Opinion

La intromisión para torcer la voluntad de los juarenses

LA COLUMNA
de El Diario

2018-07-14

Son demasiados los indicios que hablan de una intervención a gran escala de Javier Corral para anular las elecciones en Juárez ante la desesperación de saber que ni en sueños los electores podían favorecer a su enclenque candidato. Hay ganador de la Alcaldía con constancia de mayoría en mano, pero reflexionemos sobre los siguientes datos que aisladamente hemos venido entretejiendo:
El gobernador no es de los que admiten equilibrios y contrapesos gratuitos. Esos sólo existen de los labios para afuera. Es la retórica para exhibir a sus contrincantes políticos, como esta semana lo hizo desvergonzadamente en entrevista banquetera para llamar la atención de López Obrador.
A Javier Corral le gusta la democracia pero a su medida. Esa democracia que lo favorece; no la democracia que construye esos contrapesos. Véase Ichitaip, Auditoría Superior, y esta mismísima semana los siete magistrados, que sin chistar, el Congreso del Estado le aprobó para tener una mayoría cómoda en el Poder Judicial.
Por eso, en Juárez decidió echar la carne al asador, pero no en la contienda electoral. No en la búsqueda de los votos, en el convencimiento del elector; en la talacha de calle, sudando la gota gorda y gastando calzado. No.
Por eso no lo vimos apoyando a sus candidatos en el fragor de la batalla. Lo vimos pasear por todo el país gastándose en viáticos el dinero de los chihuahuenses, buscando esos grandes reflectores, y pensando ganar en la mesa, como ha sido su costumbre, lo que no puede ganar por las buenas. Anduvo buscando el pleito ratero.
Envió, desde la integración de la Asamblea Municipal hasta el operativo de recuento de votos, a personajes de confianza. Provocaron caos e incertidumbre, pero ni ello le resultó favorable.
Al final los votos le permiten a Javier González Mocken una ventaja nimia si se quiere, pero ventaja.
Triunfo que también para Corral es un respiro. De alguna manera es un nuevo amanecer, aunque diminuto.
Armando Cabada era un rival complicado, en una relación ya destrozada, a quien había que sacar del tablero a como diera lugar. 2018 era lo de menos. Se juega 2021.
Eso lo sabe muy bien el gobernador. Ya está preparando su salida. Acomoda sus fichas en varios frentes como el Sistema Anticorrupción y la Auditoría Superior, el Poder Judicial, y por supuesto, la plataforma electoral próxima.
Su problema es en la frontera más grande de México, el electorado le da la espalda.
Le quita los principales municipios –Chihuahua con Maru y Juárez con Mocken–, el Senado con su archienemigo Cruz Pérez Cuellar y el Congreso, con una mayoría que no le favorece.
Hoy Corral empezará realmente a vivir en carne propia eso que en el discurso se le escucha muy bien, los contrapesos y equilibrios.

