Sergio Alberto Campos Chacón
Abogado
Disociados de la realidad, no lo creyeron en la administración de Enrique Peña Nieto, ni los grupos económicos dominantes y sus representantes las dirigencias políticas tradicionales.
Ellos mismos crearon el malestar y animadversión social, las cultivaron por años desdeñando los derechos fundamentales de la población a mejores condiciones de salud, trabajo, educación y justicia social.
Hoy domingo 1 de julio, todo permite prever que, sin haber sido alcanzado o rebasado en la preferencia del voto por otros candidatos, según encuestas, Andrés Manuel López Obrador, candidato a la Presidencia de la República por la coalición Juntos Haremos Historia (MORENA-PT-PES-), recibirá la mayoría de los sufragios.
En julio de 2017, entrevistado por René Delgado del Grupo Reforma, López Obrador dijo que obtendría 20 millones de votos hoy domingo 1 de julio de 2018; que esa cantidad será abrumadora y neutralizará cualquier mecanismo que pretenda defraudar el voto a Morena. Entre mañana lunes y el martes veremos los cuántos.
Será doble cosecha, lógica, obvia. Una: el triunfo por la tenacidad y habilidad de ese candidato para conjuntar voluntades masivas. Otra: la respuesta-rechazo popular a los agravios recibidos.
Me dijo un joven estudiante: “¡Les vamos a dar hasta para que lleven lonche a su casa!”. Así de ofendida está la gente por la demagogia, los compromisos huecos, el discurso falso, la corrupción, impunidad, simulación, la pobreza, la exclusión, el colaboracionismo traidor y servil a favor de Estados Unidos, las petroleras trasnacionales, la Estafa Maestra, la Casa Blanca, la desigualdad, la discriminación, los 43 de Ayotzinapa, feminicidios y demás acciones u omisiones negativas en que incurrieron.
Las clases dominantes y políticas vieron a la población, sistemáticamente, como si tuviera discapacidad intelectual. La soberbia y el egoísmo los llevaron a ese grave error de apreciación.
En otro artículo escribí lo que me dijo un amigo, ameritado general de división, Diplomado de Estado Mayor, ya fallecido: “Sergio, no hay ejército en el mundo que contenga la ira de un pueblo”.
Es de suponer que esa ira empezó a manifestarse en las casillas hoy domingo a partir de las ocho de la mañana.
La esquizofrenia del buen vivir, del aparente bien gobernar y el autoengaño complaciente, les negó ver el proceso de agrupamiento de los más disímiles sectores, clases sociales y montones de personas que se fueron adhiriendo a López Obrador.
¿Cómo si no, si se alejaron de sus deberes de satisfacer necesidades básicas del pueblo?
Avisos de inconformidad social no faltaron, pero no los oyeron porque la sociedad humana mexicana no les importó. Le negaron eficacia a sus derechos humanos y fundamentales. No entendieron ni valoraron los mensajes de lo que venía.
Me recuerda la obra de Paul Carell: “¡Ya vienen…! (1960) en la que describe el inicio, desarrollo y avance de la invasión desde Inglaterra a Normandía, Francia, por los aliados el 6 de junio de 1945.
A pesar de que los alemanes tenían fortificaciones y tropas bien equipadas en la costa Norte de Francia, que sabían de los preparativos para desembarcar en las playas miles de soldados de varias nacionalidades, miles de aviones, planeadores, paracaidistas, una gigantesca fuerza, no creyeron, por soberbios, que ese poder bélico sería una de las pinzas del alacrán que los destrozaría. La otra pinza, incontenible, venía de la Unión Soviética.
En el tubo de Braun (una especie de radar) aparecieron muchas oscilaciones, en gran cantidad, pero pensaron se había descompuesto o era un conjunto de gaviotas. Nada podían reportar a la superioridad hasta confirmar qué era ese enjambre de movimientos inusuales.
Durante la noche del 5 al 6 de ese junio de 1945, a pesar de que los militares alemanes escuchaban el ruido de los aviones bombarderos y los estallidos de las bombas, pensaron se trataba de otra incursión distractora, hasta que vieron que empezaban a caer los paracaidistas del Segundo Batallón del Regimiento Americano de Paracaidistas 506, de la famosa División Ciento Uno, que se posicionaban y combatían a los nazis, entendieron que la invasión comenzaba.
Antes de amanecer, los responsables de las transmisiones alemanas comunicaron “Alarma. Ya vienen”. Y… a combatir, más en la madrugada cuando avistaron la “armada de dimensiones fantásticas (que) se acercaba a la costa”.
Adolfo Hitler, Benito Mussolini y el emperador Hirohito, pudieron salvar la vida de miles de seres humanos aceptando la derrota. El mundo, en montón, se lanzó sobre ellos. Pudieron evitar la destrucción de muchas ciudades y poblaciones europeas, pero la arrogancia maléfica, el racismo, la intolerancia ideológica e interés de dominio que ciegan, los condenaron a muerte, con daños mundiales irreversibles. En toda guerra injusta, vencedores y vencidos, todos pierden, a menos que se trate de defender la patria.
