Opinion

Viviremos tiempos muy interesantes

Ángel Verdugo
Analista

2018-07-31

Ciudad de México.- Lejos de ver reducido el pesimismo en relación con lo que nos espera con la gobernación que desarrollará López a partir de este 1 de diciembre, aquél aumenta a una velocidad la cual, por decir lo menos, es preocupante.
A la novatez en materia de la gobernación de prácticamente todos los eventuales funcionarios de alto nivel designados a la fecha, se aúna su desconocimiento de lo que sería estar al frente de secretarías y dependencias clave para una gobernación responsable. Ésta, es lo menos que podría uno esperar de quien se presenta como el salvador del país; hoy, decenas de millones de sus seguidores, ciega y acríticamente confían en que López y su equipo sabrían responder a los graves y profundos problemas estructurales del país y su economía.
Sin embargo, a la realidad de los nombramientos que a la fecha ha hecho, se unen dos recientes los cuales, lejos de estimular el optimismo, fortalecen el pesimismo pues coronan una serie de desatinos en materia de designaciones.
El que Bartlett y Romero hayan sido designados para ocupar, eventualmente, las direcciones generales de la CFE y Pemex exhibe, además de una falta de comprensión del papel crítico que juegan esas posiciones en las dos empresas productivas del Estado en los tiempos que corren, un desprecio de la realidad que ambas enfrentan desde hace años.
Hoy, las críticas a ambos nombramientos se han centrado en el pasado de ambos; uno, viejo cuadro del peor PRI —cuyo costal de mañanas lo calificaría para cualquier posición política, pero no para dirigir la CFE—, se hermana con un ingeniero agrónomo cuyo único mérito es ser muy cercano a López en posiciones que tienen que ver con todo, menos con el petróleo y las condiciones casi de quiebra de Pemex, y su tragedia frente a la nueva realidad energética en el planeta.
Por más nefasta que sea la trayectoria de cada uno de los designados directores generales de CFE y Pemex, no es el aspecto más peligroso de su, como digo, eventual permanencia en ambas empresas productivas del Estado. Lo que importa señalar, es la irresponsabilidad de López —dado el problema que para la economía y las finanzas públicas representa la realidad de CFE y Pemex—, al nombrar a Bartlett y Romero cuya visión de la realidad energética y del conjunto de reformas que identificamos como reforma energética es, por decir lo menos, caduca y aceda.
Ambos personajes —junto con López— pertenecen al acedo pasado que se ubica en los años sesenta del siglo XX, y en una visión del desarrollo la cual, se entienda y acepte o no, yace arrumbada en el cuarto de los tiliches. Los tres, Bartlett, Romero y López son personajes del antepasado, mientras que ambas empresas productivas del Estado exigen —para salvar la parte rentable de ambas—, es una visión de futuro la cual, a los tres les es ajena completamente y también, a Nahle.
Me parece ridículo pretender desacreditar a Bartlett como director general de CFE, por la caída del sistema de hace 30 años; no es apto para ese puesto porque, su visión —repito—, de lo que debe ser hoy una entidad como CFE, exige un entendimiento claro y correcto del papel de la electricidad para el futuro de la economía mexicana. De Romero, personaje menor frente a Bartlett, destaca por sus juicios anclados en una época nefasta para el desarrollo mexicano: la docena trágica de LEA y JLP.
Eso debería ser el centro de la crítica a López; ahí está el daño que le hace al país al nominar a dos personas del pasado, para dos entidades que deben ser administradas con una visión de futuro.
Al ver las designaciones conocidas —previas a la de Bartlett y de Romero— pensé que, como reza la maldición china, viviríamos tiempos interesantes; hoy, dadas las designaciones de aquellos dos, debo modificar y decir, viviremos tiempos muy interesantes.
¡Pobre México!

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