Opinion

Todos somos AMLO

Francisco Ortiz Bello
Analista

2018-07-07

Quizá el primer efecto del triunfo de López Obrador no sea precisamente en lo político, sino más bien en lo individual, en el ámbito personal de cada uno. Todos, simpatizantes o no del tabasqueño, buscan ahora la manera de reacomodar premisas y hasta condiciones propicias para mejorar su entorno en el nuevo gobierno del exjefe del antiguo Distrito Federal.
Me decía una amiga y compañera conductora de televisión, un poco en tono de burla o sarcasmo, que se llevaría buena parte de este tiempo postelectoral buscando algún antecedente “López” en la familia para encontrar algún lazo o vinculo de cercanía con el nuevo presidente de la República. Es un poco la forma de pensar de los mexicanos en general.
Quizá sea una exageración la frase de mi amiga, insisto, era un poco en tono de burla o sarcasmo, pero en realidad tiene mucho de fondo y de cierto, porque hoy todos, principalmente los malquerientes de López Obrador, ya más resignados a su triunfo, buscan la manera de no quedar marginados o alejados de los posibles beneficios de un nuevo gobierno, no precisamente a través de algún lejano parentesco directamente con el tabasqueño, pero sí estableciendo alguna clase de vínculo cercano, si no con él directamente, sí con alguien que tenga alguna clase de cercanía con el nuevo movimiento político de Morena.
En general así somos los mexicanos. Muy dados a construir y establecer nichos o burbujas de comodidad o seguridad, con base en relaciones, amistades, compadrazgos o parentescos que nos permitan asegurar un cierto estatus independientemente del estrato social al que pertenezcamos, o más bien, acorde con cada estrato social. Pero esto ha ocurrido también en el pasado.
En el año 2000, luego del triunfo del panista Vicente Fox, muchos priistas en todo el país de inmediato buscaron entre sus amistades y familiares a los que simpatizaban con el PAN, o a quien tuviera alguna clase de nexo con el empresario metido a la política. De hecho esa es una de las tantas virtudes de la alternancia política y de la democracia, que fortalece el pluralismo y la diversidad entre la sociedad.
Sin embargo, en el caso actual de López Obrador, para quienes no simpatizan con su causa, hay varios elementos que despiertan toda clase de temores, suspicacias y hasta rechazo, precisamente por tratarse de ideologías políticas, económicas y sociales ampliamente desconocidas por la mayoría de los mexicanos, al menos dentro de la praxis política como país.
Entre esos elementos, el que mayormente destaca es, precisamente, que a López Obrador se le ubica en la izquierda de la política mexicana, movimiento o corriente que la gran mayoría identifica con el comunismo o socialismo, con lo que se entiende y sabe de estas teorías políticas en el mundo.
Si bien es cierto que el comunismo, como tal, ha perdido fuerza y adeptos en el mundo entero, también lo es que el socialismo ha venido sufriendo cambios y adaptaciones importantes, desde el Manifiesto Comunista de Karl Marx, o los estudios y tratados del socialismo científico de Federico Engels, o las teorías del comunismo moderno de Lenin, las cosas han cambiado bastante para los seguidores de esta corriente política.
Debemos decir que hay una novedosa corriente en el mundo de gobiernos de lo que se denomina izquierda moderada, o gobiernos progresistas, que se han encargado de quitar los estigmas del comunismo y del socialismo más acendrados, para adaptarlos a la realidad de un mundo que también ha cambiado.
Gobiernos y corrientes como Macron en Francia, Trudeau en Canadá, Merkel en Alemania, Bachelet en Chile o PP en España, le han dado una nueva cara a la izquierda como corriente política, económica y social.
Así pues, debemos decirlo: con la llegada de López Obrador al máximo poder político, México no se convertirá en Cuba de la noche a la mañana, y menos en Venezuela, como mucho se dijo antes de las elecciones tratando de infundir miedo en el electorado.
