Opinion

Participación o un mundo feliz

Alma A. Rodríguez
Académica

2018-07-02

Aldous Huxley, en su novela Un mundo feliz, retrata de forma muy profunda el tema de la libertad. El escenario es una sociedad totalitaria disfrazada bajo la máscara de un régimen amigable, pero controlada y diseñada desde los laboratorios para conservar un “orden social perfecto”: nadie conoce la insatisfacción debido al condicionamiento, el placer es la principal ocupación, las emociones negativas se sofocan con una droga de consumo ordinario y, además, se impide por todos los medios que los individuos reflexionen sobre cosas con cualquier tipo de profundidad como: la trascendencia, Dios, el amor, la verdad o la justicia.
Aunque es inevitable hacer comparaciones de ello con nuestra realidad, en estos tiempos electorales en México, pareciera que ese adormecimiento que viven los habitantes de la novela de Huxley se disipa por completo, pues observamos cómo en redes sociales de pronto se comparten notas de temas políticos al por mayor, se escuchan en los cafés charlas sobre derechos humanos, sobre corrupción y justicia, los memes tienen como tema central cuestiones de tinte socio-político, se vislumbran apasionamientos y convicciones que parecieran tan reales, que se podría afirmar que en nada se parece nuestra sociedad a la retratada por el mencionado autor, sin embargo, esto sólo es un espejismo.
¿Qué ocurre después del día de la elección? Quizá algunos días de festejo o de inconformidad según sea el caso. Para los contendientes la jornada postelectoral se extiende más tiempo, pero para el mexicano promedio -aquel que hoy vuelve a trabajar y su vida continúa exactamente igual que antes del 1 de julio- posiblemente los temas políticos vayan perdiendo relevancia, los escándalos de fraude, de corrupción y nepotismo hagan cada vez menos eco, siendo éstos opacados por otros temas de mayor vigencia como los deportes, la farándula, algún nuevo capítulo de la serie de moda o simplemente por las preocupaciones cotidianas derivadas de la vida familiar y laboral.
Esta gradual pérdida de relevancia de los asuntos públicos es algo entendible en una sociedad cuyas ideas están altamente influenciadas por lo que aparece o no aparece en los medios de comunicación y en las redes sociales. La llamada “opinión pública” es aletargadora y un mal sustituto de verdaderas convicciones, sobretodo cuando es la única referencia de pensamiento. De cierto modo, así como la droga que los personajes de la novela citada utilizaban cuando empezaban a percibir el mínimo síntoma de depresión o vacío, así se tiende a evadir la realidad social y política, cuando en el fondo se sabe que ésta nos exige un mayor compromiso.
Según la encuesta Así Estamos Juárez 2018, la participación activa en alguna agrupación en nuestra ciudad es del 12.5 por ciento del total de la población, porcentaje que se ve enriquecido por las agrupaciones religiosas, deportivas y asociaciones de padres de familia las cuales se incluyen. Sin embargo, el rubro de participación en asociaciones civiles y comités de vecinos en relación con el total de la población es de menos del uno por ciento, y a nivel país, los números no deben ser muy diferentes. Este dato nos muestra lo que ya constatamos en la realidad: que una verdadera democracia que vea por el bien común, no se puede construir sin cimiento, es decir, sin una base ciudadana real, informada y participativa.
Y para que exista esa base, considero que como ciudadanía se necesitan al menos tres condiciones: la primera es una visión de largo plazo versus la visión de las coyunturas, es decir, no se gana o pierde todo en un día en las urnas, simplemente se obtiene el resultado de lo que se hizo o se dejó de hacer seis años atrás. Sin embargo, hoy se tienen seis años adelante, para decidir cómo se van a enfrentar. El segundo, pasar de las palabras a los hechos, de la opinión a la acción. Las redes sociales son maravillosas como modo de informar y compartir, pero es un peligro creer que por si solas van a generar cambios en la vida de las personas. Y el tercero, exaltar la relevancia lo público y de tomar parte de todo aquello que, como es de todos, nos interesa y compete.
El país que anhelamos no se construye en un día, requiere de la participación activa de todos, con constancia y con un compromiso al alza.

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