Opinion

150 días antes de...

Gerardo Cortinas Murra
Analista

2018-07-29

Comparto la opinión del analista político Hugo García Michel cuando afirma que “Ni siquiera va un mes. Son tan sólo 28 días, cuatro semanas, y ese interregno que normalmente era un período de cierta tranquilidad, luego del fragor de las campañas electorales y antes de la toma de posesión de un nuevo Gobierno, esos cinco meses de espera en los que se va dando el relevo de poderes, esta vez están siendo un vertiginoso y enloquecido carrusel, con un virtual presidente electo que se comporta como presidente en funciones y un Gobierno en funciones que se vuelve cada vez más virtual”.
Al igual que muchos analistas, García Michel plantea “si este cotidiano huracán de informaciones, tan variopintas como contradictorias, forma parte de una estrategia en vistas al más o menos próximo arribo a Palacio Nacional o si de plano hay un descontrol verborreico que, a este paso, se convertirá en un innecesario y muy poco útil desgaste político… Esta hiperquinesis solo ha servido para encrespar los ánimos (lejos de disminuir, la polarización se está acrecentando peligrosamente) y hacer que corra toda clase de rumores…”
En efecto, el excesivo activismo del virtual Presidente de la República, y su consecuente impulsividad de cristalizar, a la brevedad posible, sus tantas promesas de campañas, pone sobre la mesa del debate nacional si las propuestas –dadas a conocer en días pasados– son o no, soluciones coyunturales carentes de fondo y rumbo y, por ello, declaraciones simplistas y oportunistas que sólo buscan aplacar el descontento social.
Una de ellas, es la reciente propuesta legislativa de AMLO para reducir el financiamiento público de los partidos políticos; y en la que se aprecia, a simple vista, la miopía de los morenos respecto al sistema político mexicano. Acreditémoslo a plenitud.
En la exposición de motivos se plasman las siguientes consideraciones: “Sin embargo, hasta la fecha, en México, existe una suerte de Democracia Diferida, una reforma que nunca termina, ni cumple con las exigencias de la sociedad y ni de los partidos políticos para contar con elecciones libres y auténticas, fuera de toda duda, que tengan como resultado la elecciones de autoridades con reconocida legitimidad...”
“De poco ha servido contar con un marco legal muy amplio, de una estructura burocrática profesional sin parangón alguno en el mundo y de tribunales especializados en materia electoral… El pluralismo y la alternancia se convirtieron en metas de la transición a la democracia en México”.
“El objetivo de esta reforma es recomponer el sistema de financiamiento público de la democracia electoral y esto pasa necesariamente por reducir los montos de los gastos permanentes de los partidos políticos, disminuyendo a su vez el costo excesivo de las campañas”.
“El modelo institucional de la democracia mexicana, del sistema electoral y de partidos se encuentra agotado y severamente cuestionado…La solución no está en desparecer el financiamiento público, sino en mantenerlo pero repensando sus objetivos y recalculando sus montos a la baja”.
“Los partidos deben ser actores de la lucha ideológica y la disputa política, no generadores de una nueva casta a través de los privilegios o ‘prerrogativas’ que se les otorgan con cargo al presupuesto público”.
Y este rollo ¿Para qué? ¿Y por qué? Dizque para justificar la reforma constitucional, en la que tan sólo se reduce el factor del porcentaje del UMA (del 65 por ciento al 32.5 por ciento); sin embargo, conserva el factor del total del padrón electoral; y sin haberse modificado los porcentajes de la injusta distribución del financiamiento a los partidos políticos (30-70).
Claro que debo reconocer que esta ‘reformita’ postelectorera recoge el reclamo de millones de mexicanos que consideran al financiamiento público como un derroche impúdico –y hasta criminal– de recursos públicos por parte de los partidos políticos. Yo me pregunto: ¿Acaso el sexenio de AMLO, también estará plagado de ‘parches’ legislativos coyunturales?

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