Opinion

Conexión Juárez-Berlín (2 de 3)

Carlos Murillo
Abogado

2018-07-21

Es nuestra segunda semana en Berlín, continuamos con las visitas y entrevistas del grupo de alumnos de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y activistas invitados por el Internationaler Arbeitskreis e.K. (IAK).
Vivimos en el barrio de Wisenssen, que se ha convertido en nuestro hogar por este tiempo. Hay una rutina diaria, salimos y recorremos un largo tramo hasta nuestro destino. Cada viaje por Berlín es una aventura. Vivimos en una casa proyecto que se llama Kubiz que hace 50 años era una escuela; actualmente, aquí hay un taller de bicicletas, una free-store (tienda gratis), huertos comunitarios, biblioteca, salón de actos, un pequeño bar y un centro juvenil. Del otro lado del edificio viven varias familias que comparten su espacio.
Enseguida hay un taller del transporte público alemán donde arreglan los tranvías, –que aquí se identifican como Tram–. Desde muy temprano se escuchan crujir las vías. Durante todo el día entran y salen estos vagones amarillos, el primer movimiento del día indica que son las cinco de la mañana. Del otro lado construyen un edificio de departamentos. El ritmo de las otras máquinas –las que revuelven el cemento y mueven escombro– nos avisa que son las ocho de la mañana. Cerca de la casa hay un hermoso lago con una arboleda, lo que le da el nombre al barrio: Wisenssen, que significa lago blanco.
Es sábado y tenemos una visita al pueblo de Cottbus que, después de Postdam, es la segunda ciudad más poblada del estado de Brandenburgo. A unos kilómetros de ahí están los pueblos mineros de Proshim y Welsow, donde parte de los habitantes pertenece a un pueblo originario que se denominan los Sorbes.
En Welsow, la mina de carbón a cielo abierto es una obra impresionante del hombre moderno. Las máquinas que se ven a lo lejos tienen un tamaño colosal; la excavadora que funciona en esa mina es considerada la máquina móvil más grande del mundo. La modernidad tardía en su máxima expresión.
El pueblo de Proshim está en resistencia, porque el Gobierno ya les notificó que, como lo han hecho con otros pueblos cercanos, para el año 2042 el pueblo será expropiado completamente y toda esa extensión territorial se convertirá en otra mina de carbón.
Por ser un pueblo minero, ellos saben que la medida es ilógica, primero porque el Gobierno será el que pague con los impuestos la permuta de los pobladores y esto sólo beneficiará a la industria privada; segundo porque el carbón de esa zona no es de buena calidad y, tercero, porque el carbón es la energía más vieja y contaminante de nuestro tiempo.
Proshim es, además, un pueblo modelo en cuestión del cuidado del medio ambiente, gracias a su organización comunitaria es completamente autosustentable energéticamente, no consumen un sólo kilowatt, ya que toda su energía es eólica o solar. A pesar de eso, Proshim no existirá en un futuro, ahora hay un dicho popular entre ellos: “nos va a pasar encima la excavadora”, porque existe la amenaza de que esa máquina les quite su hogar. El capitalismo salvaje en su máxima expresión, en Alemania.
Algo parecido pasa en las minas del Ejido Benito Juárez o en la zona ecológica de Samalayuca o en el resto del país donde hay presencia de las empresas extractivistas que están acabando con el medio ambiente escondiéndose tras el discurso del desarrollo y el progreso. Lo que pasa en estos lugares es un problema global.
Más tarde, ya de regreso en Cottbus, los estudiantes y activistas expusieron sus iniciativas en un festival organizado por la sociedad civil, donde se trataron temas relacionados con proyectos sociales, el interés de los alemanes en estos temas fue una gran experiencia para los integrantes del grupo.
Al siguiente día tuvimos dos reuniones, la primera fue con una asociación civil que se dedica a promover acciones contra la trata de personas y de atención a las mujeres en situación de prostitución; la diferencia entre un grupo y el otro es la voluntad, algo que es complejo de conocer porque una persona que es obligada a través de la violencia a ejercer la prostitución se convierte en víctima y, regularmente, tiene miedo de su victimario, por esa razón no lo denuncia.
Berlín y otra ciudad fronteriza al norte de Alemania, son las únicas dos ciudades que no tienen una zona roja regulada por el Gobierno, las demás ciudades sí. Lo que pareciera una omisión es considerado un acto liberal porque las ciudades que han regulado la prostitución y acordonado una zona roja para esa actividad, en realidad únicamente desean tener control fiscal y sanitario sobre quienes ejercen la prostitución.
Algo interesante, es que al registrarse ante el Gobierno, las personas que ejercen la prostitución también pagan impuestos y tienen derecho a una pensión de retiro, algo que les permite acceder a un esquema de seguridad social, también, si son víctimas de trata de personas y no tienen la nacionalidad alemana, tienen tres meses para decidir si quieren denunciar y en caso de que lo hagan tienen derecho a la residencia permanente.
Muchas de las víctimas de trata son de Europa del este, de África o de Asia y, como suele suceder, llegan engañadas para trabajar en otra actividad y ya estando en Alemania les obligan a prostituirse. La asociación civil trabaja con personas en las zonas con mayor presencia de prostitución, inclusive en las ciudades fronterizas de Polonia, porque consideran que los alemanes son usuarios en esas ciudades porque es más barato. Lo mismo que sucede en Juárez y El Paso.
Después de esa cita, fuimos a una organización donde atienden a personas de la comunidad LGTBQ, donde nos compartieron la problemática actual, principalmente relacionada con los refugiados que son doblemente discriminados por su condición migratoria y por pertenecer a esa comunidad, además, comentamos la preocupación por el aumento de la fobia en grupos de ultraderecha que cada vez se hacen más visibles, muchos de esos grupos son neonazis que agreden a personas por sus preferencias sexuales.
Recientemente, Berlín aprobó el matrimonio igualitario, mientras que en la Ciudad de México hace casi 10 años se hizo la reforma sobre este tema; en ese sentido, existe una percepción de que Alemania es progresista en todos estos temas, pero en realidad hay una sociedad conservadora que no está dispuesta a cambiar.
Otra de las visitas de la semana fue al campo de concentración de Ravensbrück, a las afueras de la ciudad, donde la memoria del Holocausto es un recordatorio a la humanidad de una época terrible. Este día es muy significativo, el grupo reflexionó sobre el dolor que vivieron las víctimas y que ahora viven los familiares de las víctimas; además, sobre las políticas de memoria para la no repetición de estos actos inhumanos.
De nuevo, recordamos que en Juárez ese dolor está presente también. Todos los días hay que recordarnos que los asesinatos en las calles no son algo normal y que no podemos quedarnos con los brazos cruzados.
Vamos a la mitad de nuestro camino en Berlín, pronto regresaremos a Juárez, más sensibles y motivados ante estos temas.

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