Elvira Maycotte
Escritora
Cada vez que suceden hechos lamentables, como el acontecido el pasado 3 de julio, los juarenses nos conmovemos y hasta conmocionamos, mas el paso de los días borra la importancia de los hechos y el sentimiento de vulnerabilidad y enojo sólo vuelve a surgir hasta que otro incidente igual o más lamentable ocurre.
Las voces surgen para denunciar actos y omisiones por parte de las autoridades que impactan nuestra vida, en ocasiones de manera por demás lamentable, cuestionan actitudes que también nosotros mismos, como sociedad adoptamos, lo cual nos convierte a todos en cómplices.
Hace unos días un grupo de académicos y alumnos de la UACJ unió su voz en ese sentido y, aprovechando la oportunidad que este espacio me brinda, creo que es por demás oportuno retomarlas puesto que hacen referencia a cuestiones que van más allá de aquellas que normalmente se nos vienen a la cabeza cuando emitimos juicios al respecto.
Como sociedad tenemos mucho que cuestionarnos. Empecemos porque, erróneamente, privilegiamos a tal grado poseer un automóvil que lo hemos convertido en sinónimo de estatus social y como una de las metas a alcanzar para medir el éxito, mas no como una responsabilidad. De hecho, no dudo que usted como yo, haya escuchado a adultos decir “con gracia” que han prestado las llaves a sus hijos adolescentes “para que pierdan el miedo a manejar”, o sepa de alguien que para hacerse el chistoso con orgullo exprese: “ebrio manejo mejor”.
Las familias se han alejado de la práctica de hacerles ver a sus hijos la responsabilidad que conducir un auto conlleva y la sociedad en general nos hemos vuelto muy permisivos: cuando nos conviene, hasta demandamos que solapen nuestras faltas de civilidad y las autoridades, por conveniencia y evitarse problemas, lo toleran. De hecho mi asombro no tuvo límite cuando uno de los candidatos a la Presidencia del país, al llegar a nuestra ciudad, más claramente que entre líneas planteó como una de sus propuestas que favorecería la entrada de vehículos extranjeros usados al país: ¡increíble! ¡Abría la puerta a la irresponsabilidad cívica! Pues nadie desconoce que, tras la muy frecuente falsa y fallida intención de regularizarlos, muchos de los accidentes que quedan impunes los provocan quienes conducen autos sin placas, o con placas “de cartón” que para el caso lo mismo da.
Pero también hay otras voces, las de los comerciantes, que suenan fuerte cuando de extender los horarios de bebida se trata, pero que callan cuando de los efectos del alcohol que venden se habla. Su corresponsabilidad en este tipo de delitos es obvia.
Ciertamente nadie sale de su casa pensando ser un irresponsable y deseando quitar la vida a alguien, pero cuando el alcohol se involucra las cosas son diferentes: tomar la primera copa y las que le siguen sí es un acto voluntario que atenta contra la propia vida y más aún, la de inocentes. Ya no se trata entonces de un “accidente” ni de un “homicidio imprudencial” pues la voluntad estuvo de por medio.
Es necesario entonces cambiar actitud: como sociedad debemos educarnos, respetarnos y responsabilizarnos, dejemos de preguntar “dónde están los retenes” para darles la vuelta en lugar de evitar beber; como autoridades ¿qué es hacer justicia? Es inminente adecuar y hacer cumplir las leyes para anteponer el bien común al costo político, elevar las sanciones cuando se involucre el alcohol y, por qué no decirlo, castigar a quienes caigan en actos de corrupción. Ya se ha planteado en este mismo espacio la actuación de la autoridad en este tipo de hechos victimizando ellos mismos a quienes son las víctimas. No está de más recordar que también es obligación de la autoridad brindar mayores opciones de transporte.
Al salir de tu casa, más aún cuando vayas a conducir y beber, pregúntate: ¿cuánto vale una vida? Un momento de irresponsabilidad puede tener un costo muy alto.
No podemos ahora quedarnos en silencio y menos dejar de velar para que la justicia se haga presente. De hecho, también se han dejado oír las voces en el sentido de ser actores para generar cambios que nos protejan a todos.