Opinion

No supieron cuándo dejar de robar

LA COLUMNA
de El Diario

2018-06-30

No entendieron la dinámica del poder ni los nuevos tiempos que exigen una corresponsabilidad social, no sólo en el ejercicio liso y llano de la administración, sino una mínima moral pública.
PRI, PAN y PRD se placearon muy orondos entre la irresponsabilidad y el saqueo de las arcas nacionales. Atendieron a sus intereses de grupo. Le soltaron las manos no sólo a los gobernadores, sino a cuanto funcionario que manejaba dinero, por poco que fuera.
Pese a ser los campeones de la alternancia, jamás entendieron el ánimo nacional y el castigo del electorado en distintos procesos electivos. El PRI fue castigado nacionalmente en el 2000 con la llegada de Fox y el PAN, pero luego tampoco el blanquiazul supo mantener un desempeño aceptable y fue relevado por el propio tricolor. Hoy ambos son amenazados.
Incluso los candidatos se ensuciaron las manos, si no directamente, se hicieron de la vista gorda. Desde los espacios de poder llenaron sus manos con negocios privados sin miramiento alguno. Pensaron que jamás cobrarían factura.
Se les subió el poder a la cabeza y despedazaron estructuras y liderazgos existentes. Fortalecieron intereses de grupo, o más bien dicho, sus intereses facciosos, incluido el lucro descomunal y en algunos casos el ideológico.
Las consecuencias están en las distancias electorales marcadas, que nunca disminuyeron a lo largo de la desgastante campaña. Nunca se acercaron al líder, en tendencias que por primera vez todas las casas encuestadoras coinciden, más allá de diferencias de unos cuantos puntos.
Irónico que el puntero se haya montado sobre los desechos de dichos partidos, con grandes asegunes en su contra, y que el electorado no haya cobrado conciencia de ello. Al contrario, es tanta la irritación social, que con los ojos cerrados hoy acuden al compromiso histórico de una elección presidencial concurrente con comicios locales.

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En el PRI todo empezó mal desde la selección del actual titular del Ejecutivo federal. El grupo de gobernadores que lo apoyaban, iba de salida, y los nuevos no tenían compromiso con él. Además del desbarajuste en Veracruz con Fidel Herrera, la disputa con Manlio Fabio, y el crecimiento de César Duarte, entre otros virreyes de distintas latitudes, bajo el manto protector de Videgaray y Meade.
La lucha soterrada y en ocasiones abierta entre Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio, complicó el manejo del poder, con consecuencias en política interior y exterior. ¿Quién no recuerda el famoso viaje del entonces candidato presidencial Donald Trump, recibido como si fuera un jefe de Estado en Los Pinos? Y la escandalera de los días posteriores, incluido el cambio -¿renuncia?- de la entonces secretaria de Relaciones Exteriores, hoy secretaria general del PRI?
En los estados de la Federación esa lucha en el centro del país se mostró como un acto reflejo. La fractura que provocó un liderazgo corruptor como el de Duarte, desmoronó la estructura, que no se pudo recomponer en el curso del poco tiempo entre esta elección y el año y medio que el priismo de Chihuahua ha sido sometido a golpes incesantes por el gobernador panista, Javier Corral.
Traslademos esa situación a Chiapas, Veracruz, Nuevo León, Quintana Roo, Guerrero, etc., y veremos la radiografía de un Revolucionario Institucional convertido en arenilla frágil sin más futuro inmediato que el polvo si no llega urgente la reinvención interna.

