertacesión, por considerarlo un triunfo planchado con el presidente Carlos Salinas–, el PAN comienza a ganar terreno a nivel nacional.
El PRI de Chihuahua quedó en ruinas tras la derrota del juarense Chuy Macías, entonces el senador Artemio Iglesias Miramontes fue quien se hizo cargo del partido durante la peor época.
Cuando un partido político está en oposición, su mejor aliado es un mal gobierno. Eso sucedió con Pancho Barrio, un candidato exitoso, pero pésimo gobernante. Artemio Iglesias, el filósofo de Rubio, como presidente del PRI, comenzó a trabajar en su proyecto político manteniendo el control de los comités municipales y de los candidatos, esto para intentar obtener la candidatura a gobernador en 1998. Su estrategia era posible gracias a la autonomía que tenía al no haber gobernador priísta.
No contaba el “hereford” con que Patricio Martínez, exalcalde de Chihuahua y diputado federal, le ganaría la carrera por la candidatura con la ayuda de la vieja “mafia” de don Saúl González Herrera y el novel grupo Delicias, comandado por Fernando Baeza.
Cuando el PRI recupera el poder en 1998 regresa al método tradicional, donde el primer priista es el gobernador y el presidente del PRI se convierte en un administrador de procesos electorales. Así sucede durante los siguientes años de paz, en que Patricio Martínez le entrega la estafeta al grupo Delicias, para que José Reyes Baeza sea candidato, en un proceso de transición sin mayores sobresaltos.
El PRI olvidó rápidamente la crisis y la decadencia. Estos años de abundancia en la cresta de la ola permitieron consolidar –de nuevo– al PRI como partido hegemónico en Chihuahua, nunca hubo una auténtica reestructuración de las bases y la sombra de la simulación siempre estaba presente, pero era mejor negarla que atenderla. El PAN se convirtió en un botín de guerra para unos cuantos, que vendieron los votos en el Congreso y elecciones regionales a cambio de unas cuantas monedas. Seguramente Gómez Morín se retorcía en su tumba.
Para la transición de 2010 el tablero se movió de un día para otro. César Duarte, siendo diputado federal propuesto por la CNC y muy cercano a Beatriz Paredes, consigue la presidencia de la Cámara de Diputados, con lo que brinca a las grandes ligas y se convierte en un candidato fuerte por la gubernatura. Duarte era un freelance ajeno a los grupos de poder tradicionales locales.
Su nominación y posterior triunfo histórico en las urnas ––donde obtiene la mayor cantidad de votos registrada hasta la fecha (600 mil)–, lo convierten en un gobernador altamente legitimado y con un robusto bono democrático. Su pecado fue querer hacer un nuevo grupo emergente en Chihuahua con la ayuda de sus aliados en el Estado de México, eso fue imperdonable ante los grupos políticos tradicionales de Chihuahua que terminaron siendo sus verdugos.
César Duarte, como gobernador, ganó todas las elecciones durante su gestión. Inclusive, en 2015, Duarte ganó 9 de 9 distritos federales imponiendo un nuevo récord, algo inédito que mostraba una brillante operación electoral en tierra. Sin embargo, en los ríos subterráneos de la política ya se estaba fraguando una traición, que provocaría un descalabro para el PRI que, como en todos los grandes complots, solamente pueden explicarse con la complicidad desde adentro.
En la derrota de 1992, Artemio Iglesias se hizo cargo del PRI. En 2016, tras un año de transición, finalmente llegó un alumno de Artemio: Omar Bazán. Cábalas del destino. Ante la tragedia electoral, Bazán prometió reconstruir al PRI promoviendo la unidad de todos los grupos políticos y no buscar ninguna candidatura.
Bazán faltó a su palabra y lo primero que hizo fue todo lo contrario. Para la elección del 2018, Omar secuestró la primera posición de la lista de diputados plurinominales para convertirse en diputado local, después regaló las candidaturas de distritos con posibilidades de triunfo a sus amigos y hoy, tanto el PRI estatal como los comités municipales son un club de incondicionales de Bazán que fingen reconstruir el partido que quieren convertir en una franquicia personal.
Sin empacho, Omar Bazán ha tomado como un botín los restos del PRI, ha comenzado a mercantilizar la política para obtener las plazas mejor pagadas en el Congreso para compartirlas con sus socios y así va poniéndole precio a su amistad con Palacio, en una dinámica que raya en la extorsión, porque exige las perlas de la Virgen a cambio de los votos futuros, como lo hizo el PAN en su época más oscura. La ambición es tan grande y el futuro del PRI tan incierto que parece adelantarse el “año de Hidalgo” y Bazán quiere alargarlo a tres años, para garantizar su retiro.
Ya desenfrenado, Bazán ha metido a 15 alcaldes priistas en una camisa de fuerza, al impugnar la decisión del Congreso, en el caso del auditor superior del Estado, llevándolos a una misión suicida con la controversia constitucional que, por cierto, ya fue rechazada por los tribunales por falta de elementos jurídicos. Ahora, esos presidentes priistas tienen las puertas cerradas del Gobierno estatal, gracias a la ocurrencia de Bazán.
Las diputadas de la bancada rosa –que durante el año de Bazán estuvieron solas, trabajando en el Congreso y representando una auténtica oposición, inteligente y madura, pero sobre todo comprometida con Chihuahua y son un baluarte para el PRI–, ahora son amenazadas y agredidas por Omar Bazán, porque supuestamente no atendieron un mensaje entre líneas de la dirigencia nacional. En vez de reconocer el trabajo de las seis diputadas que son lideradas con dignidad por la juarense Isela Torres, hoy Bazán las ataca en público, faltando al Código de Ética y los documentos básicos del PRI.
Por todas estas razones, Bazán es la peor versión del PRI en Chihuahua de la historia, por su nula calidad moral y pésimos resultados, por su falta de oficio político debe renunciar a la diputación plurinominal en la que se impuso ilegítimamente y renunciar también a la dirigencia del PRI que está a punto de hipotecar.

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