Opinion

Juarenses con boleto VIP para función presidencial

LA COLUMNA
de El Diario

2018-07-07

Las campañas terminaron. Toca el tiempo de cumplir a todo México, y particularmente a este pedazo de patria, Ciudad Juárez.
Como se dice coloquialmente, chivo brincado, chivo pagado. En esta justa electoral, Andrés Manuel López Obrador tiene un alto compromiso. Aquí arrancó la campaña aquel lejano 1 de abril. Desde aquí dispuso el tabasqueño la cuarta revolución colocándose a niveles de Madero y Pascual Orozco. No hay nada que le impida cumplir.
Los comicios históricos trajeron un tsunami que las encuestas previeron y muy pocos daban credibilidad. Debieron leer adecuadamente los resultados del 2016.
Podemos pensar que incluso Morena está asustada por el amplio respaldo popular obtenido, si volteamos a ver a Martín Chaparro en abierto sollozo frente a las cámaras el mismo día de la elección a las ocho de la noche, allá en la humilde sede estatal que nunca antes había tenido tanta prensa. Entre lágrimas no creía lo que veía el líder de ese partido en la entidad.
No sólo el sur, centro y el sureste del país cayó rendido a los pies de Morena. Todo el norte se derrumbó para el PAN y el PRI, que obtuvieron sólo migajas electorales que hoy pelean bajo la mesa.
La tunda que en los debates prodigaron Margarita, “El Bronco”, José Antonio y el Ricky Rickín, a un despreocupado Andrés Manuel, se regresó con creces. Hizo la tarea y recibió el premio frente a sus pendencieros competidores.
Se puede observar en la página oficial del Instituto Nacional Electoral, con el 93.56 por ciento de las actas computadas en el Programa de Resultados Preliminares, una votación nunca antes vista en la era de la alternancia, López obtuvo 52.96 por ciento de los votos, 2.3 veces la votación de Anaya y 3.25 veces la de Meade. Para qué mencionar a “El Bronco”, recibió impresionante tunda incluso en el estado que gobierna.
En el Senado el resultado fue el mismo. Morena y sus coaligados se llevan 24 senadurías de mayoría, el PAN y sus amigos sólo seis, el PRI una y Movimiento Ciudadano una. De la primera minoría, donde sólo va un senador, Morena seis, PRI 11 y PAN 15. Por eso la proyección en el Senado le da a Morena, ya con los pluris, una mayoría que casi, casi puede ser absoluta, con unos 68 senadores. Sólo hay que esperar que del PRD y del PRI corran 18 legisladores y se sumen a Morena, para lograr el control absoluto.
En la Cámara de Diputados igual llegó la avalancha de votos. Podrían llegar a 307 diputados, necesitan 26 más para el control constitucional total. En el país se llevaron todo: 218 de 300 distritos de mayoría, PAN 62, PRI, en su peor debacle, 15. En Chihuahua no podía ser mejor: ganaron cinco de nueve distritos, cuatro de ellos en Juárez.
Mejor aún, el tsunami llegó a la Alcaldía y arrebató un triunfo que independientes y no independientes veían seguro, holgado en favor de Armando Cabada. Hoy falta sólo la oficialización del conteo en favor de Javier González Mocken, de Morena. Los números lo siguen favoreciendo.
Todo un fenómeno con un oasis azul en Chihuahua capital, donde los panistas insurrectos al gobernador lograron empujar triunfos aun a costa del golpeteo constante y el boicot auspiciado desde Palacio de Gobierno.
Pequeños puntos tricolores y azules quedan en el resto del estado. Morena no pudo penetrar en el voto de ayuntamientos fuera de Juárez. Esto se lee como una marejada electoral inusitada de castigo al régimen, sólo superficial, de moda, bajo un liderazgo fuerte, de mucho cliché, pero también de un gran compromiso de cumplir con reformas. Dice Andrés Manuel, la cuarta gran transformación. Ojalá, está obligado a hacerle justicia a Juárez.

