Opinion

Inspectores de seguridad

Cecilia Ester Castañeda
Escritora

2018-08-01

Hace poco volví a viajar después de largo tiempo en autobús foráneo. El recorrido entre Ciudad Juárez y Chihuahua, antes tan común para mí, me pareció distinto en muchos sentidos. Uno de ellos fue la seguridad.
Gradualmente he aprendido a poner más atención a los lugares a los que voy. Toda la vida trabajando en los medios en una ciudad donde el miedo ha llegado a sentirse en el aire y en una época global cuando los ataques contra civiles han dejado de ser impensables me ha vuelto más cauta.
O tal vez sea cuestión de edad. Porque no se necesita leer noticias ni vivir en una ciudad violenta para tomar precauciones o aprender a responder durante emergencias. Quizá sólo he adquirido cierto grado de sentido común. 
Me decepcionó no poder ver el paisaje desde el camión donde iba a Chihuahua. Casi todas las cortinas se encontraban cerradas, incluyendo las de la mampara y la puerta que separaba de los pasajeros al chofer. ¡Lástima!, pensé, no puedo apreciar el horizonte, el espacio abierto, los cerros, las nubes, las vacas… ni siquiera alcanzo a distinguir al chofer. ¿Cómo voy a darme cuenta si está distraído, cabeceando, hablando por celular? Al menos eso recuerdo de mis viajes de infancia: la encomienda de mantenernos al pendiente del hombre detrás del volante, de quien dependía que llegáramos sanos y salvos a nuestro destino.
Bueno, los tiempos han cambiado. La mampara es para evitar distractores para el chofer, supuse, o pasajeros de pie en peligro de golpearse con el enorme parabrisas. Afortunadamente ahora los autobuses incluyen cinturones de seguridad y es más fácil salir de la unidad en caso de algún percance, me tranquilicé.
Pero, ¡oh, sorpresa!, mi cinturón no servía, sólo se apreciaban huecos en donde deberían ir los martillos para romper las ventanas y en el espacio del dispositivo empleado a fin de abrir las escotillas del techo nada más había cables. Tomé nota.
Eso fue antes de los tres percances recientes en carretera de autobuses salidos de Ciudad Juárez o con destino a ésta. En cuatro días, informó El Diario, los accidentes dejaron un saldo de casi 20 muertos y decenas de heridos. 
El asunto me dejó un mal sabor de boca. ¿Se hubieran podido evitar dichas tragedias? A 26 años de que 24 personas —20 de ellas estudiantes— perdieran la vida un 19 de julio en Guatemala al caer en un barranco el camión donde viajaba el grupo de danza folklórica Makawi del CBTIS 114, ¿hemos aprendido algo? De ser así, aún tenemos camino por recorrer.
Es hora de tomar en serio las medidas de prevención en la carretera. En el caso de los makawis, se habló de posibles fallas mecánicas. Algunos pasajeros mencionaron negligencias, desorganización y exceso de pasajeros por parte de la compañía —aparentemente “pirata”— a la cual pertenecía el camión volcado el sábado 28 en Nayarit, se informó en El Diario, mientras que en el caso del choque del lunes del autobús con destino a Mazatlán con un tortón algunos medios reportaron “carreras”.
Como nunca, en esta época de tecnología satelital resulta fácil monitorear la velocidad del transporte público en carretera. Ya es controlable. Lamentablemente, datos de la SCT identifican las afueras de Ciudad Juárez como el punto del país donde más se detectan conductores no aptos.
El descanso suficiente entre turnos para los choferes, asimismo, siempre ha representado algo elemental en las operaciones de los autobuses foráneos. Quizá, por ello, tantas veces se ha pasado por alto en aras de aprovechar al máximo la temporada alta. Pero un conductor cansado o fastidiado en un largo tramo monótono puede poner en peligro muchas vidas, ya sea quedándose dormido sin querer o tratando de romper el aburrimiento con un poco de “emoción”.
Pero de alguna manera ni transportistas ni autoridades parecen estar verificando adecuadamente que los estándares de seguridad se cumplan. Por eso, a los ciudadanos nos corresponde hacer las veces de inspectores y organizar nuestros viajes con base a lo observado, reportando las faltas y dando la voz de alerta.
Al viajar por carretera en un servicio público, trátese de un autobús o de un Uber trasladando a un grupo, los pasajeros somos los primeros beneficiados al asegurarnos de que no se juegue con la seguridad ni la velocidad. Recordémoslo.

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