En los llamados “cuartos de guerra” de los partidos políticos se concibe, diseña la estrategia (el qué), la táctica (el cómo) y la logística (con qué). Y van en proporción a la capacidad del o de los partidos contrarios. Supone el análisis veraz, real, objetivo, pues, del sentir y percepción de la masa tanto electoral como la no electoral y las posibilidades de cooptarla a favor.
Las coaliciones PRI-PVEM-PANAL y PAN-PRD-MC, por su esquizofrénica ceguera, no percibieron el rechazo popular acumulado. Igual que los alemanes, no escucharon ni entendieron los avisos, y no estaban en aptitud porque los responsables de elaborar la estrategia vivieron separados del pueblo y sus requerimientos.
A diferencia de López Obrador, con sencillez de lenguaje, trato directo y sin ambages, esas coaliciones no salieron del circunloquio discursivo abstracto que no convenció a las bases, si bien los candidatos José Antonio Meade y Ricardo Anaya prometieron en el tercer debate casi el socialismo, sus propias contradicciones, como losa de granito encima, les negaron la credibilidad popular.
Como en la guerra, esas coaliciones tendrán muchas víctimas-candidatos. Los expertos en valorar cuántas posiciones de senadores o diputados federales, o estatales les corresponderán a los partidos, ya hacen sus cálculos y estiman mayorías para Morena-PT-PES.
Aquí surge lo interesante, con relación a los diferenciales ideológicos entre Morena, PT y PES, por lo que se refiere a la oferta o plan de nación. López Obrador dijo el lunes 18 de junio en su mitin de cierre de campaña aquí en Chihuahua: “Vamos a cambiar el régimen… el cambio será profundo, igual que la Independencia, la Reforma y la Revolución”.
El denominador común es terminar con la corrupción (de muchas y muchos), flagelo nacional. Es un asunto obligado, impostergable, a partir de lo que analistas se preguntan qué va a pasar “el día después” (mañana lunes).
Este asunto ocupará responder a la pregunta ¿Cómo? ¿Por dónde empezar? ¿Cuál será el perfil ideológico que esos partidos darán al país? ¿Qué hacer para darle homogeneidad al gran mosaico?
Es posible, así lo creo, pero implica traer a la mesa los problemas más estrujantes de la pobreza, es decir, sus causas y cómo hacer efectivos los derechos humanos, que es la queja de las mayorías, minorías, grupos o colectivos.
La dimensión o grado de repudio popular al régimen es proporcional a la confianza y respaldo a López Obrador, en lo personal.
No supe que esta coalición asumió en la campaña el compromiso de respetar el derecho de la mujer a la libertad de procreación y por ende a la interrupción del embarazo, como lo permite el artículo 4, constitucional, la supresión del delito de aborto, o el matrimonio igualitario, por decir lo menos que, son algunos de los temas que separan a esos partidos.
No olvidar a los migrantes y desplazados nacionales y extranjeros, indígenas excluidos, clases medias venidas a menos económicamente.
La nación pide cambios cualitativos. Es menester comprender, racionalmente, los antecedentes, causas o procesos económicos y políticos que moldearon a este México ofendido, para encontrar la verdad, por decirlo de alguna manera, enfrentarla y asumir acciones definitorias.
Todos los sectores deben comprender la complejidad de contradicciones en que se encuentra el país, y colaborar en resolverlas, antes de que estallen.
Los grupos vulnerables o también llamados en situación de vulnerabilidad o de discriminación, tienen derecho a ver realizado el principio de igualdad.
Debe someterse a estudio las facultades de las comisiones nacional o estatales de derechos humanos, considerar cambiar su paradigma para que sus decisiones tengan efectos vinculantes, esto es, que sean obligatorias para las autoridades que, hasta hoy, quedan casi, en meras abstracciones.
Con semejantes propósitos, revisar la eficacia de otros organismos cuyas leyes pretenden tutelar los derechos humanos, pero desapercibidas respecto a su eficacia, como el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam), Consejo Nacional de las Personas con Discapacidad (Conadis), y sus análogos estatales.
Sustituir la recomendación por la sanción a quien viole derechos humanos, es un salto cualitativo. Dejar las cosas igual no tiene sentido, autoridades y particulares seguirán violando derechos.
El desafío para López Obrador es solucionar la maraña de contradicciones que agudizan los conflictos sociales de toda naturaleza, como también de los orígenes y perfiles de muchos personajes candidatos que seguramente ganarán sus postulaciones, de lo cual los politólogos han hablado bastante con relación a identidades y congruencias ideológicas con el candidato.
Los plazos son cortos para equilibrar infinidad de situaciones contradictorias, los intereses a tocar, poderosos, que no se resignarán a perder, o se atenúe su capacidad para influir en los controles y dictados económicos y políticos de la República.
Mayorías desprotegidas versus minorías privilegiadas. Vecindad y férrea dependencia económica y tecnológica con Estados Unidos y otros países industrialmente desarrollados.
En este momento, la invasión en votos está en marcha, la gente está apostando fuerte: “I have a dream” (Tengo un sueño: Martin Luther King).