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El 1 de julio, ya por la tarde, los resultados indicaban un alto nivel de competencia.
Las primeras casillas que llegaron a la Asamblea Municipal –con mucho retraso por cierto– ya presagiaban una contienda cerrada.
Pero no se esperaba que lo fueran a tal nivel que el recuento durara casi dos semanas.
El órgano electoral actuó con lentitud agotadora y mucha inexperiencia. Las sesiones fueron larguísimas y las acusaciones miles. Cada boleta significó una discusión interminable.
Fueron muchos los errores cometidos, como para pensar que se trató simplemente de esa falta de capacidad. Estos errores han sido documentados y discutidos a lo largo de los días por ambos equipos de campaña y forman parte de alegatos que podrían llegar a los tribunales.
¿Pero por qué incentivar la nulidad electoral?
El plan perverso sería llamar a un concejo municipal designado por el Congreso.
No es un plan tan descabellado. Ya ocurrió en el pasado con una administración estatal priista. ¿Por qué no hacerlo en la administración de Corral?
La principal irregularidad es la falta de certeza en el manejo de las boletas desde la casilla hasta la Asamblea Municipal.
Marcas verdaderamente extrañas. O sea, boletas donde el ciudadano sufragó de manera correcta y luego, con una tinta de otro color, o un plumón distinto, se coloca otra marca que anula el sufragio.
Es decir, el ciudadano se tomó la molestia de votar, y lo hizo correctamente. Y de pronto, tras hacerlo, toma otro plumón y hace una marca que anula el voto.
No es una sola boleta, son cientos.
El PREP arroja de manera preliminar –porque en estos momentos no tenemos el dato oficial aún– 13 mil 748 votos nulos, el 3.86 por ciento de la votación.
Y si partimos de que la diferencia entre el primer y segundo lugar es apenas de 981 votos, estamos en presencia de una gran tentación por impugnar y echar abajo la elección.
Ese es el juego actual del gobernador. Que Morena e independiente se vayan a los tribunales, anulen la elección, y cómodamente ordenar desde Palacio un concejo a modo, con la mayoría que aún tiene en el Congreso, y con un PRI asustado y en la buchaca con los expedientes X –que esta semana se volvieron a mover con nuevas acusaciones y procesos–.
La teoría sospechosista tiene bases. La principal son sus operadores, Ricardo Humberto Gándara Hernández y Víctor Edgar Villegas Baray.
Ambos forman parte de las concesiones que el presidente del Instituto Estatal Electoral, Arturo Meraz, y sus consejeros (as) han hecho para gozar de los beneficios de Palacio.
Recordemos que Gándara, esposo de la flamante secretaria de la Función Pública, Stefany Olmos, era propuesta de Corral para ocupar la Secretaría Ejecutiva del Ichitaip, y ante la rebelión de Rodolfo Leyva –quien aún pelea en tribunales– decidieron abrirle cancha en una asesoría en el IEE, bajo la nómina inicial a cargo de Alonso Basannetti.
El caso de Edgar Villegas es similar. Compañero de estudios en el fugaz paso del gobernador por las aulas de UACJ, fue propuesta orientada desde Palacio para encabezar la operación electoral oficial en Juárez. Obviamente, el gobernador no iba a permitir que cualquier gente organizara la elección. Era necesario tener el control desde adentro.
Bueno, pues Villegas fue nombrado presidente de la Asamblea, con una integración cómoda, que le permitió sacar los acuerdos –hasta el final– sin mayor problema.
Por ello la desesperación de Cabada y González Mocken hacia el árbitro eran continuas. Ha sido un pleito de nunca acabar.
Pero el colmo de los colmos es que en medio del desorden existente en la Asamblea, desde Chihuahua se envía a Gándara a encabezar el recuento de los votos. Pudieron enviar a cien personas más con mayor experiencia y capacidad, pero Meraz decide enviar a Gándara. Carambas. Qué necesidad.
Había que complacer a Palacio hasta el final, metiendo a un operador de confianza, con línea directa. Aunque ello pusiera en riesgo la elección. ¿O esa era la intención? Por supuesto.

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Hasta el día de ayer no había una decisión en el equipo del independiente en relación con la impugnación de resultados. Sabemos que paralelamente se trabaja en el documento, muy grueso por cierto.
La decisión no será sencilla. Hay elementos para hacerlo, uno muy importante, la intromisión de Palacio y la manipulación de boletas, que hacen tambalear la certeza en los resultados.
Si a eso se le agregan elementos como alguna distracción de recursos, compra de votos, acarreos, y un largo etc., podríamos tener un coctel interesante, que le podría hacer el favor a Corral de hacer una travesura, como gobernar, un año, desde la mesa, por medio de un concejo ad hoc, a Ciudad Juárez, dándole un revés al electorado y sacudiéndose en estos aciagos momentos de derrota, a un contrincante pesado como es Cabada o el mismo González Mocken.
Los equilibrios y contrapesos son nada más para el discurso, apostar la voz y lucir como un demócrata. En la realidad, esa terca realidad, hay que ir por todo pero sin costo alguno, perezosamente.

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