Cabe en este punto hacer un paréntesis sólo para destacar que Venezuela no está bajo ningún régimen comunista o socialista, ni de izquierda moderada o progresista de vanguardia, no. En Venezuela está instaurado un régimen dictatorial, antidemocrático y de total represión, que se escuda en los postulados socialistas para justificar su permanencia en el poder, a desprecio del bienestar de su población. Pero eso nada tiene que ver con el comunismo o el socialismo, como no lo es en otras naciones que lo practican, sino con los afanes de poder de los hombres que lo ejercen, lo mismo de izquierda que de derecha o centro.
Retomando el tema central de esta colaboración, vale la pena analizar la fuerza y la legitimidad con la que López Obrador llega hoy al poder en México, que resulta inédita por el cambio que supone y por la manera de llegar, mediante elecciones democráticas y pacíficas.
Al igual que en otras gestas o grandes movimientos sociales en México, López Obrador llega respaldado por un gran apoyo popular. Ese pueblo pobre y desamparado que desea que lo escuchen, que lo atiendan, que le resuelvan sus problemas y que por décadas no ha sido escuchado, ni atendido, ni sus problemas resueltos. Ese pueblo de “El Mijis” en San Luis Potosí, o de la senadora de Baja California #LadyChampaigne quienes, por primera vez en su vida, tendrán acceso directo no sólo al poder, sino a modificar el estado de cosas en nuestro país. ¿Será para bien o para mal? No lo sé. Habrá que esperar a ver los resultados finales de todo esto.
Sin embargo, aún faltan cinco meses para que López Obrador asuma la Presidencia de México. Cinco largos meses en los que puede pasar de todo. Principalmente, se puede caer en el desánimo, en la desesperanza y en el reclamo a priori. Todas y cada una de las promesas de campaña de AMLO serán puntualmente exigidas por la sociedad entera, hayan o no votado por él. Y muchos piensan o creen que a partir de ya se empezarán a cumplir, y no es así.
En ese largo período de transición para que Andrés Manuel tome protesta como presidente, las cosas seguirán como hasta ahora han estado. No habrá cambio alguno. Es más, ni tomando posesión el 1 de diciembre, se pueden esperar los grandes cambios inmediatos.
El riesgo más grande que se corre luego de la elección es que, ante la realidad de que las cosas tardarán mucho tiempo en empezar cambiar, los mexicanos, las fuerzas políticas, los liderazgos sociales y en general la sociedad, ejerzan una presión brutal ante un Gobierno que en realidad tiene aún muy poco margen de maniobra, dadas las actuales condiciones de legalidad, tiempos y plazos del marco normativo para la sucesión presidencial.
Luego de la aplastante victoria de López Obrador -será el presidente más votado en la historia de México con poco más de 30 millones de votos-, las primeras reacciones tanto internacionales como nacionales han sido positivas.
El reconocimiento de líderes, presidentes y políticos de otros países; el comportamiento estable de los mercados de valores y de la paridad peso-dólar; la aceptación del Gobierno de Peña Nieto para una transición tersa, coordinada y rápida; el mensaje de destacados empresarios mexicanos dispuestos a sumarse a los esfuerzos del nuevo Gobierno encabezado por Andrés Manuel; la amplia presencia en los medios de comunicación de quienes formarán el gabinete presidencial hablando sobre los temas de su esfera de acción; son algunas de las reacciones inmediatas que han impedido un choque o confrontación que dificulte las cosas.
Más que de izquierda, comunista, socialista o progresista, López Obrador es un político nato, con una muy larga trayectoria dentro de los movimientos políticos y sociales de nuestro país. Esa quizá sea la mejor virtud del tabasqueño, más allá de orientaciones políticas, económicas o sociales.
Por eso, ante ese inédito respaldo social con el que llega a dirigir los destinos de nuestro país, sólo queda decir: todos somos AMLO. Pero, por lo mismo, también sólo queda pensar: todos vigilaremos a AMLO.
El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. A López Obrador el pueblo le confirió un poder casi absoluto; por eso, sólo queda el debido contrapeso de los medios de comunicación y de la sociedad en general. Menuda tarea tenemos de frente. Por el bien de México.

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