Opinion

Perdone, pero la barca se nos hunde

Elvira Maycotte
Escritora

2018-08-14

No se trata de una percepción… de nueva cuenta nos acecha la amenaza de la inseguridad. La espiral que vivimos entre 2008 y 2012 nos estremeció: recuerdo bien cuando en octubre de aquel 2008 alcanzamos mil asesinatos, cifra histórica nunca registrada en Ciudad Juárez en un período de diez meses. Ahora, en agosto de 2018 llegamos a los 800. Desde hace unas semanas se ha incrementado significativamente el número de crímenes casi a niveles de aquellos que nos forzaron a cambiar nuestros hábitos y estilos de vida. Pero ahora hay una diferencia que no debemos dejar de lado: ya hemos vivido la experiencia.
Al desaprovechar la relativa paz que nos dieran los años recientes, perdimos la oportunidad para fortalecernos socialmente, es decir, para cuidarnos mutuamente y favorecer ambientes que procuren el bien de otros, mismos que, por muy ajenos que los pensemos, a final de cuentas abonan al bien propio. Podemos pensarlo así: cuando la barca en que navegamos se está hundiendo, podemos optar por dos actitudes: colocarme en el lugar que considere más seguro y ver cómo los otros se están hundiendo, sin hacer nada, ensimismado y pasivo, esperando a que alguien llegue a tiempo para rescatarme, o bien, sumar mis ideas y esfuerzos para hacer lo que esté en mis manos para evitar que la barca se hunda, luchando hasta el final. La primera implica una amplia oportunidad de que yo, quizá un poco después que los más infortunados, también me hunda y, si acaso alguien llegara en mi auxilio, aún cabría la posibilidad de tener un remoto –pero egoísta– remordimiento por aquellos que no tuvieron la misma suerte. En cambio, en la segunda emerge la posibilidad de salir adelante, juntos, de una experiencia difícil. En un caso, posibilidad de muerte; en el otro, de vida.
Si nos referimos al ejemplo de la barca ¿en qué situación nos vemos? No es necesario pensar mucho para anticipar una respuesta: tengo elementos para afirmar que en la primera. De manera comprensible mas no justificable, pareciera que nos hemos empeñado en olvidar las experiencias que nos convulsionaron años atrás sin volver la mirada hacia las causas que las ocasionaron, prueba de ello es que no sólo se repiten los tipos de delitos que se cometían años atrás, sino que hoy vemos cómo se multiplican otros que si bien antes también sucedían en menor medida, ahora duelen mucho más porque son evidencia viva de la sociedad descompuesta en la que vivimos: como sucedió en el pasado, somos testigos de cómo se atenta contra aquellos que, sin considerar las condiciones que los llevaron a ello, asumimos su muerte como el resultado de las actividades en las que la víctima estaba involucrada, pero ahora tenemos una situación que nos cuestiona profundamente: la muerte de inocentes en una magnitud que nos cuestiona.
Todos los días al revisar los medios de comunicación nos encontramos con casos de niños que son violados, secuestrados y asesinados. Ellos, los más indefensos de nuestra sociedad, son víctimas de adultos que los identifican como el blanco perfecto para comerciar con ellos o dar rienda suelta a sus bajos instintos. ¡Por Dios! ¿Eso no nos mueve?
Ya vivimos la experiencia y todo apunta a que no avanzamos en nuestra organización como sociedad. Si nuestros intentos para cambiar nuestros valores y estructura son dispersos y superficiales, o ni siquiera lo intentamos, aunque nos pese admitirlo, somos una sociedad fracasada. La historia se repite: como en el ejemplo de la barca estamos esperando a que las soluciones nos vengan desde afuera y, al menos yo, no conozco a alguien que afirme que la inseguridad se ausentó por unos pocos años gracias a la intervención del Gobierno o del Ejército y agentes federales que actuaron en nuestra ciudad. ¿Entonces? ¿Otra vez nos vamos a quedar imperturbables, pasivos, viendo cómo nos hundimos? ¿Seguimos esperando que nuestras autoridades nos rescaten? ¡Qué inocente posición! Visto está que, aunque debiera suceder y es su obligación, ello no va a suceder si nos quedamos pasivos, ¡nos están volviendo a tomar el número! Es imperdonable que a pesar de la experiencia vivida no hayamos logrado construir para todos, para los niños, una sociedad segura ajena a la maldad. Muchos piden perdón a ‘Rafita’, y a James… debemos hacerlo para otros muchos.

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