Opinion

Nuevo mapa político

Pascal Beltrán del Río
Analista

2018-07-03

Ciudad de México.- No se veía una victoria electoral como la que obtuvo el domingo Andrés Manuel López Obrador desde los tiempos del todopoderoso PRI. De acuerdo con las cifras del PREP -al momento de escribir estas líneas-, el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia se llevó todas las entidades del país, salvo Guanajuato, estado que ha ganado el PAN por cuatro elecciones presidenciales consecutivas.
La última vez que algún candidato a la Presidencia obtuvo un triunfo semejante fue en 1994, cuando Ernesto Zedillo ganó todos los estados del país, pero esa vez los números del PRI obedecieron a las circunstancias extraordinarias provocadas por los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu, así como el alzamiento zapatista. Y eran tiempos en que el tricolor aún podía depender de su maquinaria electoral para ganar.
Sería injusto llamar “carro completo” a la victoria de López Obrador y Morena, pues dicha expresión estaba asociada con el voto corporativo. Salvo que se pruebe lo contrario, la avalancha de votos que se dio el domingo fue propiciada principalmente por el enojo social con la corrupción y la inseguridad. Aun así, la extensión del fenómeno electoral del domingo trae recuerdos de la contundencia con la que acostumbraba ganar el PRI.
Un ejemplo del fenómeno vivido el domingo es la elección de diputados federales en Hidalgo, un bastión tradicional del PRI. Entre 1991 y 2012, el tricolor dejó ir únicamente cuatro votaciones distritales de un total de 63 (siete distritos por nueve procesos electorales). En 2015 -igual que otras seis veces- se llevó todas las diputaciones de mayoría en el estado. El domingo, perdió las siete contra la coalición de López Obrador.
En tres años, a partir de su primera participación electoral como partido con registro, Morena incrementó su votación nacional por ocho. De tres millones de votos que obtuvo en la elección intermedia de 2015 pasará seguramente a unos 24 millones en 2018 (sin contar los de sus aliados, el PT y el PES). Deben ser muy pocas organizaciones en el mundo las que pueden presumir de algo así. Ninguna otra en México.
Morena también se hizo de la mayoría en el Congreso de la Unión, con 218 diputaciones de mayoría para su coalición, así como 25 estados ganados en la elección del Senado. De no tener gubernatura alguna, el partido de López Obrador de pronto se topa con que tendrá cuando menos cinco: Chiapas, Ciudad de México, Morelos, Tabasco y Veracruz. Además, ganó varias capitales estatales y la mayoría en distintos congresos locales.
A partir de diciembre, la Presidencia de la República y la capital del país estarán en manos del mismo partido por primera vez desde 1997. Esto terminará con más de dos décadas de relaciones políticas pobres o malas entre los dos Ejecutivos. ¿Ahora sí será posible brincar directamente del Palacio del Ayuntamiento al Palacio Nacional? Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard y el propio López Obrador lo intentaron sin lograrlo. ¿Podrá Sheinbaum?
Antes del domingo, se creía que al PRI no le podía ir peor que en la elección presidencial de 2006, cuando el candidato Roberto Madrazo obtuvo 9.2 millones de votos o 22 por ciento del total. De acuerdo con los datos del conteo rápido del INE, en la elección del domingo el candidato priista José Antonio Meade habría obtenido, cuando mucho, esos mismos 9.2 millones de votos, pero equivalentes a 16.3 por ciento.
Otra medida de la debacle del PRI es que sólo habría obtenido unas 15 diputaciones federales de mayoría -que, con las plurinominales, lo dejará con apenas cinco por ciento de las curules en la Cámara baja- y un solo estado en la elección de senadores (Yucatán). Hablamos de un partido que en la LV Legislatura (1991-1994) tuvo 320 diputados federales y 61 senadores (de 64). Su sobrevivencia está claramente en riesgo.
Aunque Acción Nacional no quedó tan desplumado como el PRI, el del domingo fue su peor desempeño electoral desde 1988. El candidato presidencial Ricardo Anaya obtuvo un porcentaje menor al de Diego Fernández de Cevallos en 1994 (22 por ciento contra 25 por ciento), con la diferencia de que ‘El Jefe’ contendió únicamente por el PAN y Anaya lo hizo por una coalición que incluía al PRD y MC.
Es cierto, el panismo puede atrincherarse en las gubernaturas -el domingo ganó las de Yucatán y Guanajuato y probablemente también la de Puebla, que se suman a otras diez que tiene de momento-, pero enfrenta un conflicto interno que quizá termine con una escisión mayor a la que causó la candidatura de Ricardo Anaya. Para las elecciones intermedias de 2021, ¿veremos aparecer nuevos partidos integrados por expanistas, experredistas y expriistas?

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