Pascal Beltrán del Río
Analista
Ciudad de México.- Los dos temas que sirven de título a la presente entrega de esta Bitácora fueron los ejes con que arrancó la campaña electoral que concluyó el miércoles.
El primero de ellos se lo apropió en forma exclusiva el candidato Andrés Manuel López Obrador. Es innegable el acierto que tuvo al proponer un diagnóstico y una solución al problema, de un modo que sus contrincantes jamás igualaron.
Para AMLO, la corrupción es resultado de la captura de las instituciones por parte de los dos partidos que se alternaron en la Presidencia en sexenios recientes: el PRI y el PAN. A esos partidos se sumó el PRD al suscribir con ellos y el gobierno de Enrique Peña Nieto los compromisos del llamado Pacto por México.
Dicho acuerdo legislativo –que dio lugar a la aprobación de las reformas estructurales– dejó a López Obrador el monopolio de la oposición. Esa suerte de cogobierno que establecieron los firmantes del Pacto permitió al tabasqueño señalar el mal y ofrecer la solución: destronar a la “mafia del poder”.
Ese ha sido el discurso preponderante de López Obrador. De acuerdo con su visión, acabar con la corrupción generada por la captura de las instituciones –en la que ha participado una “minoría rapaz” de empresarios– es la ruta para terminar con todos los problemas de la nación.
Los contrincantes de López Obrador nunca encontraron un discurso sobre corrupción que resultara competitivo. Pudo ser por un pecado original –la pertenencia de Ricardo Anaya y José Antonio Meade al “PRIAN”– o una incapacidad para formular argumentos que mostraran las debilidades y las contradicciones del discurso obradorista.
Por más que intentaron retratar a López Obrador como simplista –evidentemente no todo se puede resolver combatiendo la corrupción– o hipócrita –por sus compañeros de viaje sospechosos de corrupción–, el electorado no les hizo segunda. Y, así, el exjefe de Gobierno capitalino se quedó como dueño del tema.
En el de la inseguridad, ninguno de los candidatos planteó en campaña un diagnóstico y una solución que fuese fácil de entender y resultara creíble para los ciudadanos.
Pese a que todos los días millones de mexicanos viven rodeados de la violencia criminal –y están hartos de los asaltos, extorsiones, secuestros y asesinatos–, la inseguridad no fue, salvo en ciertos momentos, un asunto que dominara la discusión pública de los meses recientes.
Me parece que si alguno de los contrincantes de López Obrador hubiese sido capaz de desarrollar una narrativa sencilla sobre el tema, quizá habría podido competir con él en el dominio de la agenda noticiosa durante las campañas.
Pero no fue así. De acuerdo con el Observatorio Nacional Ciudadano (ONC), las propuestas de todos los aspirantes presidenciales proponen cambios sin precisar hacia dónde, desconocen el significado de procuración e impartición de justicia o no buscan fortalecer los ministerios públicos, peritos, policías de investigación o defensores de oficio.
Francisco Rivas, director del ONC, ha sostenido que a partir de cuestionarios fue que determinaron la falta de propuestas concretas basadas en diagnósticos, así como en escuchar a la sociedad civil.
Así las cosas, los votantes acudirán a las urnas con una noción bastante esquemática de lo que proponen hacer los candidatos, en caso de ganar, respecto de las dos quejas más sentidas por parte de la ciudadanía: la inseguridad y la corrupción.
En el primer caso, sería insensato esperar algo más que la repetición de las fórmulas ensayadas en años anteriores; en el segundo, tampoco puede haber muchas expectativas fuera de lo que se escuchó de parte de López Obrador: que el próximo presidente se convierta en un faro que irradie honestidad sobre todos sus colaboradores.
Buscapiés
Ojalá que el candidato que gane las elecciones del domingo tenga a bien sentarse con el general de división Juan Ernesto Antonio Bernal Reyes para hablar con él sobre el libro que presentó la semana pasada, Orden institucional y seguridad nacional, publicado por la ANUIES y la Universidad Panamericana.
En un centenar de páginas, el militar hace un diagnóstico muy preciso de los problemas de inseguridad que afectan al país y el papel que han jugado las Fuerzas Armadas en años recientes para coadyuvar en su solución, con el riesgo que esto ha significado para su prestigio.
“Las instituciones exitosas son aquellas que a través del tiempo y en el camino han sumado esfuerzos, buenas voluntades y talentos, (y) adoptan, como filosofía permanente, el hecho de que los desafíos se resuelven mejor con creatividad, responsabilidad y legalidad”, escribe el general Bernal.