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En aquel lejano primer día de abril, Andrés Manuel utilizó a Ciudad Juárez como plataforma para lanzar su campaña electoral de manera oficial.
Simbólico y de gran fuerza, arrancar desde la frontera grande, a un lado de los Estados Unidos. Su discurso, con variantes, el mismo que habíamos escuchado. Pero que hoy, en el triunfo avasallador y con un Ciudad Juárez volcado hacia su proyecto, encuentra relevancia y se convierte en necesario referente.
“Iniciamos la campaña, aquí donde comienza nuestra patria, en Ciudad Juárez. Iniciamos aquí la campaña como homenaje a este legendario Paso del Norte, donde se refugió y resistió Juárez y su gabinete…”, así inició su discurso.
Un Juárez, dijo en aquel entonces, que representa un pasado glorioso, pero con grandes carencias. Aquejado por el deterioro en el bienestar social, desempleo, violencia y corrupción. “No fue casual –señaló textual– que el papa Francisco decidiera venir a Ciudad Juárez hace más de dos años para alzar la voz”.
Luego vinieron los compromisos nacionales. Desterrar la corrupción para generar 500 mil millones de pesos anuales para ser invertidos en obra pública y desarrollo social, pagar más a los maestros, enfermeras, médicos, policías y soldados.
Fomentar la inversión privada. Echar abajo, con el consenso de padres de familia y maestros, la Reforma Educativa. Destinar presupuesto suficiente para la cultura, el desarrollo regional, que se establezca un estado de bienestar, “que el mexicano tenga seguridad, tenga protección desde que nace hasta que muere, desde la cuna hasta la tumba”. Sembrar en el sureste un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables, el tren rápido en la región maya, el tren de carga en el Istmo de Tehuantepec, el aeropuerto de Santa Lucía, la cobertura de internet a todo el país, y un interminable etcétera.

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Pero también hizo compromisos concretos con Juárez y la frontera.
Fomentar el desarrollo con una zona libre o franca a lo largo de los 3 mil 185 kilómetros de frontera con los Estados Unidos: promover la inversión, el desarrollo productivo y tecnológico, así como la creación de empleos.
Dijo que se van a recorrer las aduanas. Que va a haber un impuesto sobre la renta del 20 por ciento y un IVA del 8 por ciento, para igualar las condiciones de competencia económica con el sur de los Estados Unidos.
El IEPS se va a reducir para establecer tarifas y precios de gasolina, diésel y electricidad igual que en el vecino país. El salario mínimo aumentará al doble.
Habrá un plan de desarrollo urbano integral para ordenar el uso del suelo, escriturar predios y viviendas, agua potable, drenaje, pavimentación, vivienda, guarderías, unidades deportivas, espacios culturales, escuelas, hospitales y otras obras y servicios.
Estamos hablando de que al concluir el sexenio tendremos otro Juárez. Recordaremos las promesas cuando tomen protesta los nuevos delegados federales, los diputados federales y senadores morenistas, por cierto los dos ganadores oriundos juarenses.

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Prometer no empobrece, dar es lo que aniquila, dice el refrán. Se acabó el discurso que promete y seduce. Se acabó la campaña. Toca cumplir.
Los juarenses le dieron la gran bodega de votos en Chihuahua: la friolera de 225 mil sufragios directos a AMLO, sin contar los que encumbraron en el triunfo a sus –con sus excepciones- desconocidos candidatos.
Los juarenses ya pagaron su ticket VIP para la función presidencial. Y de pronto asalta la incredulidad.
Hoy vemos desfilar a los futuros secretarios, unos que bajan y otros que suben –como Vasconcelos con Ebrard-, en televisión nacional, abierta de par en par, que no hablan con el corazón, sino con la razón -¿dónde habremos escuchado esto?-.
Ya hablan de la gradualidad, de que hay tiempos.
Desde Palacio Nacional, Andrés Manuel tuvo su primera rueda de prensa el mismísimo lunes –inédito ¡sin ser siquiera virtual mucho menos presidente electo!– y dio tranquilidad a los mercados internacionales.
Refrendó su respeto a Banxico y anunció que no intervendrá hasta el primero de diciembre.
¿Y las promesas de campaña? ¿Cuándo, señor presidente? Es cierto, la elección apenas fue el domingo pasado, pero es que todo resultó tan rápido: campaña, debates, votación, triunfo, reconocimiento, gabinete, Palacio Nacional. Órale. No sea que la desilusión llegue también muy rápido.
No es impaciencia. La burra no era arisca, así la hicieron.

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