Opinion

Presidente López Obrador

Sixto Duarte
Analista

2018-07-02

Finalmente llegó el día tan esperado para millones de mexicanos. El domingo pasado, el constituyente primario se expresó de manera contundente e incuestionable respecto de cuál debe ser el destino político del país por los próximos seis años.
Después de dos elecciones en las cuales no cristalizó su viejo anhelo, al tercer intento Andrés Manuel López Obrador se alzó con el triunfo, y será presidente constitucional a partir del 1 de diciembre.
Fueron muchos los factores que incidieron para que el político más polémico de los últimos años en la escena nacional conquistara el poder. Existe en el mundo un enorme fenómeno antiestablishment, que reprueba las formas tradicionales de hacer política. López Obrador entendió muy bien el momento, y supo explotarlo para llegar a la Presidencia.
El hartazgo social respecto a Peña fue el principal combustible para el proyecto de López Obrador. Si bien ha habido señalamientos de corrupción y violencia, la verdad es que el gobierno de Peña, en el balance, y a pesar de la furia social, no fue malo. En otra entrega hablaremos de los logros del mismo.
Estoy seguro de una cosa. Dentro de seis años, López Obrador saldrá con el mismo nivel de aprobación que actualmente ostenta Enrique Peña Nieto. Tenemos una arraigada fascinación de autocompadecernos, y culpar al Gobierno de todos los males, aun de aquellos que no son su responsabilidad. Espero equivocarme, y que en seis años nuestra sociedad sea una más comprometida y madura.
Me conmovió ver el enorme gesto de madurez política de Meade al reconocer el triunfo de López Obrador por medio del mejor discurso que dio desde que inició la campaña política. Su mensaje fue claro, conciso, articulado y congruente, demostrando la altura de miras y visión de Estado del mismo Meade. Es una pena que el momento político no hubiera ayudado al candidato más preparado, más formado, e incluso más honesto, que es Meade.
Es de risa como una marca nueva (Morena) puede convencer al elector de traer al poder a priistas como Bartlett, Monreal, o incluso el mismo López Obrador, que por el hecho de repudiar su propio pasado, ahora se harán del poder. La gente opta por esas opciones sin darse cuenta que es el poder, y no los partidos, el que corrompe a las personas.
Los votos dan el poder, mas no dan la razón. El poder a su vez trae consigo una enorme responsabilidad. Después de años de señalar las deficiencias en la manera de gobernar, ahora la izquierda tiene la oportunidad histórica de establecer su agenda de gobierno, y promover el desarrollo del que por años han hablado. No tienen pretextos, pues el elector decidió entregarle a su vez las bancadas más grandes tanto en el Senado, como en la Cámara de Diputados.
A partir del 1 de diciembre no habrá mafias del poder, o canayines a quienes culpar de lo que pase en el país. Tampoco podrán argumentar que “el cambio está en uno mismo”, o que “nos dejaron un país fracturado”, pues conocían las condiciones del país, y sostuvieron saber cómo resolver los problemas. Basaron su estrategia en argumentar que todos los males provienen del Gobierno. Ahora, la solución de los problemas nacionales será responsabilidad de la clase gobernante. Hacemos votos porque lo hagan bien, y contarán con nosotros los mexicanos que no votamos por López Obrador.
El reto inmediato de López Obrador y sus seguidores, es promover una gran alianza nacional. El país fue mezquinamente dividido por intereses políticos, por parte de todos los candidatos. Parece que olvidamos que, como mexicanos, son mayores nuestras coincidencias que nuestras diferencias. Se tiene que partir de que la política no es un partido de futbol donde se celebra y se humilla al derrotado. Por mucho espíritu mundialista que impere actualmente, en política, el derrotado debe aceptar la derrota maduramente, y el triunfador debe ser humilde en la victoria. Me sorprendió gratamente el discurso de López Obrador invitando a la reconciliación nacional. Lo que preocupa hasta el momento son los seguidores, quienes no han tendido la mano como López Obrador. Están ensoberbecidos con el triunfo.
Son muchos los retos que enfrenta el país. Para ello, debemos los mexicanos dejar atrás las diferencias, y apoyar al gobierno. De nada servirán esas expresiones de “AMLO no es mi presidente” y todas esas reacciones inmaduras. Emulando las palabras del político socialista español, José Luis Rodríguez Zapatero, puedo decir que no soy quien está más de acuerdo con la visión de López Obrador, pero López Obrador fue electo democráticamente por los mexicanos. 

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