Vianey Esquinca
Analista
Ciudad de México.— Después de las campañas electorales, que oficialmente duraron 90 días -aunque extraoficialmente duraron varios meses más-, guerra sucia o de contraste y 22 millones 959 mil 180 spots que le recetaron a los mexicanos, 89 millones 123 mil 355 personas posiblemente salieron ayer a emitir su voto y elegir a quien los representará en alguno de los tres mil 326 cargos de elección que están en juego.
Esos millones de ciudadanos no son electores homogéneos, todos son distintos y muy variadas sus motivaciones para hacer valer su derecho al voto o elegir a un candidato sobre otro. Algunos de los tipos de votantes que salieron ayer son:
1. Los catastrofistas, que desde el día uno y antes de que empezaran las campañas trajeron la narrativa del fraude y que todos -gobiernos, autoridades electorales e incluso los propios funcionarios de casilla que son ciudadanos- son parte de una conspiración universal para que no gane su gallo. Piensan que su voto no vale porque la elección ya está “arreglada”.
2. Los “por si acaso”, esos que se dedicaron a divulgar “por si acaso era verdad”, toda noticia que les llegaba vía redes o WhatsApp, aun aquéllas que por su obviedad eran escandalosamente falsas, pero “pues nunca se sabe”.
3. Los fanáticos de algún candidato que podrían morir en la raya por ellos. Esta categoría se divide en rabiosos, que no permitían que nadie discrepara de su punto de vista, o los evangelizadores, aquéllos que, aparentemente, respetaban una decisión diferente, pero que todos los días enviaban información para demostrar la pésima idea que era votar por otro candidato.
4. Los tradicionales, que siguieron la costumbre de votar como lo hicieron sus ancestros.
5. Los rebeldes que, al contrario de los anteriores, votaron distinto a sus progenitores porque no quieren parecerse en nada a su papá o a su mamá.
6. Los indecisos, esos que definieron su voto hasta el día de ayer porque ningún partido o candidato los convenció. Este tipo de votantes casi se inclinó por algún abanderado, pero siempre hubo algo que los hacía dudar. En esta categoría también están los que esperaron hasta el último minuto para ver quién estaba en segundo lugar y así aplicar el famoso voto útil.
7. Los “por siempre seguidores”, que votaron como lo hizo su cantante, artista o deportista favorito.
8. A los que no les importó y prefirieron vender su voto para al menos “sacar algo de todo esto”. Algunos dirán que la culpa la tienen los partidos por seguir con estas prácticas, pero al igual que en la corrupción, se requiere de dos: el comprador y el vendedor, tan culpable es el que ofrece dinero -que incluso es delito electoral- como aquel que vendió su voluntad.
9. Los que votaron libremente, y que ojalá hayan sido la mayoría. Esos votantes son los que realmente votaron de forma consciente, porque hicieron un análisis y compararon propuestas.
Que todos ellos hayan salido a votar en la que será la elección más grande que haya tenido México. Sin embargo, lo más importante es que, independientemente de quién ganó, hoy sale el sol y en la noche la luna. Habrá clases en las escuelas y millones de mexicanos tendrán que ir a trabajar. Sí, la vida seguirá en el país y es responsabilidad de los ganadores y de los perdedores garantizar estabilidad y tranquilidad.
Eso empezó la noche del domingo. Ojalá no haya cuatro candidatos presidenciales autoproclamándose ganadores, aun cuando saben que no, sólo porque les gusta hacerla de emoción, porque sienten que tienen el sagrado derecho al pataleo, y porque regatear la victoria a su oponente es un deporte nacional.