Opinion

La economía del Mundial de Futbol

Pascal Beltrán del Río
Analista

2018-06-19

Ciudad de México.- La semana pasada, en vísperas del arranque de la Copa del Mundo, la FIFA concedió la sede del Mundial de 2026 a la región de Norteamérica, es decir, a Estados Unidos, México y Canadá.
De acuerdo con la candidatura presentada en Moscú ante los 203 delegados con derecho a voto, corresponderán 60 partidos a Estados Unidos y 10 por cabeza a México y Canadá.
Las ciudades mexicanas contempladas son Guadalajara, Monterrey y la capital del país.
La noticia, celebrada por aficionados en México, llega después de que la Copa del Mundo muchas veces ha probado ser un mal negocio para los organizadores en tres de las cuatro ediciones que precedieron a la que actualmente tiene lugar en Rusia.
Tanto en Corea del Sur y Japón, sedes del Mundial de 2002, como en Sudáfrica y Brasil, organizadores de la Copa en 2010 y 2014, respectivamente, las cuentas no salieron.
Los tres países debieron construir estadios y obras de infraestructura que no resultaron redituables.
Un ejemplo es el estadio de Saitama, Japón, para el que se gastó más de 700 millones de dólares de los contribuyentes y en el que se jugaron sólo cuatro partidos del Mundial de 2002, incluida la semifinal en la que Brasil ganó 1-0 a Turquía.
La actual sede de los Diamantes Rojos de Urawa de la primera división japonesa suele quedarle grande al club, pues la asistencia promedia la tercera parte de su capacidad para 64 mil personas. A pesar de eso, la ciudad gasta seis millones de dólares anuales en el mantenimiento del estadio.
Los números esperados de visitantes a Corea del Sur y Japón con motivo de la Copa del Mundo también se quedaron cortos. De hecho, los turistas en uno y otro destino fueron menos de los que llegaron el año anterior. Asimismo, gastaron menos y se fueron rápido.
El economista británico Simon Bowmaker, profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Nueva York, ha documentado que los países que organizan un Mundial de Futbol suelen ver una caída en su crecimiento en los años inmediatos posteriores la realización de la Copa.
Es el caso de Sudáfrica y Brasil, cuya inversión en sus respectivas ediciones de la Copa del Mundo no florecieron y dejaron grandes deudas, a decir de especialistas como Johan Fourie, profesor de economía de la Universidad de Sudáfrica, y Barbara Mattos, analista de la firma Moody’s.
El gobierno brasileño había predicho que la inversión de 14 mil millones de dólares arrojaría ingresos adicionales por 50 mil millones de dólares, pero éstos no se materializaron. De hecho, el país apenas salió tablas.
Dicho eso, es verdad que dos grandes acontecimientos deportivos recientes, el Mundial de Futbol de Alemania en 2006 y los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, sí dejaron ganancias para sus sedes. Esto probaría que sí hay modo de que este tipo de torneos sean redituables, pero eso pasa por trabajar en la organización con finanzas sanas, exentas de corrupción y sin esperar que la economía gire en torno de ellos.
Veremos qué pasa en Rusia, donde el gobierno ha invertido 14 mil millones de dólares en la organización de la Copa.
Lo único cierto es que la FIFA resultará ganadora –como siempre sucede–, pues se estima que saque unos seis mil millones de dólares de este Mundial.
Las ciudades estadunidenses, mexicanas y canadienses designadas sede de la Copa del Mundo de 2026 estarán atentas a los números antes de hacer grandes gastos en la organización.
Al menos en Montreal están preguntándose si vale la pena invertir 300 millones de dólares de los contribuyentes en la modernización del Estadio Olímpico de esa ciudad.
“La Copa del Mundo generalmente no deja dinero, no es un proyecto redituable”, dijo hace unos días al diario Montreal Gazette el catedrático de la universidad de Concordia y especialista en la economía del deporte Moshe Lander.
Los posibles beneficios siempre se exageran, agregó, porque no toman en cuenta que una buena parte dinero que la gente gasta en un acontecimiento así de todos modos se habría gastado.
Otra ciudad canadiense, Vancouver, hizo cuentas y prefirió excusarse de ser sede.
Quizá no sea mucho lo que México tenga que gastar para ser sede de 10 partidos mundialistas en 2026, pero sí valdría la pena considerar la experiencia de otros países antes de comprometer dinero público en la Copa.

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