Opinion

Una ciudad para todos

Francisco Ortiz Bello
Analista

2018-08-25

El tema de las “Ciudades Inclusivas” no es solamente una moda para quedar bien con diversos grupos sociales y asociaciones internacionales quienes, desde hace por lo menos tres o cuatro años, impulsan este esquema de desarrollo urbano y social. Es en realidad, todo un concepto integral de desarrollo humano, o más bien que propicia de mejor forma el desarrollo humano.
A propósito del reciente estudio realizado por el Gabinete de Comunicación Estratégica, del chihuahuense Liébano Sáenz Ortiz, denominado “CHM Ciudades más Habitables de México”, en el que nuestra ciudad aparece en un nada despreciable cuarto lugar de las ciudades mejor gobernadas, de acuerdo con el indicador Idealc (Índice de Evaluación a Alcaldes), el tema de las ciudades inclusivas viene más que a cuento por lo que impacta en el bienestar de la comunidad.
En dicho estudio se establece que: “La percepción del desempeño de las autoridades y la infraestructura con la que cuentan los ciudadanos, son los pilares a partir de los cuales los individuos pueden construir su sociedad. Asimismo, el sentido de pertenencia o identidad social de sus miembros influye en la calidad de vida. Formar parte de una comunidad en la cual los individuos que la integran saben que pueden confiar entre ellos y trabajar en conjunto para un bien común influye en el sentimiento de pertenencia a una localidad y el deseo de colaborar para mantenerla unida. Esta unidad es lo que entendemos como cohesión social, la cual tiene como consecuencia actitudes colectivas positivas, lo que contribuye a forjar sociedades con un mejor desempeño y mayor calidad de vida”.
En el texto de la presentación ejecutiva se definen con claridad los objetivos del estudio: “Se espera que estos resultados sean de gran utilidad a diversos públicos como: inversionistas en búsqueda de áreas de oportunidad; autoridades que procuran un mejor manejo de los presupuestos destinados a la obra pública y dotación de servicios con mayor conciencia de las necesidades de los ciudadanos; investigadores de áreas políticas, económicas y sociales con el interés de entender desde la perspectiva de la opinión pública el México urbano actual; y ciudadanos que quieran conocer qué es lo que piensan las personas de sus autoridades y de sus vecinos”.
De hecho, varios de estos indicadores o índices del estudio de GCE son en sí mismos políticas reales de inclusión pero más accidentales que con un propósito bien definido y más bien desde el diseño, planeación y ejecución de la política pública.
En ese mismo estudio se consigna que Chihuahua, la capital, es la quinta mejor ciudad para vivir. Una definición bastante genérica de calidad de vida, pero que entraña por supuesto muchas de estas medidas específicas de la inclusión.
Pero ¿qué es en realidad esto de la inclusión y de las “ciudades inclusivas”? Es todo un tema de gran impacto social. Se trata de eliminar todas las barreras y obstáculos, tanto estructurales como conceptuales, que impiden, limitan o dificultan a determinados grupos de la sociedad desplazarse libremente por la ciudad. Obstaculizan su integración total.
De acuerdo al informe final de la Cumbre Hábitat III, realizada en 2016 en Quito, Ecuador, señalan dos factores clave para las “ciudades inclusivas”: de una parte, los compromisos políticos que permitan a la ciudadanía vivir una vida digna, y de otra, la creación de institucionalidad para facilitar la inclusión a través de políticas que promuevan el acceso universal a servicios básicos y que, a la vez, urjan a los gobiernos locales a garantizar un crecimiento urbano que sea inclusivo y coherente con los tratados internacionales vigentes.
¿Cuáles son los puntos básicos de la inclusión en una ciudad? A saber, y de acuerdo con el mismo documento mencionado en el párrafo anterior: accesibilidad y diseño universal, vías peatonales accesibles, estacionamientos accesibles. baños públicos accesibles, rampas, comercio accesible, vivienda accesible, turismo accesible. Alojamiento turístico accesible, eventos y espectáculos accesibles. Oficinas de gobierno accesibles, centros deportivos accesibles, plazas y parques urbanos accesibles, hospitales accesibles y escuelas accesibles.
Como podemos apreciar, en esto de la inclusión el denominador común es la accesibilidad. Es decir, la facilidad con la que determinados grupos sociales puedan acceder a todos los espacios de su ciudad. A todos.
¿Quiénes son o quiénes conforman estos grupos sociales? Aquí viene el otro gran tema de la inclusión. Principalmente personas con capacidades diferentes, niños y niñas, adultos mayores, grupos étnicos, homosexuales, lesbianas, ciegos, sordos y en general cualquier grupo social o minoría que tenga requerimientos específicos, diferentes o especiales al del resto de la sociedad. Las ciudades son necesariamente diversas en su composición social y cultural y su viabilidad depende, asimismo, de la capacidad de generar y mantener, respetando la diversidad, un sentido compartido de responsabilidad con relación al futuro.
Por lo mismo, se entiende que la inclusión social en términos urbanísticos es principalmente, pero no exclusivamente, un deber del Estado. El mismo Estado que ha firmado y ratificado compromisos como la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad en el año 2008 pero cuya implementación, a la fecha, no ha sido lo que se esperaba por parte de la sociedad civil.
De lo que se trata es que todos los habitantes de la ciudad, todos, tengan acceso libre y fácil a la infraestructura urbana, pero también a servicios de gobierno y a la atención del resto de la comunidad, en términos de aceptación e integración completa.
Ya desde noviembre de 2006, y con la intención de entender mejor de qué forma las ciudades podían fomentar la inclusión urbana, en un período de intensas transformaciones sociales y culturales, el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, el Woodrow Wilson International Center de Washington DC y el Development Bank of Southern Africa promovían un estudio comparativo de los retos intelectuales y prácticos que la creciente diversidad urbana supone.
Las ciudades son, necesariamente, escenarios de diversidad social en especial en lo que se refiere a las tradiciones, creencias, conocimientos, capacidades técnicas, actividades profesionales y aspiraciones de sus habitantes. Es sobre la base de esta heterogeneidad que las ciudades nacen, crecen y a menudo prosperan como centros de intercambio, innovación y desarrollo.
Pero esta diversidad inherente a las ciudades, fuente de riqueza material e inmaterial, también puede ser su gran problema. Porque la diversidad implica ideas contradictorias, intereses conflictivos, proyectos a veces incompatibles. Es decir, las ciudades reales, vivas, dinámicas, también son intrínsecamente, inevitablemente, escenarios conflictivos, espacios de enfrentamiento.
En ese sentido, nuestra ciudad carece por completo de un orden, de un plan, de una propuesta relacionada con la inclusión. Así, de forma integral, conceptual.
Desde el diseño de sus calles, hasta la señalización de diversas instalaciones públicas y privadas, que faciliten de una mejor forma el desplazamiento libre y seguro de estos grupos sociales que lo requieren.
Es por eso que el tema de la inclusión no es un asunto menor. Se trata de disminuir el enorme rezago que presenta nuestra ciudad en ese y en otros temas, pero de una manera ordenada, consciente, planeada, estructurada y bien ejecutada.
Juárez ya es una “ciudad inclusiva” en términos de la calidez con la que los juarenses tratan a todos por igual. Ahora sólo falta materializar esa calidez y atención a los espacios físicos de la ciudad. 

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