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No se diga en el PAN y PRD. Es la misma historia. Peleadas las dirigencias buscaban desde ese liderazgo nacional imponerse con la candidatura presidencial, en negociaciones que los fracturaron irremediablemente.
No pensaron jamás en principios ni en opinión de la ciudadanía, sólo en agenciarse las nominaciones a como diera lugar, creyendo que en automático serían los nuevos Tlatoanis.
De ambos partidos brincaron hacia Morena no sólo personajes de pequeña monta, sino exlideres nacionales. Ahí están Manuel Espino -con todo y su pasado faccioso- y recientemente Amalia García Medina.
El ala perredista de Andrés Manuel terminó desgajándose del sol azteca. Graduaron su éxodo para no perder privilegios económicos y administrar su presencia en las cámaras y otras cientos de posiciones. Algunos incluso se quedaron como quinta columna.
Paradójico, el PRD se desmorona, se van quienes han protagonizado escándalos de talla nacional -como Bejarano-, pero es el PRD quien los sigue cargando en costo y mala imagen.
En el PAN, el aspirante presidencial no supera la retahíla de acusaciones por sus viajes familiares y gastos de milloneta en Atlanta. Esos miles de dólares inexplicables, muchos de ellos con cargo al erario público. Después vino la trituradora con el caso Barreiro.
Es cierto que su desgaste inicia desde la posición de grupo contra todo lo que oliera a Calderón, incluida su esposa, Margarita, aún a costa de perder un personaje muy bien posicionado en las encuestas.
No importó a Ricardo Anaya fracturar al PAN. Se hizo de la candidatura desde la misma dirigencia nacional, sin importar violentar tradiciones; entre ellas la antigua premisa de la “rabiosa democracia” interna presumida en el mundo entero.
Con Moreno Valle la negociación fue muy simple: cedió la candidatura a la esposa de éste en Puebla, en una concertacesión pragmática, muy pero muy pragmática, que algunos sectores ortodoxos del PAN no aprobaron.
Los mismos vicios de los de en frente sin recato alguno. Fue tomado el blanquiazul como una concesión particular en la que llegaron al extremo de impedir nuevas afiliaciones que pusieran en riesgo las designaciones futuras de candidatos.
El problema para ambos partidos es que con las estructuras partidistas fracturadas, deberán acudir hoy a la movilización para tratar de recuperar posiciones y no ceder espacios en aquellos lugares donde conservan presencia electoral, como es el caso del PAN en Chihuahua, que es otra historia de confrontación con el mismísimo gobernador.
El PRD por sí solo enfrenta su propia enorme problemática. La tiene difícil, porque la fractura y diáspora morenista, le cobra con operadores y liderazgos en el antiguo Distrito Federal, donde tenía su principal bastión. No se diga en Guerrero o Zacatecas, donde por cierto fue gobernadora Amalia.

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La ironía de la tendencia electoral avasalladora es que cubre cualquier pecadillo -o pecadote- público.
Con Andrés Manuel andan Bejarano, Imaz, Eva Cadena. Les acompañan escándalos por conocidos y documentados, pero al tabasqueño no le genera rubor ni afectación electoral alguna porque personalmente no ha sido embarrado por ninguno de ellos y porque sus casos son de infantes, de niños de pecho, comparados con lo ocurrido entre priistas y panistas; ambos en sendas oportunidades desperdiciadas (socialmente hablando) al frente de la Presidencia de la República.
El apellido Romo en el asunto de Fobaproa, tan llevado y traído en los mismos debates, al final se difumina. Ya está cantada incluso su incorporación al anunciado gabinete sin problema alguno si este día queda ratificado AMLO como presidente.
Detrás quedan también las fotos con Abarca, el de Iguala, con la terrible masacre de los 43 de Ayotzinapa.
Las mayorías electorales tienden un manto protector, que hoy será puesto a prueba en las urnas.
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La enseñanza para los partidos en este proceso electoral, y el ejercicio inmediato del poder, podría ser que el alejamiento del sentimiento popular castiga, y que nunca debe perderse como objetivo el beneficio de todos los mexicanos, por encima de los intereses de grupo, de cualquier género, económico, ideológico o político.
Es claro que hay un castigo a los intereses facciosos que pasaron por encima los reclamos populares de mejores condiciones. Un recordatorio de que el mal uso de los recursos -real o aparente, ojo con la percepción- se paga.
Es también una llamada de atención para quien llega al ejercicio del poder. No descuidar al grueso de los mexicanos.
Sea el resultado que sea, la jornada deja una lección a los que ganan y a los que pierden. El sistema político nacional debe cambiar radicalmente en beneficio de las grandes mayorías si los propios políticos desean el poder más allá de un sexenio, de un quinquenio, de un trienio. Podemos conceder que la moneda de las urnas sigue en el aire, no así la decisión mayoritaria por esa transformación de fondo en la administración pública.

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