Opinion

Lecturas escolares

Cecilia Ester Castañeda
Escritora

2018-08-22

Llegó a mis manos una lista de lecturas sugeridas por una maestra preparatoriana de literatura. La verdad, era bastante variada: desde clásicos hasta sagas juveniles llevados a la pantalla, best-sellers y obras de Stephen King. Sin embargo en esta relación de 50 recomendaciones de libros y escritores sólo encontré a un autor mexicano —autora, de hecho— y no vi ninguno regional o local.
El propósito de tantas obras populares es atraer lectores, entiendo. También sé que ya pasaron los tiempos cuando había que leer “Pedro Páramo” sin chistar. Pero, sospecho, se nos ha pasado la mano en busca de textos accesibles.
Cuando le pregunté a mi hija adolescente el nombre de alguna obra o escritor mexicanos me contestó titubeante “¿tú..?”. Sonreí antes de aclararle “alguien más famoso”. “¡Ésa que me dijiste que fue la primera novela de la Revolución!”, dijo entusiasmada, sin poder mencionarme el título ni el autor (pista: en el centro de El Paso, Texas, hay una placa afuera de la casa donde se escribió). Ella siguió insistiendo, “¿Gabriel García Márquez?.” Le di por buena su respuesta en vista de la estrecha relación del autor de “Cien años de soledad” con nuestro país.
Para conocer a los escritores mexicanos hace falta promoverlos. ¡Por favor! ¡Si hasta el “Gabo” admitió la gran influencia que la obra cumbre de Juan Rulfo ejerció sobre él! Octavio Paz ganó el Nobel de Literatura y tenemos varios galardonados con el Premio Cervantes. De seguro existen numerosos autores con libros dignos de recomendarse a los lectores jóvenes.
En lo personal, reconozco ya haberle perdido el rastro a la producción de escritores desde las generaciones de David Toscana, Jorge Volpi, Guadalupe Nettel o Xavier Velasco. No obstante me gustaría que en los programas de estudios literarios los tomaran en cuenta, así sea incluyéndolos en una larga lista de dónde escoger.
En cuanto a los autores regionales, Nellie Campobello es considerada una de las mejores voces de la Revolución, José Fuentes Mares —sí, en cuyo homenaje la UACJ otorga un premio anual— constituye un referente en temas históricos y las obras de Carlos Montemayor nos acercan a la sierra chihuahuense.
El caso de Ciudad Juárez es muy particular. ¿Sabía usted que aquí vivió y murió Jesús Gardea, considerado uno de los mejores escritores mexicanos ni más ni menos que por Carlos Fuentes y quien fue un maestro para describir la dura vida en el desierto?
Un episodio trágico de la frontera constituyó asimismo inspiración para otro grande. El hilo conductor de “2666”, la novela póstuma de Roberto Bolaño, el chileno radicado por años en México, se basa en “Santa Teresa”, una ciudad donde mataban mujeres. 
Y probablemente el escritor vivo originario de Ciudad Juárez más reconocido en la actualidad sea Ignacio Solares, quien posee una larga trayectoria en la narrativa nacional. Solares ha manejado diversos géneros, desde el fantástico hasta la novela histórica.
Sin embargo hace decenios que en nuestra ciudad han estado surgiendo constantemente escritores de calidad. Varios de ellos van rumbo a hacerse de un nombre en la literatura y han logrado reconocimiento en escenarios importantes. Sin ir más lejos, hace unas semanas Elpidia García obtuvo el Premio Nacional de Bellas Artes en cuento. Y hoy jueves, se presentará la recopilación de varios autores “Desierto en escarlata: cuentos criminales de Juárez”.
No es de extrañar que el actual entorno de inseguridad se manifieste en la literatura. Al extenso número de libros de denuncia o análisis sobre la presente situación se suma la ficción, a veces entremezclada con la realidad o sólo tomándola como pretexto para inventar un universo nuevo.
Se me ocurren dos textos: “La balada de los arcos dorados” de César Silva Márquez y “Policía de Ciudad Juárez”, de Miguel Ángel Chávez Díaz de León, dos juarenses que abordan con estilos muy distintos la violencia contra la mujer y un lapso particularmente álgido de la inseguridad en la frontera. Con su ritmo ágil o meditabundo, sus referencias a hechos y sitios locales, sus matices poéticos o entretenidos, sus personajes tristes o caricaturescos, quizá debieran estar en las listas escolares como una forma de catarsis para nuestros jóvenes.
Porque sentirla cerca es una de las bellezas de la literatura.

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